EMOLTV

Hacia un despertar tardío

Aunque aún existan personas que desean mantener su virginidad hasta una edad más adulta, el miedo a ser enjuiciadas, vergüenza y la sensación de que algo falta por vivir, pueden ser algunos pensamientos que aparecen en su cabeza. Pero una doctora argentina anima a esperar el momento adecuado.

18 de Agosto de 2009 | 13:40 |
imagen
“Adriana tiene 38 años y habla con una psicóloga a quien ha ido a consultar sobre la sexualidad en el adulto. No encuentra la manera de decir que es ella misma quien está por tener su inicio sexual en su próximo matrimonio”.

Este es uno de los casos expuestos por la especialista en ginecología y obstetricia María Eugenia Escobar, una argentina que lanzó su libro “Iniciación sexual” (Longseller), como una manera de derribar algunos mitos que rodean el momento de “la primera vez”.

Si bien la edad promedio en que las mujeres pierden su virginidad es a los 18 años, y en el caso de los hombres, a los 17 –según la Quinta Encuesta Nacional de la Juventud de 2007, que se realizó en Chile- aún quedan algunos que por convicciones personales o religiosas e incluso por algún trauma, han decidido posponer su primera relación sexual para un momento en que se sientan más preparados.

Sin embargo, la virginidad parece un concepto prehistórico para gran parte de los jóvenes y quienes la viven en una edad más adulta, la sienten “como una ‘falta’ en la vida, (como) un tema para evitar en las charlas con los amigos”, señala la autora. “Aparece el miedo a ser juzgados, a verse expuestos en un estado de vulnerabilidad y desprotección que acompañan a la falta de información y de experiencia”.

A pesar de los años y las experiencias de vida que pueden triplicar a veces las de un adolescente, en este caso, Escobar asegura que en lo que concierne a “la primera vez”, las dudas que se presentan y, sobre todo, las precauciones que se deben tomar son prácticamente las mismas que a los 16 años.

“La naturaleza dispone al hombre y a la mujer para la tarea de procreación desde edades tempranas –a partir de la pubertad-; algo que es necesario pero no suficiente para el inicio sexual”, aclara y explica a lo largo del libro el importante papel que la madurez –una que permita preocuparse de los propios sentimientos y los de la pareja- junto con la responsabilidad, tienen en esta etapa.

“Ubicar el ejercicio sexual en el aspecto exclusivamente corporal, desligado de toda sensación afectiva, de compromiso con el otro, es quitarle la riqueza espiritual que el ser humano posee como don”, asegura, y señala la importancia de estar informados de las maneras en que se pueden evitar las enfermedades de transmisión sexual, para lo que el preservativo cobra gran relevancia.

Es necesario también estar consciente de que la primera vez no suele estar acompañada de música de cámara y que todo resulta tan perfecto como en las películas románticas. Los nervios, la ansiedad y la experiencia no suelen ser los mejores amigos de la relajación que se requiere y los temores al dolor, que a veces “se vuelve real y otras veces, no”, podrían generar una gran desilusión por el momento frustrado.

Pero nadie nace sabiendo, como lo recuerda Escobar. “En la realidad humana, la armonía de la música asociada al encuentro sexual no está dada por el compositor; la melodía la escriben quienes se aman bien”, señala.

“Es deseable que los tiempos sean respetados, y las decisiones pensadas, meditadas. Tener quince, diecisiete o veintitrés años no marca nada. ¡La edad adecuada para la iniciación sexual está dada por cada individuo, no por el calendario!”, concluye.
EL COMENTARISTA OPINA
¿Cómo puedo ser parte del Comentarista Opina?