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La historia del club de esquí en Montana del que hoy son socios Justin Timberlake y Bill Gates

Han gastado US$ 100 millones en mejoras del Yellowstone Club. Eliminaron las alfombras persas, las sillas de terciopelo y las arañas que hacían que el hotel pareciera más un burdel del siglo XIX.

03 de Octubre de 2012 | 14:03 | Bloomberg
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El actor y cantante Justin Timberlake.

AFP

PORTLAND, OREGON.- Como siempre, Sam Byrne y Billy Collins tenían Pioneer Mountain, en el Yellowstone Club, para ellos solos. El año pasado, se deslizaban cuesta abajo dando vueltas a toda velocidad cuando de pronto chocaron con fuerza.


El impacto les abrió los cascos. Byrne, cuya firma de adquisiciones, CrossHarbor Capital Partners LLC, es propietaria del centro de descanso privado de Montana, rompió un esquí por la mitad. Collins, el jefe de ventas del club, salió despedido hacia los árboles. Ambos lograron llegar al hotel y luego se les dijo que habían sufrido una conmoción, informa la revista Bloomberg Pursuits en su edición de otoño.


Para Byrne, que tiene 47 años, fue un encuentro más con el peligro. El año pasado recorrió la ruta de la carrera Baja 1000 en México en una motocicleta Honda hasta que un amigo se estrelló y sufrió un colapso de pulmón. En 2007, el mástil del yate de carrera de 25 metros (82 pies) de Byrne, el Captivity, se partió a medianoche durante una regata caribeña de 1.300 kilómetros con viento de 25 nudos. La tripulación, que sólo contaba con el motor de reserva, dirigió el yate hacia las luces de la costa de Cuba, el lugar más cercano. Tuvieron suerte. La luz procedía de la base estadounidense de la bahía de Guantánamo. La embarcación estaba destrozada.


"Pongo mucha energía en todo lo que hago", dice Byrne, cuya agradable sonrisa y el pelo gris con raya a la izquierda le dan más el aspecto de un banquero de Boston, donde tiene sede CrossHarbor, que de un adicto a la adrenalina. Mueve la cabeza y se ríe ante sus salidas, que surgen en conversaciones, como cuando otras personas cuentan sus vacaciones en la playa.


La gran compra


El Yellowstone Club, un enclave privado ubicado en la cadena montañosa Madison, al sur de Bozeman, es la última diversión emocionante de Byrne. En lugar de limitarse a comprar una casa en el lugar, como otros acaudalados amantes del esquí, adquirió las 5.504 hectáreas (13.6000 acres) y todo lo que éstas contenían -15 elevadores, tres hoteles, una cancha de golf- por US$115 millones luego de la quiebra del club en 2008. Por otra parte, lo hizo durante la peor recesión desde la década de 1930.


CrossHarbor es más que una escapada tranquila con vistas suizas en los Estados Unidos y cuestas despobladas. También tiene miembros ricos, entre ellos Bill Gates y Barry Sternlicht, el máximo responsable ejecutivo de Starwood Capital Group LLC. Desde que se hizo cargo, Byrne ha sumado nombres a la lista e incorporó a Justin Timberlake –que es un snowboarder excelente-, al presidente de Google Inc., Eric Schmidt, y a Peter Berg, actor y director de la película "Friday Night Lights", de 2004.


"Es un grupo de gente muy interesante y ecléctico", dice Berg. "Tengo muchos nuevos amigos"


Propiedad obligatoria


El costo de la membrecía es caro: hay que comprar una propiedad, ya sea un condominio por US$ 2,5 millones o una finca de 144 hectáreas por US$ 18 millones. El club, que fundaron a fines de la década de 1990 el ex barón de la madera Tim Blixseth y su esposa Edra, atrajo a administradores de fondos de cobertura como Cliff Asness y Jeffrey Ubben, así como a figuras políticas, entre ellas el ex vicepresidente Dan Quayle y el extinto representante Jack Kemp.


Byrne visitó el lugar en 2005, compró un lote para construir y luego cuatro más para desarrollar y vender, tras lo cual adquirió Sunrise Ridge, un grupo de 58 duplex y triplex, 15 de los cuales estaban en construcción.


Poco después de la llegada de Byrne, un drama al estilo Kardashian convirtió el Yellowstone Club en un reality show en la corte de Montana. El club había tomado un préstamo sindicado de US$ 375 millones de Credit Suisse Group AG y los Blixseth lo usaron para hacer compras de lujo fuera del club, entre otras cosas una isla privada en el Caribe por US$ 28 millones, según una demanda de 2006 del ex ciclista Greg LeMond, que en aquel momento era miembro y propietario parcial.


Luego los Blixseth se divorciaron. Edra obtuvo el club en un acuerdo, en momentos en que el sistema financiero global se desplomaba y eliminaba el mercado de chalets de esquí de US$ 10 millones. CrossHarbor, que administra fondos para el Smith College y otras instituciones, le prestó al club US$ 23 millones para que siguiera operando en quiebra antes de comprarlo.


Mejoras del club


Luego de cinco años de mala prensa que afectaron la marca, el club necesitaba un líder con capacidad de recuperación, que pudiera demostrar que llegarían tiempos mejores.


"El lugar necesitaba un rostro", dice Byrne, que siempre ha rehuido a la prensa pero que se hizo cargo de ese papel.


Byrne y sus socios, entre ellos el multimillonario Ronald Burkle, han gastado US$ 100 millones en mejoras en el club. Eliminaron las alfombras persas, las sillas de terciopelo y las arañas que hacían que el hotel de montaña, con su alta chimenea de piedra y alce en el menú, pareciera más un burdel del siglo XIX.


Incorporaron canchas de tenis, un clubhouse en la cancha de golf, un nuevo centro de ejercicio y 20 Below, una zona para niños con un local de comida rápida, cancha de básquetbol y cine. También se prepara un nuevo pueblo en torno del hotel con spas, bares y comercios, dice Mike Meldman, máximo responsable ejecutivo de Discovery Land Co., que administra el club y es propietario de una parte. "Va a ser como una ciudad de montaña en miniatura", dice.


Podría pensarse que un centro de esquí para millonarios sería un establecimiento de lujo con Dom Perignon y trufas a 3.000 metros de altura. Todo eso está presente, pero no hay que confundirse. La verdadera estrella es el esquí, y se lo puede practicar a más velocidad que en Vail o Aspen porque la cantidad de esquiadores es mucho menor. "El esquí es de primer nivel", dice Berg.


Para Byrne, esa es la recompensa por la compra del club. Byrne adora el esquí, más que las regatas, más que el motociclismo, hasta más que trabajar.

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