El 31 de marzo, Molly Barker (51 años, madre de dos adolescentes) y Caitlin Boyle (27, embarazada de su primer hijo), dieron fin a su experimento: pasar sesenta días sin una gota de pintura en sus rostros y sin depilarse ningún vello que sobre de su cuerpo, como una manera de buscar una respuesta a lo que realmente importa en una persona y cuáles son los productos o conceptos que sobran en lo que se comprende como belleza y autoestima.
Lo llamaron
“The Naked Face Project” y surgió luego de que ambas mujeres -que dirigen organizaciones que intentan promover la belleza interior en niñas y adolescentes-, se dieran cuenta que no tenían una respuesta concreta a una simple pregunta hecha por una menor: “Si me dicen que soy bonita tal como soy, ¿por qué usan maquillaje y se tiñen el pelo?”.
“He construido mi vida entera tratando de alentar a las niñas y mujeres a desarrollar sus potenciales, adoptando una definición de belleza que incluye la compasión, la fuerza, el mundo interior, la autenticidad y el empoderamiento. (Y) creo que estoy preparada no solo para comprender cognitivamente este mensaje, sino para sentirlo, vivirlo, y respirarlo también”, comentó Barker en el
sitio web del proyecto.
Allí, ambas mujeres estadounidenses, compartieron por seis semanas sus impresiones al someterse a dos meses sin usar, ni siquiera sus cremas antiarrugas, sin teñirse el pelo, y sin ponerse desodorante, en un país que gasta al año 60 millones de dólares en productos de belleza.
Allí, Barker señaló, entre otras cosas, que se dio cuenta que inconscientemente creía que verse mayor la hacía valer menos como persona y que, por lo tanto, el resto no la tomaría en cuenta. “Ser bonita o incluso querer serlo, está bien. No hay nada de malo con eso, como tampoco lo hay con estar a la moda, usar cosméticos, mimarse, arreglarse y vestirse (...) Pero hay algo que es sospechoso para mí, que es cuando la publicidad de las compañías de cosméticos y moda, como también los contenidos de las revistas de cultura pop y las ‘noticias’ sugieren que como yo soy (al igual que las mujeres en general) y como mi cuerpo, cara, pelo, piel (...) se muestran en el mundo, deben ser arreglados, son feos, están mal (...) Algo en este proyecto me ha ayudado a ver como estos mensajes han sido transmitidos de manera muy astuta”.
Por su parte, Boyle narró su experiencia en el proyecto, estando embarazada, y comentó que, desde que comenzó, recibió un sinnúmero de comentarios de su familia y amigos, acerca de lo cansada que se ve. Sin embargo, destaca que su piel se ve mejor que nunca.
“Creemos que necesitamos todas estas cosas (artículos de belleza) y que nos hacen ser la mujer que somos. Pero de verdad, si renuncias a ellas por dos semanas, estarían sorprendidas de lo fácil que es la vida”, dijo.
Asimismo, señaló que su esposo apenas ha notado que no lleva maquillaje (aunque sabe que le gustaría que sí se depilara), y que una serie de cuestionamientos se le han cruzado por su cabeza. “¿Realmente creo que el maquillaje me de una cualidad extra en mí, como la confianza? ¿Estaba mal al creer que al maquillarme mostraba una ‘mejor’ versión de mí? ¿Pueden las mujeres notar la diferencia (entre estar pintada o no) más que los hombres? ¿Eso quiere decir que me maquillo para mí, para las otras mujeres o para los hombres? ¿Mi marido no nota la diferencia porque me ama? ¿La habría notado hace nueve años cuando apenas estábamos saliendo?”.
Ahora, a cara deslavada, Boyle asegura que se ha preocupado de “brillar” de otras formas, mostrándose, por ejemplo, más preocupada de sus seres queridos, escuchándolos con atención e interesándose realmente por sus cosas.
El fin de semana pasado se acabó el proyecto de Molly y Caitlin. Y aunque ambas ya habían retomado el desodorante por razones de fuerza mayor, el primero de abril decidieron qué productos reintegrarían a su rutina de higiene. Estaban ansiosas por volver a depilarse, pero esperaban usar lo mínimo en maquillaje.
