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Exportables de nueva generación

Quince cantantes y grupos chilenos recientes son parte del libro de entrevistas de este periodista, que en su libro aborda desde Ana Tijoux o Manuel García hasta Francisca Valenzuela o Camila Moreno. "Son los que están publicando discos, haciendo giras y los que tienen circuitos avanzados fuera de Chile", dice el autor, acerca de esta generación 2.0.

25 de Diciembre de 2012 | 10:39 |

Puede parecer una paradoja. Para retratar a una serie de músicos chilenos recientes que deben mucho a Internet y que han basado sus trabajos y trayectorias en las plataformas digitales, el periodista Manuel Maira escogió un soporte opuesto al de esas herramientas, un objeto análogo por definición: un libro. "Canciones del fin del mundo" se llama el volumen en el que Maira publica una serie de entrevistas a quince músicos y grupos chilenos, agrupados bajo el subtítulo de "Música chilena 2.0".


-¿Por qué en un libro? Porque me parece que el libro sigue siendo uno de los más nobles formatos de registro. Es un formato que queda, que tiene larga vida y que creo que nunca desaparecerá -dice el autor, que si se trata de publicaciones impresas, en paralelo dirige iPop, una revista de música disponible en los quioscos. "Estoy en un punto intermedio entre la generación de la era pre Internet y la que ya viene con la red incorporada. Yo la integré en la mitad del camino y eso hace que le tenga mucho cariño y valor al papel".


-¿Hay algo de romanticismo también, en dirigir una revista, o no tiene nada que ver con eso?
-Creo que tiene un asunto romántico por una parte, y por otra es un formato que hoy obliga a proponer análisis más que noticias duras. La parte del análisis, de tratar de mirar las cosas desde un punto de vista, es lo que más me motiva hoy día en el periodismo. No de la crítica formal de un disco o un show, sino más bien de advertir las tendencias, de fotografiar metafóricamente a personajes pop, de proponer una mirada sobre los temas que me interesan, y eso calza en un libro. También calza en una revista, que en el caso de iPOP hemos podido mantener en el tiempo, por más de tres años, y ser un medio sustentable. Es una lucha titánica, con mucho desgaste interno porque no somos un país lector por definición, pero con el hecho de que la revista siga adelante, que tenga fanáticos, que no esté con números rojos y que por ahora no tenga un fin a la vuelta de la esquina, me siento pagado. 
 
-Una única cosa anecdótica: recuerdo haber visto no sé si una cuenta tuya en MySpace o unas fotos en las que estás tocando guitarra eléctrica. ¿Tocaste en un grupo, o tocas todavía?
-Aprendí a tocar la guitarra cuando tenía como quince años con cancioneros de Los Tres y Nirvana. Luego tuve una banda en mi colegio de San Bernardo. Era un grupo de funk donde yo cantaba. Después del colegio la abandoné y la vine a agarrar nuevamente hace un par de años cuando me invitaron de jurado a un festival y parte del cuento era que el jurado armara una banda. Entonces subimos al escenario con Claudio Narea, Cote Foncea y Francisco Valenzuela, de La Rue Morgue. Hacía tanto tiempo que no tocaba que lo hice sin uñeta, con los dedos. Había mucha gente y de pronto en la mitad del "show" miro mi mano y estaba ensangrentada entera. Me rompí los dedos con las cuerdas de la guitarra eléctrica. No es lo mío.


-¿Crees que tocar música puede ser una buena herramienta para hacer mejor el trabajo de escribir sobre música también?
-Creo que el hecho de haberme subido a escenarios más de alguna vez me hace comprender un poco mejor la pega del músico y eso puede ser un punto a favor a la hora de escribir sobre música. Sólo un poco. Nunca pensé en ser músico ni algo parecido. En ese sentido no soy un músico frustrado. Creo comprender un poco mejor la figura del futbolista, que es algo que sí me quitaba el sueño. Jugué en las inferiores de Colo Colo cuando estaba de técnico (Néstor) Pekerman y antes, con el técnico que descubrió a Gary Medel. En fin, soñaba con ser jugador de fútbol. De hecho mi interés por los medios nace cuando de muy niño escuchaba el fútbol por la radio. 

Circuitos avanzados fuera de Chile
 
En las páginas de "Canciones del fin del mundo", Manuel Maira publica entrevistas con los mencionados quince músicos, que están ordenados en secuencia alfabética, pero a los que es posible aproximarse también según los diversos momentos en los que aparecieron en la música popular reciente en Chile.

Están la rapera y cantante Ana Tijoux, iniciada en el hip-hop de los '90, así como Los Bunkers y Manuel García, que partieron en el rock de mediados o fines de los '90. Latin Bitman muestra su evolución como DJ y productor desde fines de esa década, mientras The Ganjas, Javiera Mena, Gepe, Pedropiedra y Fernando Milagros datan, cada uno a su modo, de cierta música independiente de comienzos de la década pasada. Álex Anwandter y Astro provienen de una segunda oleada pop; Camila Moreno y Nano Stern de una edad de solistas más reciente, y Francisca Valenzuela figura como la solista pop a gran escala de su generación.


-Después de años estando cerca de esta nueva generación de músicos, llegué a la convicción de que se estaban haciendo muchas cosas de buen nivel desde Chile -comenta Maira-. Buenos discos, buenos shows, buenos videoclips , todo con estrategias inteligentes para hacer llegar el arte a la gente. Había una conexión genuina entre lo que estaban proponiendo y gente que se veía cautivada por ellos, tanto de Chile como de otros países. Eso sumado a que es la primera generación de músicos independientes que logra hacer carreras sustentables desde la caída de la industria discográfica, me pareció que ameritaba un registro. El tema estaba en la mesa, yo sólo agarré algo que estaba llorando por un registro. Además es una generación con la que me siento identificado a nivel de ideas, de concepción del mundo. Somos generacionales y eso me hace sintonizar naturalmente con la manera en que ellos enfrentan el mundo.
 
-¿Cómo fue el proceso de seleccionar y descartar a los entrevistados? ¿En qué te fijaste para elegirlos?
-En este ejercicio era inevitable dejar gente afuera. Entonces al comenzar este proyecto tuve que establecer criterios lo más concretos posible. Eso me tuvo ocupado harto tiempo y dándole varias vueltas a la selección. Traté de que los criterios, siempre discutibles, trataran de acercarse a lo indiscutible. En ese sentido, un primer colador fue que tenían que ser artistas con proyectos vigentes creados post 2000, y luego el más definitivo fue tener que dejar de lado a los artistas que no estuvieran regularmente saliendo de Chile. Quedaron los que están publicando discos, haciendo giras constantemente, los que tienen, en mayo o menor medida, circuitos avanzados fuera de Chile. Eso explica los que están y los que no están.
 
-Todos los músicos incluidos han grabado muy buenos discos en general. ¿Crees que el resultado es igual de regular con todos ellos si se trata de tocar en vivo? ¿Algunos son mejores grabando discos que tocando esas mismas canciones en directo?
-Creo que es difícil cuando las dos cosas se encuentran a un nivel parejo. Los nombres incluidos en el libro son todos muy jóvenes artísticamente y eso debería tender a que lo que venga a futuro con ellos sea mejor en términos de shows y de discos. En ese sentido creo que hay casos en que los discos y shows no están totalmente equilibrados. Me gustan más los discos que los shows de Dënver por ejemplo, pero últimamente me parece que están mucho mejor en vivo, equiparando las dos cosas. En el caso inverso, me gusta más Astro en vivo que en disco. Pero estamos hilando fino porque creo que ambas cosas son buenas. Sólo que a veces unas más que otras.

¿Rock?
 
-Por lo general en Chile se ha hablado mucho más de "bandas" o "grupos" cuando se trata de pop, rock, de música juvenil. En un año como 2002 uno sólo podía encontrar dos solistas entre una serie de grupo que compartían un circuito común: Javiera Mena y Leo Quinteros. ¿Por qué se ha dado ese cambio "demográfico", por decirlo así, en el que se han vuelto más abundantes, o más visibles, los solistas?
-Me parece que en la generación anterior, la que era hija de la industria discográfica con sellos, grandes contratos, etcétera, era mejor visto hacer rock que pop. Había más prejuicios respecto de la música y automáticamente generaba una suerte de respeto mal entendido el rockero con la mayor cantidad de distorsión posible en sus guitarras y con la parada más ruda que tuviera. Ese respeto al rock me parece que empujaba a que las propuestas fueran en su mayoría de banda y el solista fuera más bien secundario.


-En "Canciones del fin del mundo" hay sólo dos "bandas": The Ganjas y Los Bunkers. ¿Tiene que ver con eso?
-En la selección nunca diferencié entre elegir a un grupo o a un solista. Sólo pensaba en nombres, en artistas que se ajustaran a los criterios que había establecido. Me da la impresión de que el nuevo orden de la escena musical tiende a hacer más fácil lanzarse solo. Bastan buenas ideas/canciones, grabarlas, subirlas, que gusten. Si toda esa cadena funciona, se arma algo sin necesitar a mucha gente más. Creo que los cambios apuntan a un individualismo en las propuestas. No me parece mejor ni peor. Es un nuevo escenario nada más… Los Bunkers decían en una entrevista en México que es mucho más difícil trabajar en una banda que ser solista, que es como mantener un matrimonio, pero con cinco personas en ese caso. Muy difícil.
 
-¿Crees que eso tiene un efecto en la música? ¿La aproximación a la música de un solista es distinta a la de una banda?
-De partida el solista tiene la libertad de no tener necesariamente que consensuar con otros. Tiene una libertad mayor creativamente que el integrante de una banda. Por otra parte, el solista tiene mucho más abierto el camino para ir probando y mutando en distintas direcciones artísticas. Eso se hace mucho más difícil en una banda cuando esas búsquedas deben alinear a más personas. Creo eso puede hacer que en el papel, el solista tenga una expectativa de vida mayor a la de una banda. Pero eso es en el papel.
 
-A propósito de esa relación entre "bandas" y rock, los mismos Ganjas te dicen en el libro que ellos son los únicos rockeros con cierta presencia en el circuito, y también Bitman refuerza eso, cuando cuenta que afuera lo que más llama la atención de Chile no es el rock, sino los cantantes nuevos más ligados al pop. ¿Estás de acuerdo? ¿O sí hay músicos de rock a los que no estamos prestando atención?
-Estoy de acuerdo con The Ganjas y Bitman. Me parece que algo están haciendo mal los grupos de rock en Chile que no salen fuera. En eso puede haber distintas razones que van desde desde lo netamente artístico hasta la estrategia. Pero el hecho es que nombres derechamente rockeros, en Chile últimamente hay poco y nada que esté siendo conocido fuera. Ése es el hecho y creo que en el contexto actual, los medios no son algo fundamental para que los artistas hagan carreras sustentables. Pasa mucho que los artistas lo logran al margen de los medios y nosotros terminamos subiéndonos a un carro que ya funciona. Entonces eso me da para creer que hay algo que no están haciendo bien los rockeros de la nueva generación.

-De todos modos, para ser justos, hay grupos rockeros o metaleros como Mar de Grises, Nuclear, Crisálida o Six Magics, que sí se han insertado en circuitos de giras europeos y han editado sus discos por sellos franceses o italianos. Aunque eso se escapa a la selección del libro, ¿no?
-Ahí aparece otro de los criterios para llegar a la selección de este libro, que consideró a artistas que estén viviendo de lo que generan con sus bandas o proyectos. Esto es importante para poner en perspectiva los distintos esfuerzos por salir fuera de Chile, todos muy loables, pero si esas salidas o ediciones de discos internacionales no son parte de una ola de logros que permitan vivir de sus proyectos, siguen siendo intentos más artesanales que profesionales o en vías de convertirse en profesionales.

Sin intermediarios
 
-Los entrevistados del libro pertenecen a distintas generaciones, desde Ana Tijoux, Manuel García o Los Bunkers, que empezaron en los '90, hasta Francisca Valenzuela o Camila Moreno, que parten hacia 2007 y 2008. ¿Crees que se notan esas fronteras a estas alturas? ¿O toda esta selección de músicos se ha vuelto homogénea ahora?
-Evidentemente hay diferencias si entramos a hilar fino. Ana Tijoux o Manuel García vienen de una etapa donde lo político era vital y se ha notado en su obra, a excepción del resto de los nombres del libro que por lo general tratan temas más mínimos. Creo que en la fotografía general sí comparten muchos códigos, mucho más allá de las cosas que los diferencian. Es un grupo de artistas que iniciaron sus proyectos actuales después del gran terremoto que Internet provocó en la música. Eso los une fuertemente y me parece atractivo. Internet más la  autogestión, el espíritu colectivo, el discurso cotidiano, el desprejuicio, el formato de canción, son elementos compartidos por este grupo y eso le da un valor distintivo a esta generación como parte de un momento único y que pase lo que pase a futuro, ya marcó la historia de nuestra música.
 
-Más allá de las diferencias musicales, ¿consideras que hay algo que pueda ser llamado una identidad común entre todos estos músicos? ¿En qué nivel estaría esa identidad, si existe?
-El desprejuicio, creo yo, tanto a nivel estético como a nivel ideológico. No hay prejuicios en hacer pop, que es el estilo que domina en esta generación. Tampoco lo hay en querer llegar a la mayor cantidad de gente, en mezclar estilos diferentes y tampoco hay trancas en asociarse a marcas para financiar sus proyectos o para simplemente para que les paguen por una imagen artística que han construido a pulso. Creo que la mente abierta marca a esta generación. y ésa es una característica que en todo orden de cosas abre puertas. Al contrario, los prejuicios tienden a cerrarlas.   
 
-¿Qué te parece la relación de estos músicos han tenido, y eventualmente han dejado de tener, con el underground del que salieron? ¿Tal vez eso es algo que tienen en común, por encima de sus diferencias musicales: el hecho de que lograron hacerse más visibles entre la gran cantidad de otros grupos o cantantes de este último tiempo?
-Me parece natural que a un artista, cuando crece a nivel de audiencia, se le haga más difícil volver a nadar en las condiciones del underground. Sobre todo si estamos hablando de Chile, donde los nombres del libro que ya han alcanzado un buen nivel de visibilidad no son masivos en su mayoría. Tienen su público, pero ninguno, a excepción de Manuel García o Los Bunkers, llena estadios. Entonces el underground en Chile si lo entendemos como un paso previo al momento en que está este grupo de artistas, es algo incómodo que de partida no les permite vivir de lo que hacen. Es un mundo donde permanente deben tocar gratis, donde las condiciones técnicas son malas. Si yo fuera músico y tuviera la posibilidad de cortar con eso, entendido como underground, no lo dudaría.
 
-En ese sentido es interesante una observación que hace Manuel García en la entrevista del libro, cuando se refiere a los grupos o músicos más alternativos que no le están "dando el palo al gato" y hace una especie de llamado a no engañarnos: no son grupos que tengan un arrastre masivo. Es posible que esté hablando de la capacidad de algunos músicos elegidos de apelar y emocionar a una audiencia, pero ¿te parece que esa frase puede tener una lectura competitiva también, que distingue entre ganadores y perdedores? ¿Crees que es una mentalidad más o menos compartida también con los demás músicos que abordaste en el libro?
-Creo que pegarle al palo al gato en Chile desde la música hoy no es ser masivo. Creo que el gran triunfo es vivir de lo que hacen, de su proyecto solista o de su banda. Lo que me parece alucinante es que, de los artistas agrupados en el libro, ninguno hace música pensando en lo que pueden conseguir con ella. Lo que consiguen viene por consecuencia. No hay ningún intermediario en la cadena de creación que les haga transar en su arte. En ese sentido el éxito de sus proyectos es bastante limpio y valioso. Al que le va bien es porque pudo conectarse con un tipo de gente. Ése es el que ganó, si lo llevamos a ese plano. Y creo que en la música, como en la vida, unos ganan y otros pierden. Es así.
 
-Antes, en la era de los '90 y de los sellos transnacionales con sedes en Chile, la forma de certificar ese éxito era claro: conseguir un contrato con un sello, grabar un disco, sonar en la radio y vender ojalá de quince mil copias para arriba, para que te dieran un disco de oro o de platino. Hoy no están esos sellos, no hay contratos disqueros, las radios tampoco es mucho lo que tocan esta música. ¿Cuáles son los signos que determinan ahora que estos músicos sean populares? ¿Se vuelve un poco más difusa esa condición?
-Tiene que ver con la pregunta anterior. Creo que los indicadores son otros. La venta de discos puede ser una medida si es que un artista logra vender más de dos mil copias. Eso es bastante hoy. Pero la popularidad está más cuantificable en los shows, en la cantidad de gente que va a ver a tal artista, en los lugares donde tocan, en los festivales donde los invitan, en la frecuencia con que tocan.
 
-Más concretamente, incluso: en términos de difusión, de circulación de sus discos y de conocimiento del público, ¿crees que estos músicos se equiparan en popularidad a los que podrían ser sus equivalentes en los '90? O sea: Francisca Valenzuela, Ana Tijoux, Javiera Mena, Gepe, Manuel García, Camila Moreno, Nano Stern, ¿son tan o menos "populares" que lo que fueron La Ley, Los Tres, Lucybell, Joe Vasconcellos, Nicole, Los Tetas, Chancho en Piedra, Gondwana, Javiera & los Imposibles, Glup! o Tiro de Gracia en su momento? ¿O el "éxito" que estos músicos pueden conseguir ahora no se compara con los recursos con que contaban los de los '90, con los presupuestos de los sellos disqueros de la época?
-Es demasiado difícil comparar popularidades de dos épocas donde eso se mide con indicadores distintos. Creo que todos esos nombres fueron populares en su momento. Intentando hacer el ejercicio, me parece que toda la maquinaria de la industria significaba que un artista como Tiro de Gracia haya vendido más de setenta mil discos y haya sonado muchísimo en la radio. Pero no tengo tan claro si eso significa que en su momento fue más escuchado que una Francisca Valenzuela o unos Dënver, que tienen un video con más de un millón de reproducciones.
 
-A propósito de periodismo, ¿cómo evalúas el rol que ha tenido la prensa en dar cuenta de la existencia de estos nuevos músicos en Chile, que ya no tienen el aparataje de difusión de los sellos disqueros de antes? ¿Ha habido una "cobertura" oportuna? ¿O algunos de estos músicos efectivamente les prestaron atención en "El País" antes que en los diarios de acá, por decirlo de ese modo? ¿Crees que cabe una crítica ahí?
-Me parece que el nuevo orden de la música, con la caída de los actores clásicos de la industria, ha obligado a estar más atentos al periodismo musical. Antes la información corría a través de comunicados o de fuentes contadas. Hoy la información interesante está dispersa en un montón de partes. Obliga a afinar la puntería, pero por lo general esos contenidos llegan tarde a los medios masivos. Muchas veces nos hemos subido tarde a carros que están funcionando como es el caso de Manuel García o Chico Trujillo. Pero prefiero dar la pelea desde dentro que sólo criticar desde fuera. Los medios digitales ofrecen más libertades editoriales para ese tipo de contenidos y por eso creo que han estado cubriendo este movimiento de manera más oportuna.
 
-Y lo mismo en relación a la radio. ¿Te parece que esta música de la que das cuenta en "Canciones del fin del mundo" tiene una presencia apropiada en las radios en Chile?
-Me parece que es un proceso en marcha. No estoy de acuerdo con la obligación de que las radios toquen un porcentaje de música chilena. Me suena mejor que existan incentivos. Sí creo que hoy se ha hecho realidad algo que antes era prácticamente imposible: que toquen música de artistas chilenos independientes. Por otro lado existe una radio como Uno exclusivamente de música chilena y que cada vez tiene mejor sintonía llegando a pelear con radios populares. Soy optimista y creo que mientras mejor música siga saliendo, será inevitable que suene en todos los espacios.

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