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Nuevo Sol

El cantautor nacional vuelve a mover sus márgenes y escapar de las etiquetas, con un disco que refuerza el componente eléctrico y minimiza el folclórico, aunque sin perder los tonos otoñales.

12 de Abril de 2014 | 10:13 |
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Como toda etiqueta que busca meter mucho en un mismo saco, algo de verídico y algo de forzoso había en aquello de "el boom de las guitarras de palo" y el nacimiento de una nueva trova chilena, proclamada por allá por 2008. Fernando Milagros fue marcado también por ella, gracias a un disco (Por su atención gracias, de 2009) en que predominaban el colorido folk y las guitarras electroacústicas. Sin embargo, con el tiempo fueron descubriéndose las verdaderas identidades de los etiquetados, y ya en San Sebastián (2011) el cantautor daba cuenta de que en lo suyo había una inquietud que superaba el mero folclorismo: Contemporaneidad, producción y experimentación eran también otros de los motores de su búsqueda, lo que timbró incluso con un posterior trabajo de remixes (2013).

Si esas placas corrieron el margen, el recién estrenado Nuevo sol lo desplaza aún más, gracias a una colección de canciones que definitivamente ponen a Milagros más cerca de tipos como Gustavo Cerati —sobre todo el de Fuerza Natural— que de Víctor Jara. Apretando el freno del ímpetu experimental, y más directo que nunca en el formato canción, el artista nacido como Fernando Briones parece tomar nota de su expectante posición, con temas que caen parados en radios de alcance masivo y coros de recordación inmediata, como en el single "Puzzle" (a dúo con Rubén Albarrán, de Café Tacvba). Se trata de una pieza que mezcla lo eléctrico y lo acústico, así como la carga melancólica con el efecto pop, elementos también presentes en cortes como "En la niebla" y "La noche", incluso emparentables con el The Cure que abrió este milenio con el disco Bloodflowers.

La producción de Cristián Heyne se hace notoria en temas como "No es real" —que recuerdan al lado más onírico y menos industrial de Shogún, el alter ego musical del productor—, mientras que un influjo bailable asoma en "La puerta" y "Llegar a casa", aunque sin perder el tono otoñal. Más decidido en abrir esa puerta es el single "Otra vida", donde sí se hace evidente la herencia folk del cantautor (con algunos toques del "viejo oeste"), y que perfectamente se hermana con "Platina", lo último de Gepe. Tal vez sea porque ambos artistas portan ciertos bienes generacionales, aunque desde veredas propias. Por la suya, Milagros sin dudas que sigue caminando y dando nuevos pasos, pero no sólo por el simple afán de moverse: En su desplazamiento, también encuentra puntos que le permiten mirar hacia otros horizontes, para hacer que su trabajo rehúya de lo estacionario y permanezca siempre esquivo al común impulso de etiquetar.

Sebastián Cerda

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