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El violinista electrizado

Es uno de los músicos más reconocidos de la era de la fusión. Una especie de celebridad cuadro de honor del jazz eléctrico, junto a solistas como Chick Corea, Al di Meola, Stanley Clarke o el recientemente fallecido Joe Zawinul. Ya tocó en Concepción y Temuco. Esta noche lo hace en Santiago y mañana en Viña del Mar.

13 de Octubre de 2008 | 13:10 |

De alguna manera Jean Luc Ponty está conectado con Chile. Sus bandas han tocado desde 1988 como parte de la serie de conciertos que desde ese tiempo desbordaron a un público que durante largos años no pudo escuchar nada en vivo y directo. En esa época un show de jazz internacional era prácticamente un concierto de los Rolling Stones.

Ponty sabe de grandes audiencias, porque fue uno de los hombres clave en la reformación del jazz de los años '70 hacia una modernidad que consideraba instrumentación rockera como la guitarra, una batería de fabricación japonesa con nuevos rendimientos y efectos electrónicos de sonido. Si a eso le incluimos destreza improvisacional y alto nivel técnico instrumental, es comprensible que tanto los nuevos aficionados al jazz como los más sofisticados del rock se hayan convertido a la fusión.

Ponty regresa por tercer año consecutivo a Chile, aunque esta vez reconsideró sus actuaciones con shows en Concepción, Temuco y Viña del Mar, que son nuevas audiencias, además de la impostergable presentación de esta noche en el Teatro Caupolicán. Mañana lo hará en el Teatro Municipal viñamarino.

-No es la primera vez que usted toca en Chile. ¿Tiene algo nuevo para mostrarle a un público chileno que lo sigue de cerca?
-Por supuesto. Tocaremos las piezas de mi último disco The Atacama experience (2007) mezclado con material de discos anteriores, que no he tocado por largo tiempo, por ejempo, una suite que incluí en el disco Enigmatic ocean (1977) que se llama "The struggle of the turtle to the sea".

-¿Qué clase de banda está utilizando en sus conciertos en Estados Unidos y viajes a Europa?
-Ésta es la misma banda con la que estoy trabajando desde hace años, salvo porque en ocasiones tocamos sin percusión. La razón es que tenemos a un baterista de 26 años, Damien Schmitt, que es un fenómeno. Así esta versión de mi banda como cuarteto permite mucho mayor libertad en cuanto a improvisación. Tocaremos con este grupo, que incluye al tecladista William Lecomte y al bajista Guy Nsangué Akwa.

-Elja uno de estos dos sonidos: violín acústico o violín eléctrico.
-Comencé utilizando un amplificador con el violín tan pronto me inicié en el jazz moderno en los años ’60 en Francia, porque el violín acústico no era lo suficientemente poderoso en cuanto a sonido como para tocar al lado de una batería. Entronces, cuando me fui a Estados Unidos en 1973, probé con un efecto wah-wah, pedales de distorsión y efectos electrónicos que fueron parte del descubrimiento de la instrumentación del rock en ese tiempo. Eso me dio la posibilidad de crear nuevos sonidos. Hasta ahora me mantengo utilizando el violín eléctrico, porque me da un sonido de gran tamaño y muy moderno. He vuelto al sonido puro del violín acústico cuando las circunstancias lo requieren, por ejemplo, para en el solo de “Desert crossing”.

-Su violín tiene cinco cuerdas. ¿Corresponde a algún motivo especial con respecto al sonido o más bien con respecto al rendimiento?
-La adición de una cuerda baja al violín tradicional de cuatro cuerdas es un concepto que se inició a fines de los ’70 con Bacus-Berry, un luthier de violines eléctricos en California. La quinta cuerda permite obtener notas bajas. Yo adopté de inmediato el modelo cuando apareció. Me gusta la profundidad del sonido: es como una viola y un violín en un mismo instrumento.

-¿Cuál de todos los conciertos que usted ofreció en Chile le ha gustado más? Tal vez el de 1995 con Al di Meola y Stanley Clark o el de 2006 en el Festival Providencia Jazz…
-Nunca voy a olvidar mi primera presentación en Chile, con mi banda norteamericana en 1988. El entusiasmo de la audiencia y su conocimiento de mi música fueron una total sorpresa. Desde que comencé a viajar a Chile, cada concierto ha tenido un público prendido y musicalmente muy sofisticado. El hecho de tocar en otras ciudades que no son Santiago también ha sido para mí muy estimulante.

-¿Cuál es su relación con el desierto de Atacama, que aparece en su nuevo disco? ¿Lo conoció alguna vez?
-Había oido hablar de este desierto muchas veces antes. Entonces cuando viajamos a Chile con mi esposa para el Festival Providencia Jazz de 2006 aprovechamos de ir allí en unas vacaciones. Fue un contacto directo con el norte de Chile. Después, cuando tocamos por segunda vez con Rite of Strings (supergrupo con di Meola y Clarke) visitamos el sur, que es una región bellísima a la cual espero regresar ahora.

-Su disco aparece con un error ortográfico en la portada: dice “Acatama”, pero el desierto se llama “Atacama”.
-Sí. Lamentablemente un asistente invirtió las sílabas y envió a la imprenta así el título del CD en el folleto. Era demasiado tarde cuando nos percatamos del error y todos las copias salieron mal impresas. Fue un claro error. La grabación de este álbum la comenzamos inmediatamente después de visitar el desierto de Atacama y la finalicé un año más tarde en la gira que hicimos por India, con la canción que se llama “On my way to Bombay”. Yo tenía dos o tres posibles nombres para el disco. The Atacama experience fue el que más me inspiró y así quedó entonces. Creo que fue un bello trabajo que salió de un bello lugar.

-¿Cómo siente la música de fusión hoy en día, después de décadas? ¿Cómo recuerda esos buenos años en los comienzos de los ’70?
-Fue muy excitante estar ahí, en Nueva York y en Los Angeles, en esa época. Yo era parte de ese pequeño grupo de músicos que estábamos creando un nuevo estilo de jazz, que mezcló improvisación e instrumentación nueva. Fue una creación que rápidamente los críticos llamaron “jazz-rock” y después rebautizaron como “jazz fusión”. Por supuesto que fue un sueño que se hizo real para músicos como yo. De hecho fue tan exitoso que superó lo que yo había soñado. Yo viví unos “años platinos” del jazz eléctrico, porque durante los “años dorados” yo no tocaba en tantos países alrededor del mundo como lo hago ahora. Veo que la música de fusión ha sido una influencia muy importante en las generaciones jóvenes del orbe y que esa influencia ya ha sido reciclada en nuevas formas de música. El espríritu de la fusión vive.

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