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"Lucia di Lammermoor":
Una memorable producción 23/7/2005

29 de Julio de 2005 | 20:48 |
Francisco Gutiérrez Domínguez

El mérito principal de la excelente versión de "Lucia di Lammermoor", de Gaetano Donizetti, que está presentando el Teatro Municipal, radica en que hace plena justicia a una obra que frecuentemente se usa como vehículo de lucimiento de sus intérpretes y que es objeto de severas mutilaciones que han llegado a desfigurar el sólido equilibrio de su construcción musical y su verdadero sentido dramático. Ello se logra por la evidente cohesión artística de todos los participantes: un reparto vocal muy ajustado que cuenta con una protagonista de extraordinaria calidad (Elizabeth Futral), una dirección musical que respeta a cabalidad el estilo de composición de la obra (Roberto Rizzi-Brignoli) y una dirección escénica que, dentro de un estilo muy original, logra demostrar la eficacia dramática de la partitura (Emilio Sagi).

Rizzi-Brignoli presenta la versión integral de la partitura, no sólo en cuanto a las escenas que normalmente se omiten completas, sino también para los diferentes números musicales que se ejecutan en toda su extensión, salvo en dos ocasiones. El procedimiento logra demostrar en su plenitud el alcance del trabajo musical del autor, especialmente en trozos como el magnífico conjunto que cierra la escena del matrimonio. En general, su dirección corresponde a una interpretación sobria y refinada, con tiempos muy bien elegidos y relacionados. Esto permite apreciar su calidad musical acorde con las características de su período de composición, sin enfatizar aspectos dramáticos desarrollados posteriormente, pero sin descuidar la energía propia de su invención musical. Consecuentemente, la labor de la Orquesta Filarmónica se caracteriza por un evidente cuidado y delicadeza en el equilibrio sonoro del conjunto.

El regisseur Emilio Sagi presenta una visión muy personal del aspecto dramático, que se caracteriza por una abundancia de ideas que no están especificadas en el libreto, pero cuya realización resulta un aporte genuino para la comprensión del verdadero núcleo dramático de la misma, el que gira en torno a los efectos que han tenido en la salud mental y anímica de Lucia la rigidez y opresión del ambiente del Castillo de Lammermoor , aspecto que se ve realzado al trasladar la acción a la época victoriana. La debilidad mental de la protagonista está expuesta desde el comienzo y con ello, su enajenación total luego del rechazo de Edgardo es completamente creíble. La dirección de la actuación de la protagonista en la escena de la locura resulta de una originalidad conmovedora y justifica plenamente la inspiración musical del autor.

La soprano Elizabeth Futral reúne todos los requisitos para ser reconocida como una gran intérprete de Lucia: una bellísima figura, un comportamiento escénico delicado y atractivo, una actuación dramática plenamente convincente, una musicalidad extraordinaria y una técnica que le permite enfrentar con toda comodidad las exigencias de agilidad vocal y todos los sobreagudos que ha impuesto la tradición y que aquí se justifican plenamente por la seguridad y belleza con que se ejecutan.

Tito Beltrán (Edgardo) logra su mejor actuación en Chile en un rol muy difícil pero que resulta muy apropiado a la seguridad de su registro agudo. Si vocalmente la parte exige mayor volumen, dramáticamente logra transmitir la inestabilidad emocional de su personaje y su convincente estilo de actuación tiene plena vitalidad al comienzo, la que posteriormente transforma apropiadamente en ira y desesperación.

El barítono Vitaly Bilyy (Enrico) posee condiciones vocales muy estimables que aún requieren de mayor asentamiento técnico, aunque establece adecuadamente el carácter violento y oscuro del personaje. El bajo Oren Gradus posee un timbre hermoso, de gran atractivo, y si su comportamiento musical es aún susceptible de mayor perfeccionamiento, su actuación general resulta una promesa muy grata. Los roles menores, si bien correctos, carecen del debido relieve vocal, aunque conviene destacar la actuación de Marisol Hernández (Alisa), quien comprende con gran eficacia la importancia y carácter que el regisseur imprime a su personaje.

Impresionante la escenografía de Enrique Bordolini y algunos efectos de su iluminación resultaron sobrecogedores, como en la segunda escena o al final de la ópera. Muy adecuado el vestuario de Imme Möller al concepto dramático establecido por el director de escena. Y el coro, dirigido por Jorge Klastornick, realiza una actuación muy destacada en todo sentido.
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