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Nadie quería irse del teatro

Con partitura o sin partitura de conducción Michal Nesterowicz es un elemento fundamental en las apariciones de esta Sinfónica versión 2009. Acompañada por el maestro del piano chileno, éste fue uno de los más grandes programas que hayamos presenciado.

27 de Mayo de 2009 | 16:36 |
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Con sus sentidas intervenciones meolódicas, el pianista chileno fue puntal en una noche de la Sinfónica para atesorar.

El Mercurio

Roberto Bravo fue el solista invitado en el último concierto de la Orquesta Sinfónica de Chile. El resto del programa no era de lo más “popular”, lo que nos hace deducir que la enorme cantidad de público que repletó el Teatro Baquedano, lo hizo para escuchar a uno de nuestros músicos más prestigiosos, quien como artista se propuso acercar a una gran masa de espectadores la música clásica, incorporando en sus conciertos repertorio de carácter más popular.

También es saludable el hecho de que la Sinfónica realice este tipo de programas, pues  la alta convocatoria que provoca permite dar a conocer nuevo repertorio a un público no habitual a conciertos sinfónicos. Las dos obras interpretadas por Bravo, se complementaron con tres de variada factura del italiano Ottorino Respighi, que terminaron por cautivar a un público que reaccionó con ruidosas manifestaciones de aceptación. Sin duda un acierto de programación y de la dirección de Michal Nesterowicz.

El concierto se inició con exquisita versión de “La Suite N° 3 de Arias y Danzas antiguas” de Respighi, obra escrita únicamente para cuerdas, en la que fue evidente el cuidadoso estudio de fraseos y articulaciones que logró sumergir al público en el ambiente cortesano del barroco temprano.

Con un sonido de gran belleza el director resaltó el entramado melódico, donde es imposible olvidar la nobleza de las violas con las cuerdas bajas y sus “leves rittardandos” en el “Aria di corte”. Éste se alternó con las partes jubilosas o melancólicas de las otras danzas. Fue una versión que a pesar de finalizar en dinámica “piano” el público la aplaudió sin reservas.

Disparen sobre el pianista: aplausos, por favor

Luego. en medio de una gran ovación, ingresó Roberto Bravo para interpretar primero la breve “Sueño de Olwen” de Charles Williams, obra que le permitió al distinguido solista transitar con seguridad por la expresividad meliflua de la obra, mientras que la ajustada batuta de Nesterowicz cuidó balances y los diálogos con el piano.

Luego Bravo dio rienda suelta a su musicalidad y expresividad al interpretar el célebre “Concierto de Varsovia” de Richard Addinsell. La obra, cuyo objetivo primero fue de apoyo a un famoso film, se constituyó luego en pieza de concierto debido a sus valores melódicos esencialmente románticos que captaron el gusto del público. Bravo tradujo muy bien el espíritu de la obra, acometiendo las partes de “bravura” con seguridad y aplomo. Los diálogos con la orquesta fueron brillantemente resueltos y con hermoso sonido. Creemos que éstas son las versiones que mantienen vigentes obras como ésta, las que a veces son consideradas menores. Fue mérito de Bravo y de la Sinfónica. Una “Fantasía” sobre dos temas populares fue el “encore” con el que el pianista nacional agradeció las efusivas muestras de admiración.

La segunda parte concluyó nuevamente con obras de Ottorino Respighi, escuchándose primero una estupenda y a la vez delicada versión del “Tríptico Botticelliano”, tres bocetos inspirados en tres pinturas de Sandro Botticelli. Nesterowicz consiguió un rendimiento excepcional del reducido número de instrumentistas, que incluyó arpa, celesta y piano utilizados magistralmente en cuanto a timbres. En “La primavera”, que es el primer número, se destacó la musicalidad de corno y trompeta, tanto como la homogeneidad de las maderas.

En el segundo, “La adoración de los Magos”, sobresalieron las “antífonas” entre las cuerdas  y maderas -que imitan el canto gregoriano-, así como la sutileza del inicio con los solos de fagot, oboe, corno y flauta mientras en las cuerdas se alude al canto gregoriano. En la tercera parte, “El nacimiento de Venus”, fue evidente tanto la ambigüedad buscada en los pulsos como una notable progresión dramática que conduce al final en anticlímax. La excelencia de la versión arrancó varios “vivas” del público. Creemos que pocas veces se ha escuchado una versión más hermosa de la obra.

Vientos aéreos de Chile

Pero aún quedaba otra demostración del alto nivel que logra la Sinfónica con Michal Nesterowicz, ahora la orquesta en pleno, sumándose un grupo de vientos de la Banda Sinfónica de la Fach que tocaron desde la platea baja, además de un solo de trompeta desde la platea alta.

Con este vasto contingente se abordó el poema sinfónico “Los pinos de Roma”, una de las más brillantes obras de Respighi. En su desarrollo se escucharon nada más que excelencias, partiendo por el brillante sonido orquestal en los tutti y la expresividad en cada uno de los solos, que en verdad abundan. El director abordó la obra de memoria, mostrando un total dominio de la partitura, que le permitió dirigir la enorme masa orquestal, los bronces de la Fach, y al solitario trompetista, con gran seguridad.

Mencionemos el brillo de la primera sección, el sombrío entramado orquestal del siguiente donde se producen enormes contrastes dinámicos. Cómo olvidar esos silencios que mantienen la expresividad, tanto como la “respiración” de las diversas familias. La sección final en la que se observó un desarrollo dinámico de notable expresividad, en el cobran importancia los diálogos con los instrumentos de la Banda de la Fach.

La estupenda versión fue ovacionada sin cansarse, hasta conseguir la repetición de la última parte, y como el público no se retiraba y seguía exigiendo más, el director tomó al “concertino” y con él sacó a la orquesta del escenario. Un concierto que evidencia el alto nivel de la Orquesta Sinfónica de Chile, bajo la batuta de Michal Nesterowicz.

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