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Rafael Nadal: Un niño que llegó a ser número uno

Fue rey de la arcilla: creyeron que tenía pies de barro. Es el mejor del mundo, pero parece no importarle. Es que sólo quiere jugar al tenis. Es Rafael Nadal, un zurdo que no es zurdo.

18 de Agosto de 2008 | 13:27 | El Mercurio Online, agencias
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Nadal, un español que siempre miró su futuro como un triunfo.

EFE

SANTIAGO.- Corría 1996 y el sobrino de Miguel Ángel Nadal, crack de Barcelona y la selección española de fútbol, se coronaba monarca del Campeonato de Tenis de España Alevín. El muchacho tenía cerca de 11 años y ya le ganaba a chicos mayores.


Fue entonces cuando su entrenador y tío, Antonio Nadal, le mostró un listado con los últimos 20 ganadores del título que recién había alcanzado. Rafael sólo pudo reconocer a dos: Sergi Bruguera y Álex Corretja. El resto, reflexionó, se habían quedado en el camino.


De eso ya van 12 años. Hoy, el muchacho que ganó el torneo en 1996 es el número uno del mundo. "Ser número uno es un regalo por tanto trabajo realizado en el pasado", fueron sus palabras luego de asegurar el privilegio en Cincinnati. El muchacho no olvidó la lección.


Nació en Manacor, en las Islas Baleares –España, ya se sabe- el 3 de junio de 1986. Hijo de una acomodada familia de la zona, Rafael Nadal Parera se interesó desde pequeño por los deportes. Jugó fútbol y tenis con pasión. Claro, tenía un tío estrella –en ese entonces del Mallorca- y otro tío tenista profesional.


Han sido 22 años de trabajo, esfuerzo y trabajo. Rafael Nadal Parera no le hace asco. Fue educado así. Está convencido de lo que hace. Cuando partió en el tenis, tomaba la raqueta con cualquiera de las 2 manos, aun cuando escribía con la derecha. Pero su tío pensó que era mejor ser zurdo en el circuito y Rafael trabajó la izquierda.


Hoy, su zurda es sinónimo de poder y precisión. Y sí: sigue escribiendo y haciendo todo el resto de las cosas con la derecha.


Su madre, Anna María, lo viene acompañando a los rectángulos desde que era un niño y lo sigue haciendo ahora, cada vez que puede. Su tío, Toni, es su entrenador. Su padre, Sebastiàn lo acompaña y administra su dinero. Su abuelo, Rafael, lo mima y lo aconseja.

Rafael Nadal aún vive en la casa de toda su vida, la de sus padres. No se ha mudado a Montecarlo o a algún paraíso fiscal como el resto de los grandes tenistas. A este español le gusta su casa y cuando no está compitiendo está ahí, en su pueblo, descansando o entrenando.


Nadal pololea con Xisca, una chica de su ciudad, hija de una familia amiga de la suya. Xisca es dos años menor que él y salen juntos a pescar. Es que el tenista no tiene gustos fuera de lo común. Pesca, juega golf, le gusta el fútbol, las pastas, los mariscos y jugar playstation.


Cada vez que coincide en un torneo con David Ferrer, David Nalbandián y Carlos Moyá –su gran amigo y compañero de entrenamiento en sus inicios- arman verdaderas batallas de fútbol virtual. Son pleitos a cinco partidos o a cinco sets, como dicen ellos. Nalbandián con Moyá y Nadal con Ferrer. Hay apuestas de por medio. Se dice que van desde hacer flexiones en la vía pública, pasando por hacer perro muerto en restaurantes, hasta pasearse en ropa interior por el lobby del hotel de turno.


Es que el español es un niño. Uno que no soporta estar lejos de los suyos cuando se siente triste. Cuando este año perdió en el Abierto de Australia, tenía reservas en bussines para volver a España. Pero debía esperar en Singapur: los vuelos estaban copados. Rafa, no aceptó la espera y compró, él mismo, un boleto para su país. Rafael Nadal, entonces segundo mejor tenista del planeta, volaría en clase turista.


El camino de Nadal al número uno se terminó de pavimentar tras vencer a Roger Federer en la final de Wimbledon. El mejor partido de la historia dijeron muchos. Lo cierto es que se emocionó. Por primera vez ganaba Wimbledon, le ganaba al mejor del mundo, se ganaba a sí mismo.


Pero, en realidad, el camino de Nadal a la cúspide del tenis partió antes, cuando el 23 de mayo de 2005, a los 19 años, se coronó campeón de Roland Garros. Después de eso, no perdió ningún partido en la tierra de París. El mito comenzaba a crecer y Nadal se convertía en un gran tenista español: un rey de la arcilla.

A pesar de que Nadal, inevitablemente llegaría al número uno hoy, no deja de señalar que él no es el mejor. "No hay duda de que, tenística y técnicamente, Federer es el mejor para mí. Sigue siendo el mejor, el mejor de la historia", afirma. Parece que tanta modestia, le afecta la memoria al manacorí, pues en abril de 2005, declaró: "No sé hasta dónde puedo llegar".

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