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Sara Nieto: Las frustraciones de una maestra de ballet

La destacada bailarina de ballet vuelca todos sus esfuerzos en formar a las nuevas generaciones y ayudarlos a mantenerse en la profesión pese a la cantidad de dificultades que encuentran en el camino.

17 de Julio de 2014 | 08:04 | Por María José Errázuriz L.
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Se le llenan los ojos de lágrimas al recordar a las decenas de alumnos que han pasado por su escuela y no siguen profesionalmente una carrera en el ballet, porque no encuentran apoyo en sus padres o en el colegio donde estudian. O cuando ve a los miembros de su cuerpo de baile que deben trabajar en otras actividades, en horarios desgastantes, para poder subsistir ya que el ballet no les alcanza para vivir dignamente.

Sara Nieto puede hablar con autoridad del disminuido y olvidado mundo del ballet en Chile. Su consagrada carrera en nuestro país la tuvo como Primera Bailarina del Ballet del Teatro Municipal desde 1986 hasta 1996, cuando colgó las zapatillas de puntas.

A los 15 años ingresó al Ballet Oficial de Uruguay, tras dejar sus estudios de medicina y también de piano, y nunca se ha desligado de esta pasión que la llevó a estar en los más importantes escenarios mundiales, interpretar todos los roles y completar más de mil 500 funciones.

Casi 20 años después de su retiro, asegura que el ballet le dio todas las satisfacciones –además de su familia-, que sus mejores recuerdos están en la época en que estuvo bajo la dirección de Ivan Nagy y que la enseñanza ha sido el camino natural que le ha permitido mantenerse ligada a un mundo que adora.

Por estos días está al frente del nuevo montaje de “Coppelia” con el cuerpo de baile del Teatro Nescafé de las Artes. Este ballet logra financiamiento para hacer dos obras en el año, las que han resultado exitosas y cuenta con el apoyo de personas como Marcia Haydée quien, ante la lesión de la bailarina que interpretaría a Swanilda, ha autorizado a su Primera Bailarina del Teatro Municipal, la cubana Maite Ramírez, para que asuma el rol bajo la dirección de Sara.

-¿Cómo ha sido este proceso de no volver a subir a un escenario en un rol?
“Bueno, si enseñas sigues bailando todos los días y eso me encanta, pero es un proceso que fui preparando con tiempo. Sabía que la cuerda se terminaba, porque bailé hasta los 48 años y venía pensando que me tenía que retirar y estaba preparando lo de mi escuela de ballet.
“No tengo nostalgia, bailé muchísimo, desde los 15 años como profesional; bailé todo lo que me gustaba, no quedó ninguno que me quedara pendiente, entonces fue un proceso. Lo difícil es cambiar de vida porque estuve desde los 3 años dedicada al ballet y esta vida es muy egoísta porque piensas sólo en cómo cuidarse para poder bailar siempre. Y al retirarme recuperé la libertad, dije (se ríe) ‘soy normal’. Por un lado es un alivio porque empiezas a disfrutar más de la familia y poder comer lo que quisiera, detalles tontos. Ahora, se extraña”.

-Dicen que las luces son una adicción.
“No, yo no extraño los aplausos ni saludar al público, porque siempre he sido tímida. Me gustaba recibir su cariño, pero no extraño eso. Estuve más de 15 años sin subir a la sala de ballet (donde ensayan); iba al teatro a ver las funciones, pero subir a las salas no me atreví hasta mucho tiempo después”.

-¿Qué te dio el coraje para dejar de bailar?
“A mí me gusta la gente joven en el escenario; lo lamento por quienes han bailado hasta viejo, pero no me gusta la carne vieja en el escenario. Después de que tienes 40, 45, por más que te mantengas fantástico, se nota la diferencia. El ballet para mí es juventud; aunque se tiene que tener experiencia a los 40 se te acaba el físico, y a mí me gustaba trabajar a full y con una dolencia, como en mi caso, no podía. Si hacía la clase completa no podía bailar y las cosas a medias nunca me han gustado”.

-¿Enseñar era el paso natural?
“Para mí sí, porque era la forma de transmitir la pasión que siento, el conocimiento, el gusto, la esperanza de poder contagiar a los niños, a los jóvenes. Pero no fue fácil, los primeros años me costó mucho a pesar de que estudié metodología. Siempre tuve presente enseñar, pero me gusta más trabajar con una compañía profesional”.

Sara dice no estar arrepentida de ninguna decisión que tomó a lo largo de su carrera. Es más, afirma haber aprovechado todas las oportunidades que se le presentaron, pero sabe también que hay una cierta angustia por haber estado ausente de momentos de su familia –está casada, y tiene dos hijos y dos nietas-. “Traté de dedicarles el mayor tiempo posible, me encanta hasta hoy cocinar, pero no estuve en hechos como la graduación de mi hija porque estaba de gira; yo me lo sufrí todo”, cuenta.

Revisando su trayectoria, dice que el momento cúlmine fueron los años con Ivan Nagy, donde había un estreno tras otro y él elegía las obras que le iban a ella. Y ahí está “La fierecilla domada”, que es el papel que más le gusta porque es divertido y se parece mucho a su personalidad. “Soy súper tímida, pero en el escenario, me soltaba y no me paraba nadie”.

-Desde la dirección, ¿cómo ves la situación actual del ballet en Chile?
“El Ballet del Teatro Municipal no está mal, tiene buenos bailarines, gente joven, pero es ‘la’ compañía y después nosotros. El público del ballet ha disminuido también”.

-¿Estamos formando nuevas generaciones de bailarines?
“No, no estamos generando nada. He conocido dos o tres que son buenos, pero en los cursos más avanzados de mi escuela no hay casi bailarines. Algo pasa que la gente no se vuelca a estudiar ballet como una profesión. Es como que no se deciden a entregarse a esta vida; se tiene que decidir desde chico, porque implica ir a la escuela 3 o 4 horas todos los días y muchas veces eso no es compatible con los estudios y los padres siempre optan por esto último en vez del arte”.

-Si el escenario no es tan positivo, ¿por qué dar el paso de iniciar una compañía?
“Porque hay mucha gente que baila y no tiene una oportunidad. El Teatro Municipal es el único que tiene una compañía de ballet clásico y no todos pueden entrar; uno, porque no hay capacidad; dos, porque no se les dio en el momento. Muchos quedan cesantes, bailando cuando pueden, donde pueden y más que nada en grupos de baile contemporáneo.
“Cuando llamo a audiciones viene mucha gente”.

-¿Por qué no mantener la compañía todo el año?
“Porque es imposible. El Teatro Nescafé se pone con todo, ya hace un sacrificio enorme no sólo para mantenernos dos meses, sino que hacer una producción que es millonaria y donde no se sabe si se va a recuperar algo porque creo que la gente está un poco haragana para venir a las funciones; prefieren cualquier otra actividad”.

-¿Nos falta educación artística?
“Sí, puede ser que educación cultural; esto está poco incentivado. Yo veo que en los colegios hay clases de baile, pero son más bien clases entretenidas, no formadoras de bailarines que quieren hacer ballet… y te tiene atrapado en un horario en donde sí podrías a una escuela a estudiar ballet de verdad. Las cosas se hacen a medias. Los que van al Municipal tienen que dejar de estudiar en el colegio, dar exámenes libres y no sabes la cantidad de talentos que se pierden.
“No sabes la cantidad de talentos que pasan por mi escuela y no siguen porque los padres ni se sueñan eso. De 300 alumnas, sólo 5, a lo más, quieren ser bailarinas; habiendo chicas con muchas condiciones los padres preguntan si eso es compatible con la universidad. Finalmente, prefieren eso, y vuelven de grandes, a clases de adultos porque se quedaron frustradas”.

-¿Te frustra eso?
“Ufff, es horrible. Empecé con mucho entusiasmo y si eres buena maestra dejas la vida en eso. Siempre están pensando en lo mejor para los niños y niñas que estaban desde los 6 años, cuando llegaban a la enseñanza media nos dejaban porque había que ir a preuniversitario. Después de que te mataste formándolas 6 u 8 años para que fueran profesionales, se van”.

-Esta compañía es un desafío…
“Llevamos 2 años y siempre con gente nueva, pero cada vez tengo menos porque los buenos están acá dos meses, mandan sus videos fuera de Chile y los contratan yéndose, porque claro no pueden estar esperando a que podamos hacer una nueva obra.
“Otro problema que tenemos es que todos nuestros bailarines tienen que trabajar en otro lado, entonces hay problemas para coordinar sus ensayos con sus trabajos. Es muy sacrificado. Eso es muy distinto a ser parte del Ballet del Teatro Municipal que te da estabilidad; yo admiro a mis chicos porque hacen un sacrificio enorme”.
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