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"1984", la ópera de Lorin Maazel: poco que oír, mucho que leer

La obra escrita por el famoso director de orquesta, basada en la novela de Orwell, fue fríamente recibida por la prensa especializada británica.

04 de Mayo de 2005 | 15:36 | DPA
LONDRES.- Cuando se piensa que sólo Verdi aún escribía grandes óperas a edad tan avanzada, debe reconocerse que hizo falta valor para hacer lo que hizo Lorin Maazel: a los 75 años compuso su primera ópera.

El director musical de la Filarmónica de Nueva York es un director de orquesta de renombre internacional, pero como compositor es poco conocido. El martes por la noche se estrenó su ópera "1984" en la Royal Opera House Covent Garden de Londres. El maestro dirigió la orquesta personalmente.

La idea de realizar una versión operística de la novela futurista de George Orwell fue del director artístico de la Opera Estatal de Baviera, August Everding, fallecido en 1999. Maazel lo conocía de su época como director de la Orquesta Sinfónica de la Radio Bávara. Sin embargo, hasta que el proyecto se concretó, pasaron varios años.

Primero, no se encontró ningún teatro dispuesto a hacerse cargo de la financiación, por lo que Maazel finalmente puso gran parte del dinero de su propio bolsillo.

Por lo demás, Maazel es un hombre que aplaza todo hasta el último minuto. En marzo acabó la obra. El director Robert Lepage suspiraba media hora antes del estreno: "En el budismo se dice: ‘Los obstáculos son tus amigos’. La verdad es que hice muchos nuevos amigos durante esta producción".

Tras tres horas de función, el público ofreció una amable ovación. La prensa se mostró bastante menos entusiasmada. "Consternante despilfarro de dinero", comentó "The Guardian". El crítico del "Times" señaló que a lo largo de la obra sentía "el deseo urgente de que acabara".

Una de las críticas fue que Maazel, Lepage y los dos libretitas J.D. McClatchy y Thomas Meehan redujeron la compleja visión de Orwell de un estado totalitario vigilante a una barata historia musical.

Pero a pesar de todas las reducciones, debe reconocerse que se atuvieron estrechamente a la novela. Lepage a lo sumo se toma la libertad de hacer marchar a los presos políticos rumbo a su ejecución en trajes de color naranja como los de los prisioneros de Guantánamo.

También fue considerado positivo que el director prescindiera de las cámaras de vigilancia tan vinculadas a Orwell habitualmente. En vez de eso, Lepage y el escenógrafo Carl Fillion utilizan como imagen del Estado que espía unos muros aparentemente impenetrables que de repente se vuelven transparentes o se abren.

Lepage cree que las vinculaciones con la actualidad son evidentes. Los reforzados controles de seguridad y la limitación de las libertades civiles por las leyes antiterroristas, la propaganda televisiva a favor de Bush y los lemas como "guerra al terrorismo" hacen que "1984" sea de absoluta vigencia.

Pero a quien relea el libro hoy o vea la ópera de Maazel le llamará la atención lo mucho que Orwell estaba influenciado en 1948 por las dictaduras de Hitler y de Stalin. Su estado Oceanía recuerda más bien a la República Democrática Alemana o a Corea del Norte, que a Estados Unidos después del 11 de septiembre.

Sin embargo, la principal objeción a la ópera es la música. Maazel, que estuvo una vida entera en el atril e interpretó miles de óperas, recurre como compositor a lo ya conocido. Todo parece haber sido oído ya alguna vez. Nada permanece en la memoria.

Casi parece que la orquesta acompaña una película que transcurre sobre el escenario, una impresión que se reafirma con la inserción del texto completo en escena. Uno pasa la mayor parte del tiempo leyendo.

Si el público al final se siente medianamente satisfecho se debe sobre todo al barítono Simon Keenlyside, que encarna de manera convincente, tanto desde el punto de vista de la voz como de la actuación, al rebelde Winston Smith.
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