
ATENAS.- La ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de Atenas comenzó hoy en el Estadio Olímpico de la capital helena, con la presencia de unas 72.000 personas y una audiencia televisiva mundial estimada en 4.000 millones de personas.
La fiesta, que convoca a 2.400 participantes, inicia unos Juegos que regresan a su lugar de origen, Atenas, luego de 108 años y que durarán hasta el 29 de agosto, con la participación de 10.500 atletas de 202 países.
La apertura de Atenas 2004 cautivó a los emocionados testigos del estreno olímpico, invitados a sentirse parte de la fiesta por medio de dos sencillos utensilios que todos guardarán como recuerdo para el resto de sus vidas: una pequeña linterna-llavero de la que partían las miles de luces que reprodujeron el firmamento bajo la impresionante cúpula de Calatrava y un cascabel de cobre para llenar de sonido el acto.
El Estadio de Marussi, el barrio donde los gigantescos arcos diseñados por el arquitecto español desafían la gravedad, se estremeció con la profundidad estética y simbólica que sobrecogió a las miles de personas congregadas en las tribunas del OAKA, siglas del Complejo Olímpico de Atenas.
El OAKA detuvo los corazones de todos ellos, probablemente también a los telespectadores de todo el mundo que tuvieron el acierto de sentarse delante de sus pantallas para contemplar el espectáculo. El género humano recordó en Marussi todas aquellas cosas que dan sentido a la vida.
Cosas que la Grecia Clásica, cuna del olimpismo, entendió hace tres milenios y que, en la noche de la apertura, brotaron a borbotones en los corazones de la comunidad universal concentrada en el Estadio de Atenas, la gran "polis" de la antigüedad, el origen del pensamiento, de la filosofía, de las artes, de la razón, de la democracia.
Las balconadas del OAKA olvidaron por un momento los problemas de la humanidad, hermanaron a gentes que, en el terrible día a día, viven separados por la intolerancia, la injusticia, la insolidaridad, la guerra, la ambición y las más terribles desgracias.
La superestructura olímpica de Calatrava se convirtió, al menos por una noche, en el templo más hermoso para la esperanza de los hombres y mujeres del mundo. Ese es el mensaje del olimpismo.