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Teoría de cuerdas

Un paisaje de paisajes, un viaje sin fisuras, una suma de equilibrios entre sonoridades y generaciones y la garantía de la minuciosidad de siempre son parte de las bondades de trigésimo sexto del conjunto chileno.

02 de Enero de 2015 | 12:35 |

Entre la infinidad de partituras, letras de canciones e instrumentos musicales que puede trae consigo un conjunto de a estas alturas nueve integrantes múltiples como Inti-Illimani, un papel manuscrito se leía como informal hoja de ruta sobre la consola de grabación en los días en que el grupo registraba este disco en los Estudios del Sur, en medio de la campiña de los alrededores sureños de la capital. Huayno, vals, cueca, merengue o zamba eran algunas palabras apuntadas en esa hoja, guía preliminar del disco en progreso y también índice de las posibilidades sonoras de Inti-Illimani, pero sobre todo evidencia de cómo el perdurable conjunto chileno se vale de esos y otros recursos musicales para producir una vez más un resultado propio y reconocible.

Porque es posible intentar un inventario de ritmos y géneros con Teoría de cuerdas, el trigésimo sexto disco de la historia de Inti-Illimani, pero más allá de cualquier esquema el grupo ordena estas nuevas canciones en un relato que integra todas esas fuentes e inspiraciones en un relato común y coherente. A primera escucha, y entre otras estaciones, el viaje tiene un punto de partida caribeño en "La calle de la desilusión", se vuelve andino en el evocador "Huayno de Guallatiri", se inscribe en cierto compás de vals en "Alma, Julieta y Cecilia" y en un ritmo afín a la zamba en "Tu rebelión", descubre una definición sorprendente para el ritmo de merengue en "Hebu-mataro", baila dos cuecas en nombre de Valparaíso y Nano Núñez y llega a un terminal afroperuano en el aire de landó de "La pequeña Lima", al cabo de un recorrido sin fisuras.

No es la única lectura posible de hacer en un disco así. Más allá de ese paisaje de paisajes está la suma natural de equilibrios que sustenta todo este repertorio. Si hay una mayoría de siete canciones frente a tres composiciones instrumentales, en la autoría y la composición están integrados tanto a los músicos históricos como los más recientes. Entre estos últimos el director musical Manuel Meriño se despliega en las citadas "Huayno del Guallatiri" y "Alma, Julieta y Cecilia", que sean quienes sean las dueñas de esos nombres podrían estar felices de haber inspirado la belleza de esa composición. La dupla entre Meriño y Daniel Cantillana firma a su vez "La calle de la desilusión" y "La pequeña Lima" al inicio y al final del disco, y Juan Flores con Meriño crean a su vez en la asimétrica "Hebu-mataro" el ritmo más intrigante del viaje, que responde al nombre de merengue pero no es de origen dominicano sino venezolano.

En paralelo los integrantes mayores de Inti-Illimani se inscriben aquí con "Cuando pienso en este puerto", cueca en cuya letra Jorge Coulon hace honor a su condición de habitante de Valparaíso, y con "Manuela cabalga en el tiempo", una canción con versos de Jorge Coulon y música de Marcelo Coulon compuesta con anterioridad para un disco de homenaje a Manuela Sáenz, figura de la causa independentista americana del siglo diecinueve. Ahí está otro momento significativo de Teoría de cuerdas, cuando la voz de esa canción se mueve como una posta entre los dos hermanos Coulon y el cantante invitado Max Berrú, también integrante histórico de Inti-Illimani –y ecuatoriano como Manuela Sáenz– en una conjunción vocal que por sí sola viene a dar espesor histórico palpable al disco.

La rúbrica colectiva de este sonido está en los arreglos siempre minuciosos con los que Inti-Illimani vuelve a confirmar que ésa esa otra garantía del conjunto. Todo tipo de cuerdas latinoamericanas y vientos andinos dialogan acá con timbres como el clarinete de Efrén Viera, las flautas de Christian González, el contrabajo del más reciente integrante Camilo Lema y el acordeón que pone a sonar en la zamba y en una de las dos cuecas Inti González, otro de los invitados, quien llega con la propiedad de haber tocado por igual desde en grupos de cueca como Los Trukeros hasta en la banda de Nano Stern. Diálogos similares se dan en las voces, por ejemplo cuando Jorge Coulon y Daniel Cantillana cantan a dúo la historia de migrantes de "La pequeña Lima", muestra de que Inti-Illimani es un grupo atento y despierto a las contingencias sociales de su tiempo, hoy como ayer.

Si se trata de historia, la cumbre aquí es "Volver a los diecisiete", por razones que ameritan una enumeración: es una de las obras más conmovedoras y al mismo tiempo universales de Violeta Parra, ya está grabada en lo profundo de la vida de Inti-Illimani desde esa versión inicial incluida en el LP Autores chilenos (1971), aquí aparece recreada y expandida en un arreglo de seis minutos y fracción para sexteto de maderas y cuarteto de cuerdas firmado por Manuel Meriño, y encima de todo eso la que canta es Isabel Parra. Con esos nuevos timbres y con el tino para proponer ciertas precisas sustituciones de acordes, es una invitación a redescubrir la belleza original de la canción en la voz siempre conmovedora de la cantante, envuelta en estas nuevas vestiduras para un fragmento auténtico de historia.

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