Una actuación individual descollante u otra desafortunada, o un par de goles en instantes claves pueden obviar las dificultades de una victoria o un empate. A veces, la caja de resonancia del resultado oculta la realidad del juego,haciendo olvidar las dificultades que se dieron en la cancha, especialmente cuando los duelos poseen una carga extra, como sucede en el histórico clásico del Pacífico entre Chile y Perú.
La mención no es gratuita. Aunque la balanza se inclina en favor de la oncena nacional, la revisión de los enfrentamientos por eliminatorias mundialistas y, en cierta medida, por la Copa América, da cuenta de un hecho que no puede olvidarse en el análisis previo: el toque y cadencia del fútbol peruano hegemonizó la mayoría de estos duelos, especialmente en la mitad de la cancha, donde los volantes chilenos suelen correr detrás de la pelota, a veces con desesperación. Si Chile pudo salir airoso fue porque, en general, tuvo una figura desequilibrante, un goleador inspirado o un bloque defensivo capaz de soportar un asedio que, muchas veces, no hace daño por la carencia de un artillero de fuste o bien porque el exceso de pases se torna intrascendente. Roberto Rojas, Jorge Aravena, Carlos Caszely o Marcelo Salas grafican este planteamiento.
Predecir un partido suele resultar un ejercicio inoficioso, aunque sí ayuda en un enfrentamiento como el de mañana, donde las características de los rivales están definidas casi por un carácter permanente.
No es aventurado sostener que el gran desafío del equipo de Nelson Acosta es cómo logra equilibrar el tramado y urdido que los volantes peruanos tejerán en la mitad de la cancha. La receta básica habla de achicar espacios, proponer un cuadro corto - con líneas compactas, donde la distancia entre el último hombre y el primera punta no supere los 40 metros- y una salida veloz.
Nada del otro mundo aunque, en la práctica, desarrollarlo es complicado.
La experiencia en los partidos de las clasificatorias pasadas fue durísima. En Lima, Perú fue muy superior, debió golear y si no lo hizo fue porque careció de finiquito y porque Nelson Tapia - a pesar del gol de Flavio Maestri, donde tuvo una dosis importante de responsabilidad- exhibió un buen nivel. El circuito que formaron Percy Olivares, Roger Serrano, Juan Jayo, Nolberto Solano, Roberto Palacios y Maestri nunca pudo ser cortado. Los peruanos tocaron con acierto y los volantes de la Roja fueron sobrepasados con extrema facilidad.
La revancha en Santiago, a pesar del 4-0, tuvo un devenir que, por largos pasajes, enmudeció al Estadio Nacional. La visita utilizó la pelota con fluidez en el primer tiempo, hubo dos tiros en los palos, y sólo cedió su opción cuando Pedro Reyes capitalizó un grosero error del arquero Julio César Balerio. Y, al revisar la formación peruana, puede observarse que varios protagonistas se repiten.
Pronóstico reservado
El boceto preliminar indica que Acosta se inclina por un equipo similar al que salió en Buenos Aires donde los intérpretes en la mitad del campo sintonizan en su lenguaje futbolístico. El dibujo plantea una primera línea con Claudio Maldonado, Clarence Acuña y Francisco Rojas, ubicándose unos metros más arriba David Pizarro y Rodrigo Tello. Los medios peruanos - Jorge Soto, Juan Jayo, Percy Olivares, José del Solar, Nolberto Solano y Roberto Palacios- arrancan con ventaja por su estatura pero, fundamentalmente, porque desarrollan las dos facetas que el juego reclama: quitar y jugar.
Si en noviembre de 1997 Acuña y Fernando Cornejo se vieron superados en el inicio (el ingreso de Nelson Parraguez en el complemento fue determinante), mañana el pronóstico es reservado. Maldonado y Rojas deberán clausurar sus costados pero Acuña asoma solitario para una batalla que puede definir el juego. La interrogante natural es ver si esos tres volantes pueden copar los 68 metros de ancho frente a un antagonista de toque rápido y certero.
En el análisis, el trabajo de Rodrigo Tello debiera ser vital. El zurdo de la U tendría que apoyar a Acuña, pero también sumarse a David Pizarro para abastecer a Iván Zamorano y Marcelo Salas. Tello es un buen jugador - no en vano el ojo de un empresario vivaz como Gustavo Mascardi ya lo incorporó a su "corral"- , al que suelen adjudicársele demasiados atributos, especialmente cuando el oponente tiene el balón. Las experiencias frente a Argentina y en la Copa Libertadores demuestran lo contrario. Su pegada de zurda y aceleración con la pelota provocan daño pero Tello está lejos de ser el volante de ida y vuelta que, con desesperación, el fútbol chileno busca cada vez que debe medirse en la alta competencia.
No es nueva la interrogante. Si antes José Velásquez, César Cueto, Alfredo Quesada, Roberto Challe o Teófilo Cubillas recurrieron a la fórmula de pisar y esconder el balón, no es equivocado pensar que en Ñuñoa, cuando Chile y Perú se midan en su encuentro número 58, la gran tarea es encontrarla con rapidez para liquidar con frialdad.
Duro, muy duro.
Por Danilo Díaz
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