Javier Irarrázaval, es gerente general de Disney para América Latina y presidente de organizaciones internacionales de RSE.
El MercurioEl Presidente de la organización Responsabilidad Social de las Américas y past president de la principal entidad del mismo ámbito en Chile, Javier Irarrazaval, indica que el caso de Minera San Esteban es de los que demuestra la necesidad de que las empresas desarrollen las mejores prácticas hacia sus clientes, la comunidad y sus trabajadores.
El ejecutivo- que también es gerente general de la multinacional Disney para Latinoamérica- recuerda una anécdota ocurrida con un alto ejecutivo de una multinacional tecnológica que en una importante reunión de negocios dijo que esa empresa no estaba sólo para reportar ganancias a sus accionistas, sino para - además de eso- generar ganancias para la sociedad en su conjunto y en ese contexto, brindar una legítima recompensa a los inversionistas.
“Las empresas que no consideran todas las variables de la responsabilidad social no tienen asegurada su proyección futura”, enfatiza.
E Irarrázaval habla con experiencia aprendida dado que como gerente general para Disney para la región, le ha tocado aplicar entre otras cosas los códigos de conducta de la multinacional de la entretención para las fábricas en la región que confeccionan productos bajo la marca Disney.
Dice que anualmente se audita a miles de fábricas en todo el mundo y que si no se cumplen con los códigos de conducta de la multinacional- entre ellos los laborales-se les da plazo para obtener mejorías y si no corrigen “simplemente se deja de trabajar con ellas”.
“Y multinacionales chilenas como Cencosud o Falabella no se pueden quedar detrás de un Wal Mart, por ejemplo”, indica, destacando el esfuerzo permanente que hacen esas empresas en responsabilidad social empresarial (RSE).
Al tratar el caso San Esteban, en todo caso, el ejecutivo rescata que los mineros estén hoy vivos y también que su conducta denota que recibieron una capacitación que les ha permitido organizarse y seguir sobreviviendo hasta la actualidad.
“Lo que queda muy claro es que necesitamos más responsabilidad social empresarial”, afirma, agregando que “necesitamos una sociedad donde los individuos y dentro de ellos, los empresarios, asuman como propia y como buen negocio, en su empresa, aplicar en forma estratégica los principios de la RSE: cuida a tu gente, cuida el medio ambiente, a tu comunidad, a tus clientes y proveedores; porque así cuidas la sustentabilidad de tu organización y de la sociedad, en el largo plazo”.
INNOVACIÓN
El ejecutivo conecta el tema con la próxima conferencia que deberá dictar en el seminario sobre Innovación y Emprendimiento que organiza Activa Chile en conjunto con la Universidad de Los Andes, el 31 de agosto.
Para él todos estos temas deben discutirse también en lo interno de las empresas, así como dar espacio a las ideas que se aporten en materia de mejorar procesos, relaciones internas, vínculos con los clientes y la comunidad.
Cuando habla de innovación en Chile Irrarázaval es taxativo: la sociedad chilena se caracteriza por castigar rápidamente el fracaso y no dejar innovar. “Al chico que es molestoso, pero que tiene buenas ideas, se le castiga, y se privilegia al ordenado, pero que aporta poco al proceso creativo”, ilustra.
Por eso dice que para el fomento de la innovación en Chile, en todos estos temas, se requiere de un cambio de mentalidad de más largo plazo. Cita el caso de un alto ejecutivo de una multinacional que permite a sus ejecutivos decorar sus oficinas como se les dé la gana o de otras empresas que hacen de la innovación un proceso constante, donde el gerente tiene la puerta abierta de su oficina permanentemente.
No obstante, también visualiza algunos problemas puntuales de corto plazo que obstaculizan la innovación en Chile o que – como dice- refuerzan el castigo por sobre el emprendimiento. Por ejemplo, los sistemas de registro de deudores como el Dicom que no distinguen entre una gran mora o una pequeña; o la ley de quiebras que en definitiva penaliza un emprendimiento, sin capacidad de volver a crear otro.
“Si Walt Disney hubiera sido chileno no habría podido formar la compañía que formó”, resume gráficamente.