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Despedida a Marcelo Ríos: El tibio adiós al mejor tenista chileno

Pudo ser una jornada gloriosa, de aquellas con lágrimas y emoción total. Pero un error de la organización dejó a miles de hinchas sin poder disfrutar del último partido del ex número uno del mundo. De todas formas, el talento del Chino sirvió para calentar la noche y darle el 'hasta siempre' que se merece.

23 de Diciembre de 2004 | 09:29 | Felipe Gálvez T, El Mercurio en Internet
  • Ver especial Marcelo Ríos

    Escuche al Chino Ríos | Vea la caótica vuelta olímpica del Chino

    SANTIAGO.- Debía ser la noche más emocionante de todas. Aquella donde ahora sí el adiós fuera el definitivo y aquel zurdo que tantas alegrías dio a Chile entregara sus últimos reveses como profesional con una ovación cerrada de los fanáticos. Sin embargo, en vez de alegría hubo molestia; en vez de aplausos, pifias.

    Sí, porque anoche, en un San Carlos de Apoquindo casi repleto que aportaba el marco ideal para el último partido de Marcelo Ríos, unos cuantos miles de fanáticos no pudieron disfrutar del juego debido a un grosero error de la organización. Las gradas preferenciales que se ubicaron junto a la carpeta donde se disputó el encuentro, obstaculizaron a tal punto la visual de los hinchas de galería que muchos debieron seguir el juego por una pantalla gigante y otros derechamente se fueron a sus casas cuando aún no terminaba el primer set.

    Lamentable, considerando que se trataba de un momento esperado por miles de chilenos y por el propio Ríos. Tras más de un mes recorriendo Chile en el marco de su despedida del tenis, el "capítulo Santiago", el del desenlace, el del adiós final, se veía empañado por la molestia de los fanáticos que se expresaba de las más distintas maneras.

    No fueron pocas las veces que el Chino y Guillermo Coria, el invitado a completar la jornada, debieron interrumpir sus saques por las pifias que bajaban de la tribuna. Amplificados por los micrófonos ambientales, los gritos y reclamos eran claramente oídos por los protagonistas.

    Ríos esperaba y miraba a todos lados como buscando una respuesta. Pero no la había. "Denle volumen a la tele!!!", gritó un fanático dejando claro que ellos veían mucho mejor a través de la pantalla ¡y eso que habían pagado una entrada para estar en el estadio! La molestia era total.

    En la mitad del primer set, el propio Coria se detuvo para animar un poco al público. Canchero el argentino, pidió el micrófono al juez y preguntó a los asistentes: "¿Y dónde están los chi chi chi, le le le?"

    No pasó mucho antes que le cayera de las galerías la respuesta. "Fue instantáneo. Se veía tan mal en galería que un tipo a nuestro lado comenzó a gritar y ahí todos lo seguimos", detalló más tarde una fanática que viajó desde la Quinta Región para ver por última vez al Ríos tenista.

    Lo cierto es que de un momento a otro, del sector sur del estadio bajó hasta los oídos de todos un ceacheí muy particular: "chi chi chi, le le le, no se ve ni una hueá". Era la expresión máxima de la rabia que, expresada humorísticamente, expulsaban los hinchas. No hubo sector del estadio que no repitiera el grito y el primer set ganado por el Chino pasó, lastimosamente, a un segundo plano.

    A tal punto llegó la situación que a Jorge Mackenna, productor de Mey Comunicaciones, organizadora del evento, no le quedó más remedio que intervenir. "Estoy dando la cara y pido las disculpas por el error que los afectó. Lamentablemente la única solución que les puedo dar es que a partir del lunes concurran al lugar donde compraron sus entradas y soliciten la devolución del dinero", expresó, poniendo punto final al asunto.

    No fueron pocos los que apenas conocida la noticia buscaron en sus bolsillos, o en el suelo, el ticket que les dio ingreso al estadio (cuyos valores fluctuaban entre los 7 mil y 30 mil pesos). Sólo tras ello, y con mucha gente de pie para tratar de ver mejor, el partido volvió a ser el evento principal de la noche.

    El adiós que todos querían

    La disposición de los jugadores también ayudó. Coria no quería irse sin un set así que bregó lo suficiente como para complicar a Ríos y ahí los fanáticos disfrutaron del talento de ambos. A los ajustados y veloces tiros del argentino, el Chino respondía con su hermoso revés a dos manos y los conocidos drops que dejaban al "mago" clavado en el fondo de la cancha sin más opción que observar cómo la pelota daba más de dos botes en su mitad. La sensación que dejaba tras sus golpes era contrapuesta: satisfacción por verlo jugar, decepción por saber que aunque dice adiós, todavía tiene mucho tenis para entregar.

    Así, animados por el buen juego - y sabiendo que recuperarían su dinero- los asistentes se entusiasmaron y aplaudieron cada punto disputado. Volvieron los ceacheís "normales" y, ya cuando el partido expiraba, la emoción que merecía la despedida: "no se va, no se va, el chino no se va".

    Ríos detuvo su saque y gozó de ese momento único donde 15 mil espectadores le brindaban, por fin, un adiós como merecía. Tardío, tal vez, pero valioso al fin, el reconocimiento del público bien valía detenerse un minuto para recordar las imágenes de un joven Ríos ganando en el Abierto de Estados Unidos, poniendo en aprietos a un experimentado Pete Sampras, triunfando por Chile en la Copa Davis, o alzando la bandera tricolor en Miami cuando alcanzó la cima del mundo.

    Sólo ahí se vivieron en San Carlos de Apoquindo los sentimientos de la despedida, que culminó con un triunfante Marcelo Ríos (6-4 y 7-5) agradeciendo al público y dedicando su último partido como profesional a su hija Constanza.

    "Es súper difícil no emocionarse. Ha sido un día especial, pero me da pena que sea la última vez que juegue a este nivel. Quiero agradecer a toda la gente que estuvo conmigo en todos los momentos: a mis padres y a mi hermana. Lamentablemente, no está mi hijita, pero esto se lo dedico a ella", habló el ex número uno del mundo. (Escuche al Chino Ríos)

    Su vuelta olímpica - empañada otra vez, pero ahora por la acción matonezca de los llamados 'guardias de amarillo'- fue el epílogo para una jornada que, aunque pudo haber sido mejor, dejó el gusto final de que se despidió a un grande, de que se dijo adiós al mejor.
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