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Se le cruzaron los cables a la UC

El equipo de Juvenal Olmos no tuvo chispa y creyó que en una de las decenas de centros sobre el área de Olimpia encontraría el empate. El rival, paraguayo, supo rechazar hasta el cansancio y se llevó a casa tres puntos vitales en la Copa Libertadores.

27 de Febrero de 2002 | 19:06 | Patricio Corvalán C. EMOL
SANTIAGO.- No hay que ser un genio ni un erudito en el tema del fútbol. Uno sabe desde chico que, así como los uruguayos meten goles hasta cuando se están yendo del estadio, con los paraguayos hay que jugar por bajo. Al menos nosotros, que nos acostumbramos en el barrio a la cachaña y no a los saltos.

Pues bien, la Universidad Católica hizo exactamente lo que no debía y tras un comienzo timorato y enredado creyó que la fórmula de emparejar el partido que a los 25' había denivelado Franco con un balazo desde 30 metros era el ollazo, el desborde y el centro alto, el tiro libre y el envión por arriba.

Como toda la tarde, la UC chocó contra una defensa primero bien plantada y luego lo suficientemente paraguaya como para despejar cualquier cosa que se elevara algo más de diez centímetros del pasto.

En ese plano, el opaco aporte de Iván Gabrich y la impotencia de Patricio Ormazábal poco y nada pudieron hacer para torcer el destino. Y por el otro lado, Olimpia jamás, pero jamás inquieto a Walker como para justificar el marcador.

Ni siquiera la entrada de Mirosevic cambió la suerte cruzada. El volante no fue solución -apagado, echado atrás, sin chispa- y dejó que siguiera siendo Ormazábal el mentor de las jugadas de riesgo. Recién la entrada de Barrera, laborioso, pudo haber conseguido el empate, pero cuando hasta la defensa paraguaya era sobrepasada apareció la solidez del meta Tavarelli, la figura del partido.

Esta vez, Olmos no se regaló un tiempo. Posiblemente, podrían haber jugado tres horas y el partido terminaba igual, pero no tuvo en sus piezas claves el motor que necesitaba para superar a un rival duro, porfiado y bien armado que se vino a defender, que conquistó un gol en pleno primer tiempo, y que insospechadamente se encontró con una labor fácil, la de rechazar centros por arriba.

La de jugar, simplemente, como paraguayos.
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