LISBOA.- Portugal padece la fiebre de la Eurocopa. Después de que la ilusión entre los lusos fuese creciendo según avanzaba el torneo, el país anfitrión vivirá mañana su clímax cuando su equipo dispute ante Grecia la final.
Desde el comienzo del torneo, el país vive invadido por una ola de patriotismo que hace que en cada balcón y en cada coche haya una bandera con los colores rojo y verde.
En los días de partido, los taxistas se visten con la camiseta de la selección, y hasta las amas de casa van a comprar al mercado con la bufanda nacional. Tras cada victoria de Figo y compañía, los lusos tomaron las calles de todos los pueblos y ciudades para celebrar hasta altas horas de la madrugada.
Para mañana se espera la apoteosis. Desde hace unos días hay una iniciativa popular que pide a las autoridades la apertura de los estadios del torneo para observar allí la final en los videomarcadores.
Braga y Coimbra ya dieron su aquiescencia, Leiria y Faro-Loulé lo rechazaron por no tener condiciones, y se espera que el resto de coliseos accedan. El más solicitado es el José Alvalade, el otro estadio lisboeta, puesto que la final se jugará en el Estadio da Luz.
Como antes de cada encuentro, se espera también que miles de aficionados acompañen al equipo en su traslado en autobús desde Alcochete, a unos 30 kilómetros de Lisboa, hasta el recinto de la final.
Miles de motoristas, pescadores con sus barcos junto al puente Vasco da Gama sobre el río Tajo y simples aficionados a pie jalearán a Luiz Felipe Scolari y sus muchachos. Se espera tal aglomeración de gente que las autoridades ya realizaron un llamamiento para que no se interrumpa el tráfico.
La policía ya tuvo que intervenir para frenar otra idea del pueblo, la de formar una cadena humana desde el final del puente hasta el estadio por el Segundo Circular, la vía de circunvalación lisboeta. El comisario Alexandre Coimbra advirtió que el autobús seguirá otro recorrido para evitar problemas de tráfico, y pidió a los aficionados que no formen el cordón.
La participación ciudadana, hasta ahora siempre masiva y espontánea, es la clave de todo. El ayuntamiento lisboeta preparó otra iniciativa según la cual se formará en la Alameda Alfonso Henriques una enorme bandera portuguesa de 200 metros cuadrados hecha con flores que serán depositadas por portugueses anónimos.
Y si al final Portugal gana el trofeo, se espera que la fiesta no tenga fin. El país espera olvidar los difíciles momentos económicos y políticos que vive y celebrar que, por un día, es con todo derecho el mejor de Europa.