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The most wonderful time of the year

Incluso para un hombre que ha caído bajo, el ex cantante de Stone Temple Pilots se despacha un disco navideño que es difícil de creer.

23 de Diciembre de 2011 | 18:46 |
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Éste no va a ser el primer ni el último disco oportunista editado con motivo de la Navidad. Sólo en la temporada 2011 personas como Michael Bublé y Justin Bieber tuvieron la misma idea y en general el rubro se remonta a Sinatra, Presley o Luis Miguel. Tampoco es el primer disco en que un cantante de rock se atreve a grabar con arreglos orquestales, pero a fin de cuentas da lo mismo qué haya habido antes en el mundo y en la historia: Scott Weiland consigue hace aquí caer un disco al lado del cual es difícil caer más bajo.

Son diez canciones navideñas arregladas para orquesta y cantadas por este hombre que ha sido un aceptable vocalista de la banda pseudo-grunge noventera Stone Temple Pilots y del "supergrupo" Velvet Revolver. Pero si de algo sirve The most wonderful time of the year es para confirmar que el rock por sí solo no es escuela suficiente para satisfacer ese afán aspiracional absurdo por cantar con una orquesta de fondo. Para demostrarlo ya era un despropósito escuchar en 1993 a Bono, de U2, balbucear como un adolescente los versos de "I've got you under my skin" al lado de la auténtica voz de hombre de Sinatra, y aquí Weiland lo viene a confirmar sin ayuda de nadie.

Que apenas en el primer minuto de este disco el cantante desafine al menos cinco veces (segundos 15, 21, 28, 39 y 66) es apenas una advertencia. Los arreglos no son gran cosa, con ese lugar común del jazz consistente en incluir citas a otras composiciones abusado aquí en tres canciones. "What child is this?" es una versión swing para la composición anónima "Greensleaves" que sólo puede ser llamada kitsch, y el bocado de cardenal es "Silent night": una recreación de "Noche de paz" con sonidos sintéticos de steel drums y un ritmo de bossa nova que está caro para juguete Fisher Price. Weiland canta la segunda canción, "I'll be home for Christmas", con algo que aquí y en todas partes se llama lengua traposa: tal como si estuviera borracho, o al menos como si estuviera parodiando a un borracho, y cuesta saber cuál de esas dos posibilidades es la peor. En realidad cuesta creer que este disco completo esté hecho en serio. Daría risa si no fuera porque da un poco de pena, antes de terminar en asombro: para equivocarse tanto también hace falta talento.

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