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Aníbal Troilo permanece en el corazón y las calles de Buenos Aires

Hoy se cumplen 30 años del fallecimiento del legendario artista de tango.

18 de Mayo de 2005 | 19:28 | DPA
BUENOS AIRES.- Una noche estaba jugando a los naipes con unos amigos y, de repente, se levantó de la mesa, se fue a otra habitación y "de un tirón" compuso "Responso", una elegía que está entre los mejores tangos argentinos de todas las épocas.

Así era Aníbal Troilo, "Pichuco", según el testimonio de Francisco Torne, nieto de su compañera Zita, a quien le brillan los ojos cuando habla de aquel hombre que nació el 11 de julio de 1914, en Buenos Aires, y murió el 18 de mayo de 1975 en la misma ciudad.

Aquel tango, que escribió casi como un desahogo para mitigar el dolor por la muerte de su entrañable amigo Homero Manzi, fue grabado una vez y se negaba a tocarlo en sus conciertos. A veces, cuando el público le insistía, accedía, pero cuentan quienes lo vieron que "parecía que se desgarraba por dentro".

En una charla con DPA, a 30 años de la muerte del "bandoneón mayor de Buenos Aires" como lo bautizó el poeta Julián Centeya, Francisco Torne recuerda hoy a Troilo como "un hombre sencillo, de andar y hablar pausado", pero que se volvía frenético cuando se le despertaban los duendes de la inspiración.

"Vivíamos en Paraguay y Paraná y, cuando salíamos a caminar, demorábamos a veces una hora para recorrer las cinco cuadras hasta la avenida Corrientes, porque todo el mundo lo paraba y él se detenía a conversar, naturalmente, sin falsas posturas", dice Torne.

Adrián Lorenzo es un joven realizador argentino, que podría pasar más por un simpatizante del rock que del tango, pero, sin embargo, acaba de terminar un documental sobre "Pichuco" y se confiesa "cautivado" por aquella cálida figura.

Para su película "Los guardianes del Ángel", premiada en el último Festival Internacional de Programas Audiovisuales de Biarritz, Lorenzo entrevistó a unas 20 personalidades vinculadas al tango y a "Pichuco", y cuando se le pide que nombre alguna característica saliente del famoso bandoneonista afirma sin titubear: "la sensibilidad".

"La diferencia con otros artistas está en la emoción, sin dudas, porque Troilo personificaba la emoción" apunta, y agrega que todas las personas que entrevistó, en algún momento, tuvieron que hacer una pausa para dominar su emoción porque algún recuerdo de Troilo les "sacudía" los afectos.

Troilo cerraba los ojos cuando tocaba y parecía que se dormía sobre el bandoneón pero, aunque él nunca dio una explicación de esa forma de entender la música, seguramente aquel estado respondía a la gran sensibilidad que le despertaban los acordes únicos que lograba extraer del "fuelle".

Alguien escribió una vez que Troilo "hacía hablar" al bandoneón, "de la misma manera que la trompeta de Louis Armstrong enseñaba a cantar jazz a sus contemporáneos".

"Además de su enorme talento musical tenía una dimensión humana incomparable. Todos destacan su bonhomía, lo que significaba como amigo, como ser humano, como persona", agrega Lorenzo, ya convertido en un admirador incondicional del "gordo Pichuco" como también se le llamaba, cariñosamente.

Asegura que el artista "transmitía esa sensibilidad tanto en sus discos como en sus conciertos en vivo", porque además siempre fue muy cuidadoso en la elección de su repertorio, de los cantores y de los poetas, de manera que lograba una armonía total, sin nada que desentonara.

Torne anota: "Pichuco no dejó entrar a cualquiera en su obra; todos los compositores fueron elegidos por afinidades; tenían que tener mucho de afín con él; no lo hacía por soberbia, sino por respeto".

"Fue de un artista que amaba lo que hacía y tenía un profundo respeto por los demás, y particularmente por el público". "Esa es la razón por la cual siempre lucía impecablemente vestido, ya fuera en un teatro lujoso como en un modesto bar", recuerda Torne, con orgullo.

"Hay cosas que tienen que ser fundamentales en un hombre: la bonhomía y el respeto. El respeto sobre todas las cosas. Yo tenía 17 años y trabajaba en un cabaret. ¿Sabe cómo les decía a las bailarinas?... ¿Cómo está señora?... Señora, les decía…" testimonió alguna vez el propio "Pichuco".

Quienes estaban en Buenos Aires el 18 de mayo de 1975 recuerdan que el velatorio y el funeral de Aníbal Troilo fue un impacto emocional sólo comparable a la muerte de otros pocos ídolos populares.

"Nosotros decidimos que la película empezara justamente con escenas del funeral porque demuestran lo que significaba Pichuco para los argentinos; ahí adquirió la dimensión casi de mito" afirma Lorenzo.

"Él fue construyendo su estatua de bronce, sin proponérselo", interviene Torne, pero está convencido, igual que Lorenzo y seguramente la mayoría de los argentinos, que Aníbal Troilo "está rozando el mito, pero nunca dejará la calle, las veredas y el corazón de Buenos Aires".

Desde mucho antes de su muerte, Aníbal Troilo se había convertido en un símbolo de Buenos Aires, aunque él se resistía a ser considerado un ídolo. "No soy tan vanidoso como para creerme eso... ¿Buenos Aires? No, qué voy a ser Buenos Aires... Pero yo quisiera ser media calle de un barrio cualquiera de mi ciudad..."

Hoy, sus familiares y amigos se reunieron en el cementerio donde está sepultado para un responso en su memoria.
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