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Ejecutivos con guitarra: Los adultos que se tomaron la "Escuela de Rock" en Chile

Médicos, ingenieros, abogados y altos ejecutivos se atrevieron a darle una vuelta de tuerca adulta a School of Rock Santiago -una academia a la que principalmente van niños- y, de paso, a hacer suya una pasión que no se atrevían a confesar.

24 de Junio de 2016 | 14:57 | Por Daniela Pérez y Natalia Ramos, revista Viernes
REVISTA VIERNES DE LA SEGUNDA

Martes, ocho de la tarde, una espesa neblina cubre La Dehesa. Las luces de los autos y las de cientos de ventanas esparcidas por el valle son la única señal de que no se está en el medio de la nada. A excepción de los restaurantes, el Mall Vivo Los Trapenses está casi desierto, porque afuera, donde el frío cala, pareciera que a esta hora no pasa nada. Eso, hasta cruzar la puerta del local 2004, ubicado en el segundo piso. En los 314 metros cuadrados de la única sede de School of Rock en Chile parece que la jornada recién empieza. Así es para un grupo de altos ejecutivos de importantes compañías que, en el estudio de grabación, tocan desenfrenadamente un clásico del rock. Y también para un baterista en ciernes que acaba de sacarse el abrigo negro de lana merino para empuñar las baquetas.

En la sala de ensayo principal, guitarras negras y blancas ya están afinadas, la batería brilla en el centro, al lado del teclado, a la espera de la banda que los hará sonar al ritmo de Foo Fighters las próximas dos horas. Liderados por Francisco Briones (39), “Noni”, Los profetas –nombre que aún está en discusión– llegan puntuales todos los martes a sus sagrados “ensambles”. Así se llaman las sesiones grupales que componen el 50 por ciento del Programa Performance Adultos, que también incluye una hora semanal de práctica con un profesor particular.

“Noni” asiste hace poco más de un año a School of Rock, el mismo tiempo que lleva esta escuela internacional en el país. La franquicia, adquirida por el ingeniero comercial Matías Puga por 15 años, está presente en todo el mundo y cuenta con más de 23 mil alumnos en las 183 escuelas que existen desde Canadá hasta Sudáfrica, contando Australia y Filipinas. En Chile no sólo se han concentrado en los nichos infantil y juvenil, sino que abrieron sus puertas con planes para todas las edades, “para los fanáticos de la música que tienen ganas de tocar, sin importar si saben o si son buenos”, dice Andrés Pérez Lecaros (42), su director musical.

Andrés –compositor y multiinstrumentista, que ha colaborado en proyectos como La Rue Morgue, Dracma y Hermanos Brothers-es el gran anfitrión de este espacio, al que le gusta definir como un verdadero “club de música donde entran todos los que quieran. Aquí sólo basta con ser apasionado por el rock”. Coordinador y creador de los programas, él convocó al amplio staff de profesores, entre ellos la guitarrista Cler Canifru; el bajista de De Saloon, Roberto Arancibia; Juan Pablo Bosco, de Los Jaivas, y la cantante Elisa Montes, quienes debían tener dos características para sumarse al proyecto: participar activamente en la escena musical chilena y no sentir rechazo por ningún género. “El que me dice: ‘Odio el reggaetón’ o lo que sea, no sirve para esto”, explica. Así, hoy cuenta con un variado repertorio de 15 músicos y se enorgullece cuando cuenta que se ausentarán una semana porque están de gira.

Además de ser como el director de orquesta, Pérez Lecaros – cuyo proyecto personal Yo soy Pérez ya suma dos discos– cumple la función de mentor. Tal como el personaje de Jack Black en la comedia hollywoodense de 2003, con pelo largo, chaqueta de cuero, anillos rockeros y una biblioteca mental cargada de solistas, bandas y recursos para todos los gustos, su energía convence a todos de que probar no es una locura. Así logró que esos papás a los que les abría la puerta cuando dejaban a sus hijos, se inscribieran.

“Los veía llegar con sus cabros y se impresionaban, pero cuando les preguntabas si querían probar, decían: ‘No, yo no toco ni el timbre’, ‘No, no canto ni en la ducha’. No hay algo que me enoje más que eso. Si te gusta la música, esto es para ti”, dice. Su convicción ha dado buenos resultados. A la fecha, School of Rock tiene 82 adultos inscritos, entre ellos destacados abogados, ingenieros, médicos y altos ejecutivos. “Un chileno mayor de 30 años cree que ya no formó parte del mundo de la música a su edad. Como que ya fue. El músico amateur se da poco y me parece que a la gente le encantó que aquí, nosotros, que somos músicos, sí los aceptáramos y sí les quisiéramos enseñar”.

Una vez derribada esa barrera, los programas para adultos –el que incluye clases particulares de guitarra, batería, teclados y voz; armar una banda y el coaching para aquellas ya formadas– se volvieron tan relevantes como el trabajo que se hace con los niños. De hecho, la escuela hoy está entre los primeros lugares de franquicias en el mundo en términos de adultos inscritos. Eso se nota después de las ocho de la tarde, cuando los niños se van a la casa y son los mayores los que llenan las salas de ensayo, abiertas hasta las 22:30 horas de lunes a viernes.

Ese éxito es aún más evidente en los ciclos de tocatas que organizan cada tres meses, cuando todos pueden vivir la experiencia de hacer un show en vivo. El último, el 30 de abril en el Exit Bar de Quinchamalí, convocó a 200 personas. “La escuela se organiza, buscan un local y lo acondicionan. El espectáculo es bueno, hay un backstage, un tipo que te afina la guitarra, sonidista, luces. Es un show heavy, de verdad. Subes, te pones a cantar y cuando terminas te bajas a tomar un copete. Ni siquiera te tienes que preocupar de llevar tu guitarra. ¡Es bacán! Un verdadero relajo de rockstar”, afirma Francisco.

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