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Gulikers, gracias por venir

03 de Agosto de 2007 | 00:00 |
Gilberto Ponce

Fue el último concierto de la Temporada 2007 de la Orquesta Sinfónica de Chile y una vez más tuvo a René Gulikers sobre el podio, este director holandés que mezcló en sus dos presentaciones obras contemporáneas y grandes sinfonías de repertorio.

En ambos conciertos fue evidente la pulcritud de un trabajo que logró resultados sonoros del mejor nivel, dejando eso sí en claro su potente afinidad con repertorio contemporáneo.

El programa se inició con “Tres Poemas de Reiner Maria Rilke” para voz y orquesta, de Fré Focke, con la soprano Manon Heijne en el rol solista. Obra bastante atonal que se puede considerar como minimalista en la parte instrumental, mientras que la solista tiene un canto silábico, que casi recita los poemas, sin exigencias de tesitura, cuya principal dificultad radica en las disonancias de cada una de sus partes.

Apreciamos en la fonética alemana de la soprano bastante precariedad, no obstante realizó esfuerzos para obtener la mayor expresión de la obra. La orquesta respondió con gran atención al director, la que a pesar de tocar casi todo piano, en varias secciones sobrepasó a la solista. La respuesta del público ante esta obra, fue bastante fría.

Del compositor holandés Jacob ter Veldhuis escuchamos luego su “Concierto para saxofón alto y orquesta de cámara”, llamado “Tallahatchie”, o “Roca de agua” en idioma aborigen norteamericano. Otro holandés fue el sorprendente solista. Se trata de Ties Mellema, quien hizo gala del más absoluto dominio del saxo, tanto en inflexiones y articulaciones como en los fraseos. Y como es dueño de un hermoso sonido, fue factor determinante en el éxito conseguido.

Luego de un inicio lento y sugerente, en el que las cuerdas llevan una especie de pedal muy expresivo, como acompañamiento del saxo, en una larga y hermosa línea melódica, que desembocará luego en una sección más rápida, que posee elementos propios del jazz, hasta con los glissandos típicos en la parte solista. Este esquema se alterna para concluir melancólicamente a la manera del blues.

El segundo movimiento “Rápido”, nos muestra contrastes tonales y atonales, agregando francamente las síncopas del jazz. Pero aquí desaparece la característica de concierto para llegar a ser casi una “sinfonía concertante”, dado el papel que cumple ahora el saxo, casi de igual importancia al de la orquesta. Solista y orquesta cumplieron sus roles guiados por Gulikers. Hicieron una extraordinaria labor que fue calurosa y largamente aplaudida por el público.

El concierto finalizó con la “Sinfonía N° 4 en Sol, para soprano y orquesta” de Gustav Mahler, en una versión que resulta difícil de analizar por sus contrastantes resultados. En el aspecto positivo tenemos el hermoso sonido de toda la orquesta, los fraseos perfectos en varias secciones, las articulaciones de gran claridad y también algunas progresiones muy logradas.

No obstante los balances conspiran en contra del éxito total, puesto que privilegiaron el sonido de maderas y bronces por sobre el de las cuerdas, las que a pesar de bello sonido, se restan al equilibrio requerido.

Creemos así mismo, que para buscar contrastes se abusó de algunos acentos, sin que estos se constituyeran en un aporte. Donde sí se logró un resultado más redondo, fue en el tercer movimiento, con la mágica entrada de las cuerdas, de inigualable musicalidad. A ellas se agregaron posteriormente la excelencia del oboe, la sutileza del sonido de los cornos y los posteriores diálogos entre fagotes con el oboe en un complemento perfecto con toda la cuerda.

El movimiento final, que requiere de la participación de la soprano, y donde en actuó nuevamente la solista Manon Heijne, no obtuvo los resultados esperados. En primer lugar la soprano no tiene el volumen requerido. Sus graves son casi inaudibles y los agudos precarios. Su voz desapareció en varios fragmentos a pesar del escaso volumen de la orquesta. Pensamos que su musicalidad se aviene más con el repertorio contemporáneo que con el romántico.

La orquesta repitió la excelencia sonora en la sección final. Pensamos que a pesar del hermoso sonido obtenido por la orquesta, la versión careció del peso que requiere Mahler.
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