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La reivindicación del narcisista

Son extremadamente sensibles, quieren llamar siempre la atención y, lo peor, hieren. Los hombres narcisos están considerados entre lo peor que hay, pero una psicóloga italiana llegó para defenderlos.

21 de Agosto de 2009 | 08:27 |
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Tres tipos de hombres desaconsejaba rotundamente un sexólogo a las mujeres: los deprimidos, los alcohólicos y los narcisistas. Al leer esta recomendación en una revista femenina, la psicóloga italiana Umberta Telfener se indignó.

A diferencia de los dos primeros, los hombres narcisos son “tal vez más peligrosos, pero seguramente más encantadores”, defiende ella en su libro “Me he casado con un narciso. Manual de supervivencia para mujeres enamoradas” (Editorial Arcopress), texto destinado a aquellas que deseen permanecer sanas y salvas con una pareja narcisista, y también para las que, aterradas, quieran escapar de esa unión.

Por un lado, la italiana comparte la noción común de los hombres narcisos,-“hieren y, aunque no lo hagan de forma intencionada, pueden hacer débiles a las mujeres, las masacran”, comenta-, y entrega algunas pautas para reconocerlos: “Desconfíen cuando una persona las acusa con insistencia y dice que no tiene nada que ver con el asunto (...) Cuando por ejemplo, en una situación cotidiana, están conduciendo y el cristal se empaña y su pareja se apresura a limpiarlo, pero sólo en su lado. Sospechen cuando un hombre las hace sentir como una reina durante un tiempo, pero un día cambia de repente (y) las critica con dureza (...) Cuando vas por la calle con un hombre que siempre camina unos pasos más adelante”.

Una de las características del hombre narcisista, que resalta en momentos de crisis, es una susceptibilidad que parece ir más allá de los niveles normales de sensibilidad humana, y que aparentemente desencadena en tiempo récord un drástico cambio de su bienestar amoroso a las desesperadas ganas de escapar, huir lejos, para no perderse ni ser la víctima de la situación. Y “de ahí nace la necesidad de defenderse y de poner a prueba al otro”.

Pero con todo, la autora aclara que “no todas las señales de reconocimiento son tan negativas. Sospechen también cuando un hombre les parece demasiado simpático, galante, inteligente, divertido...”.

Brillante, “le encanta hacerse el entendido y que le escuchen”, seguro de sí mismo, divertido, transgresor, jamás banal, intrigante, sin límites, eterno buscador de emociones extremas y de ser el centro de todo, este hombre “siempre conseguirá sobresalir, que las mujeres se sientan importantes y cortejadas, pero nunca seguras de su amor”.

Triste para ellas, pero no están libres de culpa. Consciente de que una relación funciona de a dos, la autora no esconde que la mujer tiene harto que ver con que el hombre narcisista dé rienda suelta a su compleja forma de ser.

El instinto maternal llevado al extremo o la eterna búsqueda de un padre idealizado pueden ser algunas de las motivaciones que hacen que una mujer se ponga como desafío intentar dominar a este hombre y mantener la relación con un narcisista.

Pero cuidado con esto, que tal como lo explica Telfener, ellas pueden tropezar con “trampas”, con “caídas imprevistas” que surgen inconscientemente en esta unión que en momentos se ve inestable, o en la que se puede tener la impresión de que se da más de lo que se recibe, mientras la frustración y la dependencia crece. Esas “trampas” son:

- Desempeñar todos los papeles: Secretaria, enfermera, relacionadora pública... Las múltiples facetas de la pareja de un hombre narciso florecen en una relación en la que ella parece estar fuera, ya que su concentración se dirige a asistir a su “niño”.

- Verlo desnudos: La autora explica que un narcisista reacciona mal si su pareja los ‘ve desnudo’ y a esto se refiere al instante en que se logra comprender su mecanismo psicológico y, por lo tanto, él resulta previsible. Cuando ella deja de tener expectativas hacia él, el narcisista se paraliza. “En cambio, sería muy bonito secundar a estos hombres tan sensibles: si se les sigue paso a paso pueden hacer daño, pero si se consideran sus capacidades y no se permite que sus momentos negativos ejerzan demasiada influencia, se recibirán regalos importantes”, aclara.

- Pedir reconocimiento: Esperar una reafirmación del amor, una gratitud hacia los gestos románticos o los esfuerzos por la pareja narcisista, es una pérdida de tiempo. Él se da cuenta de los hechos, pero “no dan seguridad en los momentos de amor y mucho menos desean dar seguridad a una mujer que sienten insegura”.

- Perderse: La adaptación de una mujer a la relación con un hombre narcisista, carente de respeto y amor propio, puede detonar en ella la sensación de perderse, olvidar quién es y, por ende, sentirse muy dependiente.

- Pensar que no se tiene razón, sentirse una víctima, subestimarse: Es lo que la autora llama “el circuito de culpa y de necesidad de reparación”. Él se transforma en el victimario, en alguien que no la hace feliz y al mismo tiempo, ella se siente débil y culpable de no poder establecer una relación sana, “mientras que tal vez sólo sea esta relación concreta la que es imposible”.

- Enfadarse, cuestionarlo, criticarlo: Las promesas no cumplidas, las barreras que el narcisista ha puesto entre los dos pueden provocar que la declaración de guerra por parte de ella. Cuidado, la sensibilidad exacerbada de él cobrará su venganza y se alejará más.

- Castigarlo: Llamar la atención del narcisista con una jugada desesperada por cambiar su comportamiento, como podría ser una amenaza de romper la relación o una infidelidad, no cambiará en nada las cosas o, al menos, las hará más difíciles y sólo provocará que la frustración con él aumente.

- Querer que sea de otra manera, pensar que se le puede cambiar: Tal como cita la autora, esperar que él cambie “es como entrar a una ferretería y pedir leche”. Simplemente, no sucederá, así que para ahorrarse desilusiones, mejor estar consciente de ello.

- Desafiar su forma de ser: De pronto, puede surgir una meta poco sana, como lo es lograr a como dé lugar que ese hombre o que la relación no desaparezcan, por más tóxica que sea. Es un desafío que cuesta sacrificios y mucha frustración, y puede dar inicio a un juego poco divertido con la pareja narcisista. “Podría ser más fructífero compartir, disfrutar de su compañía, o bien, en un determinado momento, marcharse”, aconseja la autora.

- Darles el poder de nuestra de felicidad (y no sólo eso): La dependencia, el depositar en él y en sus cambios de humor el propio bienestar, sólo logran que en un momento de crisis el narcisista se dé cuenta del poder destructivo que tiene sobre su pareja y vea la relación como algo peligroso y, por lo tanto, huya despavorido. “No dejarse dañar, no reaccionar ante cualquier movimiento del hombre”, es lo que recomienda Telfener. Así, “él se asustará menos de su propia destructividad”.

- Compararlo con los otros: Ok, este hombre puede ser maravilloso, realmente encantador cuando su ego se lo permite, y tan interesante que un nuevo mundo se ha abierto ante nuestros ojos, desde que apareció él frente a ellos. Pero llegar a pensar como uno de los casos que relata la italiana: “Probablemente me quede sola porque no consigo imaginarme que otro hombre que no sea él esté a mi lado”, está muy alejado de la realidad y un claro reflejo de que has caído en la trampa.
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