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Los méritos de la fiesta

El grupo chileno presentó su más reciente disco, Tiraneño, con una celebración trasladada desde la festividad de La Tirana hasta un teatro de la capital. Y de paso mostró cómo han avanzado sus aptitudes para la fiesta propia.

09 de Octubre de 2014 | 13:04 |

Puede ser el gesto opuesto al natural analizar una fiesta, sobre todo justo después de haber estado dentro de ella. De hecho es preciso que pase un rato luego del más reciente concierto de la Banda Conmoción, y esperar que amainen algo los efectos del baile y la música para reconocer que con el espectáculo del nuevo disco de la banda, Tiraneño, la fiesta de la Conmoción alcanzó un siguiente nivel.


No es sólo que Tiraneño sea la puesta en escena, y en disco también, de la tradicional fiesta de La Tirana, celebración religiosa realizada cada 16 de julio en esa localidad de la provincia de Tamarugal, en la región de Tarapacá. Por eso ya es una celebración, avalada por el influjo que esa música festiva de bronces tiene sobre el sonido de la banda, y también por la experiencia que varios integrantes del grupo han tenido año a año como visitantes de la fiesta. De partida Tiraneño en vivo es la propuesta del grupo en torno a esa tradición, pero sobre todo es la fiesta que la Conmoción arma aquí y ahora con esa influencia.


El lugar elegido para el concierto es el primer indicio de esa distinción. El grupo hizo la presentación del disco el domingo 5 de octubre, en un horario vespertino gracias al cual la platea estaba bien poblada de niños de todas las edades acompañados por sus madres y sus padres, en el santiaguino Teatro Nescafé de las Artes, opción deliberada de llevar el festejo al escenario y aprovechar esos recursos. El entorno natural del grupo siempre es la celebración que estos hombres y mujeres han sido capaces de armar en galpones, fondas, centros culturales, plazas y calles. Pero esa es también la razón por la que resulta excepcional verlos sobre un escenario y con butacas y pantallas a disposición.


Desde lejos la panorámica es novedosa, con los veinte integrantes en movimiento y alternados de manera permanente en el escenario, desde el bloque de cinco trompetas, otro frente natural de cuatro bronces entre dos trombones y dos eufonios o bombardinos, un tercer bloque de cinco vientos animado por dos saxofones, dos clarinetes y la tuba, y luego el acordeón y los cinco percusionistas entre platillos, cajas y bombo. Y más adelante es igual de llamativo acercarse para no perder la proximidad natural que permite el grupo y enfocar desde los detalles de los instrumentos hasta la expresión de cada integrante en escena.

También las condiciones de un teatro se prestan para la puesta en escena. Tiraneño es un disco doble que representa la diversas etapas de la fiesta de La Tirana, y como tal incluye distintas músicas, entre saltos de gitano, chunchos, antawaras, tandas de morenos, zambos, diabladas y otras variedades. Sobre eso el grupo recrea en vivo aciertos del disco como esa continuidad entre un salto de gitano acreditado como de autor anónimo y una creación reciente y original de la banda. Y hacen una pausa en la mitad de la jornada para recalcar también esa dimensión temporal, de modo que tras el intermedio los músicos parten tocando entre el público de la platea alta y luego vuelven al escenario caminando por los dos pasillos desde la platea baja, mientras en la pantalla gigante es proyectada la imagen de un amanecer que señala el comienzo del segundo día de fiesta.

Luego está la posibilidad de ver cómo se ha enriquecido en el último tiempo el oficio necesario para pertenecer a esta banda, en particular en los requerimientos del concierto. Los músicos no sólo tienen que tocar. Además se entregan a estimular la fiesta entre el público, a recrear momentos específicos de la celebración como ese ritual de despedida que Ximena López y Héctor Gutiérrez, dos de los trompetistas, encabezan en el centro del escenario casi al final. También se dedican a bailar, como cuando el percusionista Jorge Ganem se calza unas sonajas para zapatear, o cuando se echa al hombro un chin-chin en las tandas de morenos. E incluso hay que actuar, como cuando todos los integrantes del grupo parecen entregarse a los efectos de una borrachera en el pulso deliberado y tambaleante de "Vamos a brindar".


Hay por lo menos un doble logro en todo este despliegue. Primero está el de armar una fiesta con música nueva. La Conmoción fue estricta ese domingo en tocar música del disco nuevo, y aun por sobre ese "desafío" la música responde y surte efecto. Estos ritmos y estos timbres ya traen dentro el germen del baile y por lo tanto el efecto detonante de la fiesta. La banda desactiva así supuestos requisitos como el single promocional, la difusión radial o la canción identificable, entre otros dispositivos del negocio convencional. Incluso si las canciones específicas no son familiares al público, el sonido sí lo es, una idea que se conecta directo con el lema del grupo, que es "sonido esencial".


Y luego está el mérito de armar esa fiesta casi sin cantar una palabra. Salvo la despedida, cuando la gente entona esos versos ya aprendidos de "Por qué me enamoré de ti", la Conmoción sigue siendo instrumental. Cierto que ése es el principio también de la música electrónica, instrumental y hecha para hacer bailar a las masas. Pero en este caso es la propuesta contraria, sin siquiera instrumentos eléctricos sino acústicos en rigor, con toda la amplificación sobre la base de micrófonos; la mecánica palpable del sonido hecho a mano a partir de bronces, maderas o membranas, con el soplido sobre las boquillas y con los dedos sobre los pistones.


La Tirana puede seguir siendo un lugar remoto para todos los citadinos del país y del mundo que no hayan visitado ese lugar, aunque gracias a Tiraneño existe ahora un modo posible de llevarse parte de esa fiesta a la casa. Pero sobre todo el nuevo disco de la Conmoción es un registro de cómo ese oficio de la celebración ha crecido al interior del grupo, más allá de cuáles sean sus escuelas o sus influencias, como la tiraneña en este caso. Son los méritos de la fiesta que se confunden acá, los de La Tirana y los de la propia banda. "El carnaval requiere siglos", decía el director de esta banda hace seis años, con motivo de Pregonero, el primer disco del grupo. Seis años más tarde está a la vista cómo el tiempo ha hecho su trabajo, y la fiesta es la evidencia. Primero es la intuición. Y entonces la razón confirma el sentimiento.

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