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Astronauta recuerda experiencia singular en el espacio

"Tuve un instante de reflexión y sentí que estaba haciendo exactamente lo que Dios me había encomendado", recuerda. "Me sentí uno con el universo, lo que es una sensación extraña para un ingeniero", sostuvo Jerry Ross, el más experimentado cosmonauta de la Nasa, al recordar una caminata espacial de 1991.

04 de Abril de 2002 | 10:44 | AP
CENTRO ESPACIAL, Houston.- Enfundado en su traje espacial, Jerry Ross flotaba en la oscuridad, rodeado por el silencio vasto y profundo del espacio.

Pese a que giraba en torno de la Tierra conectado a un extremo del brazo robótico del transbordador espacial, a más de 28.000 kilómetros por hora, Ross sentía como si estuviera deslizándose en un globo aerostático. Sólo advertía que avanzaba en el espacio y en el tiempo cuando atisbaba la rotación del planeta a 450 kilómetros bajo sus pies.

Ya había hecho otras caminatas espaciales antes, incluyendo una el día anterior cuando reactivó un observatorio científico con un enérgico sacudón para desatascar su antena. Pero esta vez era diferente. Mientras flotaba serenamente en el espacio y concentrado en su tarea, Ross tuvo una súbita sensación interior como una revelación.

"Tuve un instante de reflexión y sentí que estaba haciendo exactamente lo que Dios me había encomendado", recuerda. "Me sentí uno con el universo, lo que es una sensación extraña para un ingeniero y para un muchacho de los maizales de Indiana, pero esa es la impresión que tuve".

Ross no mencionó esa experiencia espiritual a sus compañeros de tripulación cuando concluyó su caminata espacial el 8 de abril de 1991. Pero la atesoró íntimamente mientras se preparaba para su séptimo viaje al espacio en el Atlantis, que debe iniciarse esta semana, en que tiene previstas otras dos caminatas en el vacío.

Ross, de 54 años, coronel retirado de la fuerza aérea, es el astronauta más experimentado de la NASA en caminatas espaciales. Su nuevo viaje será su séptima misión al espacio.

Cuando concluya la misión, Ross habrá completado sus caminatas espaciales números ocho y nueve. Y ya ha pasado más tiempo en el vacío que ningún otro norteamericano: 44 horas, o un 4 por ciento de su tiempo total en órbita.

En vísperas de su nueva misión, Ross recuerda su experiencia reveladora de hace once años, también a bordo del Atlantis.

"Es la sensación sobrecogedora de estar en un sitio tan especial haciendo algo tan singular -luego de tanto entrenamiento y trabajo- y de hacerlo tan bien", dice el astronauta. "Fue un desborde físico y emocional que pocas personas llegan a experimentar".

Ross admite que no es demasiado expresivo y que nunca reveló su experiencia a sus compañeros. Pero la compartió con su familia.

Su esposa Karen ayuda a preparar las comidas que su marido y los otros astronautas comen en órbita y en Tierra antes y después de sus vuelos. Su hija Amy trabaja en la confección de trajes espaciales futuristas y colaboró en el diseño de los guantes que su padre usó en su sexto vuelo en 1998. Su hijo Scott, el hombre de negocios de la familia, dirige una estación de servicio para automotores.

Ross ha empezado a difundir su mensaje en discursos a los jóvenes. "Toda persona ha sido puesta aquí por Dios con un propósito", dice el astronauta, que es metodista practicante. "Y a cada uno corresponde determinar qué talentos ha recibido y cómo va a usarlos para beneficio de toda la humanidad".

Para junio, Ross compartirá el récord de siete vuelos espaciales con Franklin Chang Díaz, un médico de origen costarricense que viajará en la misión siguiente.

"Me siento del mismo modo que Jerry", dijo Chang Díaz, que ha sido astronauta desde hace 22 años. "Hemos venido aquí con esta vocación".

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