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Velocidad de crucero

El festival celebrado este fin de semana en Santiago ofreció puntos altos como los de Arcade Fire, Nine Inch Nails, Soundgarden, Johnny Marr y Ana Tijoux. Con tres ediciones previas como experiencia, Lollapalooza avanzó sin sobresaltos, salvo por ciertos problemas de sonido.

31 de Marzo de 2014 | 18:33 |
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Chris Cornell al frente de Soundgarden comandó el cierre de Lollapalooza 2014.

Luciano Riquelme

Todavía se escuchaba el eco de la voz del cantante Chris Cornell a lo lejos cuando, poco antes de la medianoche de este domingo 30 de marzo, miles de personas se encaminaban hacia la salida oriente del Parque O'Higgins y abarrotaban las calles aledañas. Con el bis de la banda estadounidense Soundgarden, número de fondo de la jornada final de Lollapalooza, se jugaban los descuentos finales de la nueva versión de este espectáculo, que por cuarto año consecutivo mantuvo en general el nivel de las ediciones previas en cuanto a la programación de los shows y la organización general, aunque mostró ciertas falencias técnicas en el sonido de algunas presentaciones.

La de Soundgarden, guardada para el cierre, fue una puesta al día pendiente de parte de una banda que nunca había tocado en Chile, y que como tal cumplió con traer un repertorio antológico de su carrera. En contraste, el festival marcó los regresos de varios grupos y músicos extranjeros, lo que muestra la consolidación que hace rato ha experimentado el gran negocio de los conciertos internacionales en Chile. Fueron casos como los de Red Hot Chili Peppers o Pixies, quienes también hicieron recorridos amplios por sus carreras discográficas; los ingleses New Order y su fiesta bailable a la hora del penúltimo show del encuentro, o Nine Inch Nails, que a seis años de su visita anterior dio el show más pulcro y elaborado de la primera jornada de festival.

Entre los puntos altos del espectáculo un candidato cierto es Arcade Fire, responsable de una de las presentaciones más cautivadoras e hipnóticas presenciadas en Chile en materia de shows internacionales. El guitarrista Johnny Marr, pese a las consecuencias de un accidente reciente en su mano derecha, se paseó por su historia con The Smiths y por sus nuevas canciones en otro momento destacado del festival. Los franceses Phoenix confirmaron a su vez con un show poderoso su presencia cada vez más creciente entre el público local. Aumentó la notoriedad del festival el estreno que la rapera y cantante Ana Tijoux hizo de su disco Vengo, junto a los regresos de Francisca Valenzuela, con un status más estelar que el de su debut en 2011, y de 31 Minutos, un nombre que en el entretenimiento chileno ya es una marca registrada y transversal fuera de dudas.

También hubo oportunidad para estrenos en vivo. Por ejemplo, en el debut de la cantante pop inglesa Ellie Goulding, en las vetas de rock y folk que cultiva el muy joven y también inglés Jake Bugg, o en la descarga telúrica que hicieron las franco-londinenses Savages. Con una etiqueta más expresa de "revelación" llegó la cantante neozelandesa Lorde, que ante unas nueve mil personas mostró el pop electrónico y de revoluciones bajas con que se ha transformado en una de las artistas más promisorias de la actualidad. También probaron su convocatoria este año bandas de rock de data más o menos reciente, como Imagine Dragons, Cage The Elephant y Portugal. The Man. Y para balancear en algo la hegemonía de la industria anglosajona en este tipo de espectáculos, fue oportuno asistir a la propuesta creativa de los mexicanos Café Tacuba, al rock mestizo de los brasileños Nação Zumbi, a la propuesta multicolor y multi-idiomática de los colombianos Monsieur Periné e incluso a las rimas de acento italiano de Jovanotti.

Un dato objetivo es que, de los 67 músicos y grupos que intervinieron este año en los cinco escenarios simultáneos del parque durante los dos días, 29 son chilenos (30, si se tiene en cuenta a la banda chileno-mexicana Hoppo!). Es una cuota que permite contar con una presencia necesaria de contenidos locales en un espectáculo con estándares de producción internacionales como éste. En dos casos puntuales, Upa y Nicole, demostraron la alta convocatoria de la que son capaces, al llenar de bote a bote la capacidad de La Cúpula. Y siempre es saludable ver que los músicos chilenos responden a la altura puestos en escenarios de este nivel, tal como este año quedó probado por nombres tan diversos como Movimiento Original y Hordatoj en el rap, un sólido Joe Vasconcellos en la fusión mestiza, Nano Stern en la canción sin fronteras, Natalia Contesse en la raíz del folclor, Prefiero Fernández y Rama en el metal, Vicente Sanfuentes en la música electrónica, Inti-Illimani en la música latinoamericana y muchos otros.

Vista en perspectiva, la selección de grupos y músicos internacionales no destiñó en relación con las ediciones previas. En 2011 el festival fue inaugurado por Kanye West, The Killers, Jane's Addiction, Deftones, Fatboy Slim, Flaming Lips, James y The National entre otros. Siguieron Björk, Foo Fighters, Arctic Monkeys, MGMT, TV on the Radio y más (en 2012); y luego Pearl Jam, Queens of the Stone Age, deadmau5, The Black Keys, A Perfect Circle, The Hives o Franz Ferdinand (2013). Esta vez los cabezas de cartel fueron, entre otros, Red Hot Chili Peppers, Soundgarden, Nine Inch Nails, New Order, Pixies y Arcade Fire: Una selección que, dentro de lo corporativo que es por requisito el negocio de los grandes espectáculos, muestra cierto equilibrio entre nombres recientes y figuras probadas de los '90 e incluso de los '80.

La nota baja, y ruidosa en ocasiones, estuvo en los problemas de sonido. Algunas víctimas de las fallas en el audio de los conciertos fueron Ellie Goulding, cuya voz de por sí tenue resultó a ratos perjudicada por la amplificación; los propios Red Hot Chili Peppers, quienes al cierre de la noche inaugural convocaron a no menos de treinta mil personas, muchas de las cuales se quejaron en masa por las fallas técnicas; y el más evidente de todos: Julian Casablancas. Tal como había ocurrido con su show previo en un club de la capital, el show del cantante de The Strokes no sólo tuvo problemas de audio, sino que fue víctima constante de una defectuosa mezcla sonora que dejó como resultado un sonido desbalanceado y estridente. Es inquietante que, ya con tres versiones de experiencia, Lollapalooza mostrara estas falencias en 2014. No son para nada un problema menor en un festival cuyo giro es precisamente vender música en vivo, pero tampoco dan como para evaluar en negativo a un evento que año tras año crece y se perfecciona.

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