YOKOHAMA, Japón.- La selección de Japón consiguió la primera victoria de su historia en un Mundial al hacer valer su condición de local a base de garra, presión y espíritu de sacrificio ante el equipo de Rusia, quizás más dotado técnicamente, pero que no pudo maniobrar ante la consistencia que como bloque mostraron los rivales.
Fue un partido nivelado en líneas generales y especialmente interesante tras el descanso, ya que los rusos buscaron el empate con ahínco ante un rival crecido por el apoyo de su público, que pudo haber conseguido el 2-0 al contragolpe y, sobre todo, que fue capaz de impedir que el rival dispusiera de claras ocasiones de gol.
Las opciones de los rusos se redujeron a disparos lejanos que apenas creaban peligro ante la meta japonesa, por lo que el encuentro acabó con un triunfo local que invita a pensar que Japón estará en la segunda fase del torneo.
Dos formas bien diferentes de entender el fútbol se dieron cita en el estadio de Yokohama. El único punto en común estaba en la rivalidad entre ambas selecciones.
Los japoneses ofrecieron, espoleados por su público, un juego veloz y directo, sin excesivos alardes técnicos, pero con una gran capacidad para presionar y comprometer el fútbol más elaborado de los rusos.
El equipo de Oleg Romántzev tuvo muchos problemas para imponer un ritmo sosegado y de más toque en el centro del campo, que se ajustaba más a sus características. Cuando consiguió que las reglas del juego fueran las suyas, puso en algún aprieto al rival.
En cualquier caso, el choque de estilos futbolísticos se produjo en el centro del campo, nunca cerca de las porterías, puesto que a los delanteros casi nunca les llegaron balones en condiciones. Prueba de ello fue la escasa participación de los porteros en la primera mitad.
Fueron 45 minutos trabados, jugados a una velocidad y que en el capítulo de oportunidades ante la meta rival apenas dejan un remate de Hidetoshi Nakata, que salió alto a los 27 minutos.
Sin embargo, la jugada clave de la primera parte llegó poco antes del descanso, a los 41 minutos, cuando una penetración por la banda derecha del equipo ruso se resolvió con un "pase de las muerte". Cuando Semshov iba a rematar fue claramente derribado por Toda. El árbitro no vio el claro penal.
La segunda parte empezó con un ritmo trepidante. No solo por el gol de Inamoto a los cinco minutos, sino por la clara apuesta ofensiva de los rusos, que se produjo nada más encajar el gol. La entrada de Sychev en el descanso y, sobre todo, la de Khoklhov y Beschastnykh poco después, animaron a los rusos ante la portería.
El empate pudo llegar la primera vez que Beschastnykh tocó el balón, pero tras regatear al meta japonés, lo lanzó fuera.
El partido se animaba por momentos y la afición vibraba con la ventaja de los japoneses en el marcador, sobre todo con los contragolpes de su equipo, esporádicos pero peligrosos, ya que Rusia se había lanzado definitivamente al ataque.
En una de esas contras pudo haber llegado el tanto definitivo, pero el potente disparo de Hidetoshi Nakata se estrelló a los 70 minutos de partido en el travesaño de la meta de Nigmatullin.
El encuentro entró en su cuarto de hora final con un equipo ruso que tenía el balón pero no las ideas, entre otras cosas porque los japoneses se mostraban tan pegajosos como durante todo el encuentro y no daban un instante de respiro a su contrincante.
Los instantes finales fueron agobiantes para la selección japonesa ya que los rusos se volcaron con todo sobre la meta del conjunto local, pero el gol del empate no llegó y los tres puntos fueron para los anfitriones del torneo.
