JOHANNESBURGO.- Wayne Rooney, boxeador en su juventud, o Diego Forlán, un loco del tenis, son algunos ejemplos de los mundialistas a los que el fútbol les dio dinero y fama, pero que dudaron en su día entre este deporte y otros que les gustaban.
"Cuando era niño, compaginaba el boxeo y el fútbol", afirma Rooney, hijo de un púgil inglés, que empezó a jugar en el Everton, el club del que era hincha en su ciudad natal, Liverpool.
"Entrenaba una noche con un deporte y la siguiente con el otro, pero cuando tenía quince años, el Everton me dijo que tenía que dejar el boxeo si quería seguir jugando al fútbol y eso hice", añade.
"Todavía me gusta ver el boxeo. Es una gran afición en mi familia. Todavía hago un poco después de los entrenamientos, pero obviamente sin pelear. Me gusta, me sirve para echar fuera algunos enfados", añade.
En el caso del uruguayo Diego Forlán, su sueño, pese a que su padre fue un famoso futbolista, era ser tenista profesional y jugar un Grand Slam, y para ello se entrenaba en el Tarrasco Lawn Tennis Club de Montevideo, pero cuando tenía once años, se decidió definitivamente por el fútbol.
"Mi sueño cuando era pequeño era disputar Roland Garros o Wimbledon, y no ser futbolista profesional", afirma.
Fue su hermana Alejandra, que quedó paralítica tras un accidente de carretera, la que le empujó hacia el fútbol.
"Ella me orientó hacia el fútbol. Decía que si pudiera correr que lo haría detrás de un balón. Pensé después que con el fútbol podría ganarme mejor la vida y encontrar un milagro para su curación", añade Forlán.
El uruguayo muestra una gran habilidad también en el golf, un deporte al que se empezó a aficionar en su etapa en el Manchester United y que cultivó cuando estaba en el Villarreal, y disputaba partidas con el jugador profesional Sergio García, que vivía cerca de la ciudad castellonense.
El francés Thierry Henry es un loco del básquet y siempre que puede se marcha a Estados Unidos para ver partidos de la NBA y de su amigo Tony Parker, compatriota suyo y base de los San Antonio Spurs.
El baloncesto es una fuente de inspiración y aprendió mucho sobre el trabajo de equipo leyendo la autobiografía de Phil Jackson, que fue entrenador de Michael Jordan en los Chicago Bulls.
"Jordan marcaba 50 puntos por partido pero los Bulls no ganaban. Llegó Phil Jackson y educó a sus jugadores en los valores colectivos y que había que jugar en equipo. Desde ese momento empezaron a gansar y Jordan se convirtió en el mejor jugador del mundo. Es una buena lección", confesó una vez Henry.
Otros por sus características, podrían dedicarse a otros deportes como los espigados delanteros Nikola Zigic (Serbia) o Peter Crouch (Inglaterra), que con sus más de dos metros podrían haberse dedicado al baloncesto.
El inglés Theo Walcott, de origen jamaicano, que corre los 100 metros en 10.37, habría sido un gran atleta, pero no ha podido 'esprintar' en el Mundial, ya que el seleccionador Fabio Capello lo incluyó en una primera preselección, pero no le convocó entre los 23 finales.