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Brasil insistirá en reunión del G20 en acabar con ajuste económico y estimular el crecimiento

Según la Presidenta brasileña Dilma Rousseff, la salida a la crisis pasa "por el crecimiento con distribución de renta y la creación de empleos".

12 de Junio de 2012 | 07:48 | EFE
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Presidenta de Brasil, Dilma Rousseff.

Reuters (Archivo).

BRASILIA.- Brasil acudirá a la Cumbre del G20 en México convencido de que el camino de la recuperación mundial no pasa por contenciones del gasto, sino por medidas que estimulen el crecimiento, que son las que pusieron al país "en la ruta correcta".


La Presidenta brasileña, Dilma Rousseff, adelantó la semana pasada, al recibir al Rey de España, el mensaje que llevará al G20 en el "delicado momento económico por el que pasan el mundo y Europa en particular".


Según Rousseff, la salida a la crisis pasa "por el crecimiento con distribución de renta y la creación de empleos" con el necesario "equilibrio macroeconómico", y no "por el ajuste y la parálisis", que acaban volcando sus consecuencias sobre los más pobres.


Desde que estalló la primera fase de la crisis financiera global, en 2008, Brasil ha aplicado las recetas recomendadas por Rousseff y se ha mantenido prácticamente al margen de las turbulencias, aunque en buena medida gracias a los altos precios de las materias primas, que constituyen el grueso de sus exportaciones.


Más allá del comercio exterior, se han aplicado planes sociales de mucha envergadura, que en la última década han permitido sacar de la pobreza e incorporar a su potente mercado interno a unos 40 millones de personas, que emergieron socialmente ávidas de consumo.


Según el Gobierno, esa nueva clase media es la que hace "girar la rueda de la economía", pues su fuerte papel en el mercado potencia la actividad industrial y a su vez contribuye con la generación de empleo, lo cual le permite al país exhibir una tasa de paro del 5,7%.


Con una estricta disciplina fiscal y una inflación controlada en torno al 5% anual, la economía brasileña ha acumulado en la última década un crecimiento cercano al 40%, con picos del 6,1% en 2007 y del 7,5% en 2010.


Sin embargo, esa expansión ha perdido fuelle en los últimos dos años y cayó en 2011 al 2,92%, una tasa que no preocupa al Gobierno, sobre todo en tiempos de crisis global.


Pese a esa desaceleración, que según las proyecciones oficiales se mantendrá este año, con un crecimiento similar al del 2011, la economía brasileña se ha convertido en la sexta del mundo y ofrece un panorama que alienta el optimismo en el corto y mediano plazo.


En el horizonte más cercano están las obras de infraestructura necesarias para la celebración del Mundial de fútbol de 2014, que se realizará en Brasil, y los Juegos Olímpicos de 2016, que serán celebrados en Río de Janeiro.


Más allá de esos eventos deportivos, unas reservas petroleras calculadas en unos 80.000 millones de barriles de crudo que yacen en aguas profundas del océano Atlántico demandarán inversiones del orden de los 230.000 millones de dólares en los próximos tres años.


En medio de toda esa dinámica económica que ha hecho de Brasil un país de moda para los negocios en el mundo, hay algunas nubes que para muchos analistas pueden ser el presagio de futuras tormentas.


La industria brasileña, según admite el propio Gobierno, se ha estancado y debe encarar con rapidez un proceso de modernización de profundo calado a fin de no perder competitividad en los mercados externos.


Al mismo tiempo, debe dotar a su producción de mayor valor agregado, para no depender de unos precios de materias primas que hoy se mantienen elevados pero que pudieran caer en un futuro.


Sin embargo, pese a esa urgencia de modernización industrial, el propio ministro de Hacienda, Guido Mantega, reconoció en días pasados -sin precisar cifras- que las tasas de inversión del sector privado se han reducido en los primeros meses de este año.


"Tenemos una crisis externa muy fuerte que no se resuelve” y “eso deja medio asustado al inversor privado”, admitió el ministro.


Por su parte, los industriales reconocen el impacto de la crisis, pero también alegan que las altas cargas impositivas -cercanas al 45%- también suponen un freno para la actividad económica.


"Producir en Brasil es más caro que en Estados Unidos, en muchos países de Europa y en nuestros vecinos de América del Sur”, se quejó recientemente el presidente de la poderosa Federación de Industrias del Estado de Sao Paulo (Fiesp), Paulo Skaf.

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