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Asha Miró: “La adopción es un acto que debe ser vivido desde la verdad”

Esta escritora india-española, comparte su historia para generar conciencia y derribar temores. Cree que su misión es dar voz a los adoptados.

27 de Noviembre de 2014 | 08:16 | Por María José Errázuriz L.
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Su historia, inevitablemente, la ha llevado a ser una voz autorizada en materia de adopción y por ello, ha convertido su vida en una suerte de cruzada destinada a derribar temores, mitos y prejuicios frente a este acto.

Nació en el seno de una familia extremadamente pobre en Nasik, India, cerca de Bombay, y su padre, buscando su sobrevivencia, la entregó al cuidado de unas monjas en un orfanato local, pero antes le cambió el nombre; de Usha (diosa del amanecer) pasó a llamarse Asha (esperanza).

Profesora de música, periodista y escritora, hoy, a sus 47 años, Asha Miró celebra la vida y la oportunidad que ésta le dio cuando a los seis años, en 1974, fue adoptada por un matrimonio español que vivía en Barcelona y que ya había acogido a otra pequeña india.

Los años y la distancia le han permitido reconstruir su historia y reconciliarse con los dolores y penas sufridos, así como los goces vividos después. Todo eso lo ha plasmado en una serie de libros best sellers como “La hija de Ganges” y “Las dos caras de la luna”, sus autobiografías a la que siguió una novela llamada “Rastros de sándalo” que ya fue llevada al cine y que mañana se estrena en España.

Convencida de la necesidad de exponer su experiencia, también ha escrito un conjunto de libros para niños en los cuales cuenta historias de pequeños adoptados, de manera que ellos puedan asimilar esos procesos y derribar barreras, como la discriminación, en sus entornos sociales.

A la India regresó 20 años después de su partida con el objetivo de poner cada recuerdo en su lugar. No sólo tomó contacto con su familia biológica, sino también con las monjas que la cuidaron y trabajó con los más desposeídos con el fin de retribuirles todo lo recibido gracias a su adopción. “Volví a poner en su lugar mi historia”, explica.

Hace algunos días estuvo en Chile para hablar del tema en un seminario de la Fundación San José y la Universidad San Sebastián, oportunidad en la que abordó su propia experiencia como madre adoptiva: hace 7 años adoptó a una sobrina nieta (de su familia biológica), Komal.

Hablar del tema la conmueve, de hecho, los ojos se le humedecen. “A pesar de haber contado tantas veces mi historia igual me emociona”, dice. Pero eso no la detiene, más cuando ve que hay muchos otros que hoy sufren por los secretos envueltos en sus vidas como el caso de las guaguas españolas robadas durante el franquismo o las entregadas ilegalmente en Chile, en el denominado caso del cura Joannon.

-Te has convertido en un referente en este tema. En tu experiencia, ¿crees que la adopción sigue siendo un tema lejano para muchos?
“Creo que cada vez está más cerca y se le tiene más presente. Cuando yo llegué, el ’74 a Barcelona, era como un tabú del que nadie hablaba, era una palabra como prohibida. Ahora la adopción es una cuestión natural, normal, que es algo que necesita el niño adoptado, que sea tratado como una persona normal”.

-¿No crees que todavía hay temor frente al tema?
“Bueno, creo que cada vez menos. Hoy los niños adoptados no tienen miedo de decirlo y el poder verbalizarlo te permite asimilar la propia historia”.

-¿La discriminación sigue siendo un acto presente en la vida de los niños adoptados?
“Cada vez es menos y por suerte, hay un trato igualitario, por ejemplo, en las escuelas. Pero es precisamente lo que quiero derribar al contar mi historia, porque a todos nos cuesta entender nuestras vidas, saber cuáles son nuestros orígenes ya seas un hijo biológico o adoptado”.

-¿Puede que esto, más cuando no hay diferencias física evidentes entre padres e hijos adoptivos, sea lo que explique que muchas veces una adopción no vaya acompañada de verdad?
“Bueno, hasta ahora, por desgracia, muchas veces ha sido así; muchos padres no cuentan la verdad, no hablan desde la verdad y eso hace que cuando los niños saben su verdad sufran daño, dolor. Por suerte, las cosas no son tan así y se busca hablar de la adopción con naturalidad. Esto es una historia muy bonita y no se puede esconder; la adopción es un acto que debe ser vivido desde la verdad”.

-Existe el temor de que un niño que sabe la verdad puede sufrir un descalabro emocional.
“Y no saberla a tiempo no te supone que el dolor, cuando seas mayor, no va a ser más grande. Muchos mayores, cuando se enteran de la verdad, se enfadan con sus padres, se rebelan con su historia y eso no es justo. Por eso, se debe ser sincero y contar lo que tienes que contar, lo que sabes, a tiempo”.

Asha Miró se hace cargo de que las leyes sobre adopción varían según los países y que en algunos los niños adoptados no pueden acceder a la información sobre sus procesos de entrega. En el caso chileno, los jóvenes mayores de 18 pueden conocer a esa edad, si lo desean, el nombre de sus padres biológicos.

-Frente a estas realidades, ¿cuál es tu visión?
“Hay que buscar los orígenes, siempre va a llegar el momento en que querrás conocer a tus padres biológicos y a veces, puede ser tarde como en mi caso, porque ellos habían muerto. Creo que todo el mundo tiene derecho a saber y descubrir sus orígenes porque todos los hijos adoptados tenemos algo adentro que se llama el dolor del abandono fruto de que un momento nos hacemos conscientes de que nuestros padres nos han dejado y ese dolor necesita ser curado.
“Ir a tus orígenes te puede ayudar a descubrir que esos padres quisieron darte una mejor vida y se puede perdonar. Cuando yo me reencontré con mi hermana y me contó que mi padre me cambió el nombre puede ver que él sí luchó por mí”.

-¿Qué opinas de esos hijos que no quieren reencontrarse con sus orígenes o esos padres biológicos que no quieren ser contactados?
“En el fondo hay miedo. Mi hermana nunca ha querido conocer sus orígenes y ha sido madre cuatro veces y cada vez que nace su hijo dice ‘no entiendo cómo mis padres me pudieron dejar’; creo que en ello hay dolor, pero si fuera a la India, entendería todo. Ahora, los padres biológicos no lo hacen por el miedo de enfrentar a un hijo que les diga que no fueron capaces de luchar por él, pero creo que todos los padres tienen motivos muy fuertes que hay que respetar”.

-Tú llegaste a España en los ’70 y la realidad de las adopciones interraciales era distinta a la de hoy. ¿Ves ese cambio?
“Efectivamente, el ’74 no había gente de color y todo el mundo me miraba, me sentía rara. Pero hoy, mi hija, no tiene problema para ir por la calle. Quizás por eso también ha dejado de ser una cosa escondida, un tabú, y la adopción es vivida con normalidad y desde la normalidad.
“En mi caso, esa diferencia evidente, mis padres son blancos, me implicó ser consciente desde muy pequeña, de mis orígenes; aunque contar esto, al principio cuesta, porque es recordarlo todo los días, al final eres una personas muy afortunada. A mí me escogieron de un montón de niñas”.

-Hoy la adopción de niños extranjeros se da cuando son grandes, no guaguas, y algunas veces no funcionan y son devueltos a sus países de origen. ¿Cómo vives ello?
“Con dolor, te pueden dejar una vez cuando eres pequeño, pero dos veces es un trauma muy grande. Eso no puede ser. El problema es que a veces, cuando se adopta, se piensa que el niño tiene que ser de determinada manera, pero ese es un error, porque los niños son niños, tienen su identidad –de hecho pido que no les cambien el nombre-y lo que necesitan es que se les respete y a partir de ello, crear una relación de amor. No puedes buscar un niño perfecto, porque eso no existe”.

-¿Esos niños no debieran tener alguna certeza jurídica? ¿No debiera haber resguardos?
“Sí, esto no pasaba antes, es ahora que los padres los están devolviendo y supongo que se tomarán medidas en la ley para que esto no ocurra”.

Asha cuenta que su proceso de adopción no fue algo fácil ni tan natural como todos suponen. Su hermana biológica le contó que había una sobrina nieta en condiciones muy precarias, pero a ella le tomó tres años tomar la decisión de adoptarla.

“Lo medité mucho, pero creo que al final las cosas suceden por algo. Partí a buscar a Komal y la historia se volvió a repetir, lo que es muy bonito. He pasado por lo mismo, pero ahora a través de ella”, dice.
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