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Recelos rusos por el nuevo rumbo antiterrorista de Washington

Tras la abierta advertencia del presidente de EE.UU., George W. Bush, a Pyongyang, Teherán y Bagdad, en su mensaje sobre el Estado de la Unión, el Kremlin no ha dudado en subrayar la profunda brecha que hay entre su concepto de lucha antiterrorista y el de Washington.

02 de Febrero de 2002 | 08:49 | EFE
MOSCU.- Rusia siguió hoy la Conferencia de Política y Seguridad de Munich preocupada por la nueva fase de la estrategia antiterrorista de Estados Unidos, que apunta a tres socios de Moscú -Corea del Norte, Irán e Irak- como el "eje del mal" a combatir.

Tras la abierta advertencia del presidente de EE.UU., George W. Bush, a Pyongyang, Teherán y Bagdad, en su mensaje sobre el Estado de la Unión, el Kremlin no ha dudado en subrayar la profunda brecha que hay entre su concepto de lucha antiterrorista y el de Washington.

Aunque dio su pleno apoyo a EE.UU. en la campaña afgana -a costa de perder influencia en Asia Central-, Moscú no parece dispuesto a seguir a Washington en la demonización de Estados concretos y menos aún si son aliados tradicionales de Rusia.

Tal y como dio a entender el ministro de Defensa ruso, Serguéi Ivanov, presente en Munich, la lucha antiterrorista debe apuntar a los grupos radicales, su respaldo financiero, el tráfico de drogas que los sustenta y la migración ilegal.

El ministro de Asuntos Exteriores ruso, Igor Ivanov, fue más allá y en Tokio señaló hoy que la lucha antiterrorista debe ser un esfuerzo "conjunto".

"No se puede admitir que la lucha contra el terrorismo conduzca al logro de determinados objetivos políticos", destacó durante esta visita a Japón.

Añadió que "las acusaciones sobre terrorismo deben sustentarse en hechos reales" y su combate "no puede identificarse con la lucha contra algunos estados, pueblos o religiones".

Ivanov advirtió de que tal "identificación puede conducir a una escisión en la coalición antiterrorista, en la que nadie está interesado".

El presidente del Comité de Asuntos Internacionales de la Duma rusa, Dmitri Rogozin, subrayó que EE.UU., al acusar a Irak, Irán y Corea del Norte de formar un "eje del mal" ha utilizado las mismas palabras que describían a Alemania y Japón en la II Guerra Mundial.

Moscú considera las relaciones con aquellos tres países como pilares de su estrategia en Asia, mucho más importantes si cabe tras los sucesos del 11 de septiembre, que han llevado a EE.UU. al patio trasero ruso con la aquiescencia del Kremlin.

Ahora, las amenazas de Bush ponen en peligro sus esfuerzos para aliviar la tensión en torno a Irak, interés movido por la enorme deuda contraída por Bagdad con Moscú y por los recursos iraquíes de crudo, prioridad de las petroleras rusas.

Irán, por su parte, es un socio clave de Rusia, pues ambos países comparten intereses en la región del Caspio y muestran el mismo rechazo al acercamiento de la OTAN y EE.UU. al Cáucaso.

Teherán es además uno de los principales clientes de la industria armamentística rusa, a la que compró en la primera mitad de la década pasada pertrechos militares valorados en 5.000 millones de dólares.

En noviembre de 2000, la Administración del presidente ruso, Vladímir Putin, rompió un acuerdo secreto con EE.UU. vigente desde 1995 por el que Moscú se comprometía a no firmar nuevos contratos de venta de armas convencionales a Irán.

Una de las pesadillas de Washington es que Teherán consiga de Moscú tecnología de misiles capaces de portar cabezas nucleares o que las centrales atómicas que Rusia construye en Irán puedan ser empleadas para crear armas de destrucción masiva.

En cuanto a Corea del Norte, este país, que apenas atrajo la atención de Moscú en los años 90, concentra parte de los intereses estratégicos rusos en Extremo Oriente, como en tiempos soviéticos.

Putin visitó Pyongyang en julio de 2000 y el pasado agosto el líder norcoreano, Kim Jong-il, viajó por tren hasta Moscú en una visita histórica que realzó la diplomacia del Kremlin para sacar al último régimen estalinista de su ostracismo internacional.

Incluso, Rusia ha pedido incluir a Corea del Norte e Irán en las negociaciones ruso-norteamericanas sobre desarme, ligadas al desarrollo del polémico escudo antimisiles con el que Bush quiere defenderse de las presuntas amenazas de Pyongyang y Teherán.

A pocos observadores en Rusia se les escapa que la actitud beligerante de Washington no sólo pone en peligro la estrategia de seguridad del Kremlin sino que esconde un manifiesto desdén hacia la opinión de Moscú en el nuevo panorama internacional resultante del "11-S".
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