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Esto es entretención

El cantante canadiense sedujo con las mejores herramientas de un showman, entre la música, la conversación, el humor y el componente adicional de su cumpleaños celebrado en vivo, a una audiencia que copó anoche el recinto de Movistar Arena.

10 de Septiembre de 2014 | 09:38 |
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Michael Bublé celebró su cumpleaños en vivo anoche en el escenario de Movistar Arena en la capital.

No es sólo un cantante. Es un entretetenedor nato, y lo demostró anoche en su retorno en vivo a Santiago. El cantante canadiense Michael Bublé fue el maestro de ceremonias de un completo espectáculo que incluyó vetas musicales diversas de pop, soul o sonido de orquesta de jazz al servicio de la canción, así como mucho humor y una comunicación constante con el público.


Lo hizo saber desde el inicio, en una de las intervenciones en divertido español, en inglés o en un más gracioso spanglish con que el cantante fue puntuando la jornada. “Un concierto es aburrido. Hagamos una fiesta, cantemos, bailemos”, fue su invitación a esa hora temprana de la noche. “Empecemos suave y luego viene el movimiento”. Y ése es además un buen resumen de la jornada.


Con un estupendo grupo de base que incluye piano, guitarras, bajo y batería y una sección de ocho bronces entre saxos, trompetas y trombones, el cantante parte en efecto entregado a un sonido de revestimiento jazzístico para sus primeras canciones, luego del arranque inicial con “Fever” bañada en esos mismos timbres lujosos. Es la versión más consabida de Bublé, la de ese crooner de nueva generación encomendado a astros de otro tiempo y de nombres y apellidos como Dean Martin y Sinatra.


Y no sólo es la música. Es la actitud de esos referentes la que el cantante canadiense hereda y sobre todo actualiza. Porque si esto es una fiesta como él ha dicho, Bublé no deja por un segundo de comportarse como el mejor anfitrión de la jornada. Cuenta historias, lanza un par de chistes a costa de Justin Bieber, dedica una presentación personal con bromas guionizadas a cada uno de los integrantes del grupo o, después de la presentación más solemne de la noche (“esta debe ser la canción más romántica jamás escrita”) caricaturiza un inesperado cover de los Backstreet Boys más bailables.


El cantante prueba de paso el estupendo oído que tiene, al hablar en español con un acento chileno muy bien logrado cuando se lo propone. Porque ya a la altura de la tercera canción Bublé habla por primera vez y lo que hace es un largo y divertido monólogo, el primero de varios, donde se expresa en español de un modo deliberadamente atolondrado para agregar comedia al espectáculo. Era un día especial por lo demás, el de su cumpleaños, y fue un coro espontáneo de fans el que vino al recordarlo al entonar en masa el Cumpleaños feliz como tercera canción de la noche.


El relevo de los bronces por una sección de cuerdas de otros siete integrantes vino a marcar pronto un primer cambio de folio hacia una serie de canciones más pop. Y luego vendrían nuevas etapas del show, incluido el trayecto que Bublé emprende para atravesar a pie y escoltado por guardias y fans toda la arena y para cantar una penúltima sección del show en un escenario adicional al otro extremo del recinto. Allí, flanqueado por un conjunto vocal, incorpora un nuevo elemento sonoro al poner en escena un contingente de canciones en clave de soul, incluida una entrega de “To love somebody”, de los Bee Gees, y otra versión esta vez a capella de “Happy birthday” de parte de esos cantantes.


Y si poco antes había probado su excelente oído, el cierre del show es la prueba definitiva de sus capacidades vocales. Es con una voz cálida, confiada y bien templada que Bublé entona las canciones de las casi dos horas exactas de repertorio, que incluye desde éxitos probados como “Crazy love” o “Home” hasta melodías de su reciente disco “To be loved” como “It’s a beautiful day”. Pero al final, tras un penúltimo solo de trompeta, se queda solo en escena, ya sin los bronces ni las cuerdas, sin el sonido de ningún tipo de banda ni orquesta, y sin micrófono siquiera, para terminar con algo literalmente poco visto en escenarios como estos. Bublé se quita los audífonos de retorno, deja el micrófono de lado y termina los últimos versos de “Song for you” cantandos a capela. Y se hace escuchar. Una arena completa atenta y capturada por un hombre cantando sin amplificación para un recinto de quince mil personas. Emotivo y memorable.

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