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Vivir con cáncer: El testimonio de una mujer que decidió ayudar a otros

Naomí Navarro (37) enfrenta su segundo cáncer en cuatro años. Nadie en su familia lo había padecido y a ella le tocó uno no sólo severo, sino casi invencible. Creadora de Cáncer Coaching Chile, hoy su energía está puesta en ayudar a otros a responder las mismas preguntas que ella se ha hecho al combatir su enfermedad.

13 de Junio de 2016 | 07:45 | Por Daniela Pérez G., Revista Viernes


REVISTA VIERNES LA SEGUNDA

“Todo comenzó con un estornudo. Como había gente alrededor, me lo tragué para no interrumpir. Pero quedé inmóvil. Mi pareja de entonces pensó que era una broma, pero lo miré y le dije: ‘No me puedo mover del dolor, no siento las piernas, no puedo enderezarme’. Los exámenes posteriores mostraron que me había quebrado una costilla y por eso un nervio comprimía una de mis vértebras.

Era el 2012, tenía 32 años y queríamos ser papás, pero ese estornudo cambió todo. Fue el comienzo de muchos dolores y un peregrinaje por doctores durante tres meses. Hasta que llegué a un reumatólogo. El 14 de agosto en la noche recibí su llamado. Me pidió que lo fuera a ver. Así llegó el 16 de agosto de 2012, el día en que me enteré que tenía cáncer. Cuando el doctor dijo “oncólogo”, todas las palabras que siguieron se volvieron ruido. ¿Me voy a morir?, fue lo único que pregunté. Con el tiempo me enteré de que a mis papás les dijeron que estaba desahuciada y que luego de contarme, el médico lloró y se fue a su casa.

Las preguntas que me hacía antes dejaron de tener significado: ‘¿Me iré a casar? ¿Tendré hijos? ¿Qué es la felicidad?’. Sólo pensaba: ‘¿Cómo? Soy sana, hago deporte, nado desde los 24 y fui récord nacional en 800 metros libres, no fumo, no tomo. También cosas más simples: ‘¿Cómo le cuento a mi hermano? ¿A mis amigas?’. Y después: ‘¿Por qué yo? ¿Qué necesito aprender?’.

Tuve que esperar 25 días para saber qué cáncer tenía. Es un cáncer a los huesos muy grave, común en guaguas y adultos mayores, pero no en gente de mi edad. Yo digo que es directo al cajón. Por suerte mi papá había contratado un seguro oncológico, si no, no podría haberme tratado. Cuando lo descubrieron, el cáncer se había comido una vértebra entera. Mi cuerpo estaba todo quebrado, con múltiples fisuras: fémures, costillas, sacro, coxis, cadera, hombros, todas mis vertebras comprometidas. El tratamiento debía ser inmediato. Ahí pregunté qué pasaría con mi sueño de ser mamá, porque la quimio te mata lo bueno y lo malo. Y en eso entra tu fertilidad. Aplicaron una técnica nueva: me sacaron el ovario más sano y fértil y guardaron partes de él en cinco tubos de ensayo. Ahí siguen guardadas mis posibilidades.

Cuando comenzó la quimio empezó otro calvario. Me dio todo lo que me podía dar y mi relación de pareja se acabó, él no pudo soportar la enfermedad y desapareció. Estuve en tratamiento un año y dos meses hasta que la enfermedad entró en remisión. Recién ahí pude procesar lo que había vivido.

En septiembre del año pasado volvieron los dolores. Era el cáncer nuevamente. Fue terrible. Rabia, miedo. ¿Por qué me volvió? ¿Qué es lo que no aprendí la primera vez? ¿Qué no llevé a la práctica? ¿Qué se me olvidó?

Pienso en la muerte. Es muy doloroso, se me aprieta la garganta, pero esta vez la siento más cerca. No puedo hacer como que no existe. Me da miedo cumplir con las metas que estaban hechas para mí e irme. Aunque sé que al otro lado es mucho más lindo, all inclusive. Pero somos cuerpo humano, queremos estar acá.

Aun así, yo vivo con mi cáncer, convivo con él. Ahora estoy de pie, aunque tengo la cadera quebrada. Bailo flamenco. ¡Zapateo! Yo bailo con la fea, pero no es un castigo. Y aunque me pregunté: ‘¿Quién me va a querer así, con un prontuario como el mío? ¿Quién va a pescar a una mina pelada con cáncer, en tratamiento?’. Pensé que nadie, pero me equivoqué: hace dos meses pololeo y me enfrento distinto a la enfermedad, con un hombre que sabe en qué estoy. Y vuelve el tema de ser madre, de casarme, de tener una familia, y pienso: ‘¿No será que quizás no estoy destinada a tener un hijo? ¿Qué pasaría si quedara embarazada y mi hijo tuviera cáncer?’. No quiero eso. Y si quisiera adoptar: ‘¿Me darían la oportunidad, a mí, de hacerlo?’.

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