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Jaime Collyer: “El sexo es desde todo punto de vista conveniente”

El exitoso escritor acaba de lanzar su libro de historia sexual de los chilenos, donde recorre los inicios del país y cómo estas tierras se poblaron de personas que debieron fusionar el desenfado mapuche, la moral española y el libertinaje que imperó en la versión no oficial de la Colonia. Entre años y años de combate, comenta, el sexo logró que reinaran momentos de paz.

13 de Octubre de 2010 | 08:00 | Por Ángela Tapia F., Emol
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Luis Quinteros, El Mercurio.
Nada menos que 50 hijos terminó por reconocer don Francisco de Aguirre. El ilustre fundador de La Serena -quien, se dice, sólo admitió parte de su descendencia- aseguró que su amplia familia se apegó a las ordenanzas de la Biblia de multiplicarse en este mundo.

Esta y otras historias de los orígenes de Chile se pueden conocer en “Pecar como Dios manda, historia sexual de los chilenos” (Editorial Catalonia), el libro que Jaime Collyer acaba de lanzar.

El escritor, Altazor 2003 por su novela “El habitante del cielo” y creador de otros éxitos literarios como “Cien pájaros volando” y “La bestia en casa”, se adentró en la historia más íntima de la historia nacional, como una manera de comprender mejor a la sociedad criolla.

“Me llamó la atención que hay dos visiones de la sexualidad en la época”, cuenta en novelista en su casa de Ñuñoa, frente a dos cuadros de corridas de toros. “Soy taurino”, confiesa, antes de relatar que su gusto nació gracias a los 10 años que vivió en España.

Es así como de cerca conoce la herencia europea que los conquistadores legaron a estas tierras, por lo que no le fue muy difícil adentrarse en los siglos que marcaron la unión (o choque) de dos civilizaciones que parecían comprender la sexualidad de maneras abismalmente contrarias.

“Los precolombinos tenían una relación con el sexo hedonista, eran culturas bastante más fluidas, más libres. Luego apareció la cosmovisión de los europeos que es muy distinta, muy recatada y hace énfasis en el pudor. Son mundos muy distintos, de los que inevitablemente salió una nueva fórmula de la sexualidad, muy fluida en la esfera privada, pese al discurso conservador. Se oculta, apaga la luz para que no la vea. La fusión de las dos cosmovisiones es precisamente el resultado de lo que somos”, comenta.

El doble estándar, el machismo que veía a las mujeres como accesorios para abusar y engañar junto a una sexualidad desconocida a vox populi, son algunas de las pistas que Collyer entrega para formar una imagen más completa de la personalidad amatoria del chileno.

“Creo que el origen de Chile es muy singular y menos dramático de lo que se cree. Los primeros años, hasta que muere Valdivia y Lautaro, es muy sangriento, con represalias y cosas atroces. Pero luego, vienen cien años exactos de guerra, pero una guerra relativa”, comenta el escritor, quien explica que la línea fronteriza del Bío-Bío se cruzó desde ambos bandos, no sólo para comercializar y buscar trabajo.

“Los soldados se unían con indígenas, y tenían dos, tres esposas. Los oficiales del ejército también tenían sus mujeres indígenas. No fue una crónica perpetua de cuerpos descuartizados. El sexo y el deseo permitieron que esa guerra fuera bastante más atenuada y que tuviera un lado humano, que los bandos en pugna negociaran y que la guerra cediera y se generara un espacio de paz. Como bien dicen, el sexo es incompatible con la violencia... se supone. Piensa en la forma horizontal en que las personas están en la cama; pierden sus defensas. Los individuos no siguen guerreando, pasan a otra instancia. Por eso el sexo es desde todo punto de vista conveniente”.

-¿Cómo la sexualidad puede dar tanto a conocer de la historia de un país?
“Es que la sexualidad es una variable integradora, donde se manifiestan cosas como las preferencias estéticas, las emociones, la idea de la familia, de la felicidad; con ella nos reproducimos y nos prolongamos, así que es algo central en nuestras vidas. Creo que la historia de un país se manifiesta en eso, en la forma en que aborda su sexualidad y cómo la vive”.

-¿Qué herencia de estas las dos vertientes sexuales de la época, mapuche y española, cree que perduran hoy en día?
“Mi conclusión más clara es que, hoy por hoy, la vida sexual de los chilenos es bastante más fluida de lo que parece o lo que el discurso oficial permite imaginar. Vivimos con la sensación de que somos un pueblo constreñido y lleno de taras, pero no. Desde que se produce el choque civilizatorio y llegan los europeos, la vida aquí era sumamente activa en lo sexual y muy agitada. En un momento, hay tal revoltijo en la capital recién fundada, que tienen que declarar toque de queda, porque la gente salía en la noche y había jarana todos los días y luego, suma y sigue. La Colonia en Chile era un período en que las élites españolas y el bajo pueblo, como lo llamaban, hacen su vida íntima con mucha libertad, pero hay un discurso oficial que intenta poner normas y ocultar esa realidad. Yo creo que eso sigue ocurriendo. Hoy, la gente vive alegremente y el Sernam o el Arzobispado están para poner orden y presentar otra fachada”.

-¿Qué hay del legado mapuche? Ellos vivían su sexualidad más libremente aún.
“En el caso de ellos, claro, hay cierta libertad y hedonismo de facto que están ahí presentes todavía. En ese sentido, mi conclusión es más bien optimista. Creo que las cosas son más atrayentes y más libres de lo que en primera instancia parecen en este lugar”.

-¿Qué pasa con el beso? ¿Existía desde antes de la llegada de los españoles?
“Hay versiones contradictorias. Consulté muchos testimonios y crónicas y hay una hipótesis que sugirió Tomás Guevara, que es uno de los primeros etnólogos que estudió a los mapuches, que dice que los europeos trajeron el beso a América. Hay otros que lo niegan, pero él dice que en primera instancia, el beso, tal y como lo practicamos los occidentales, y los huincas (no indígenas), no existía entre los mapuches, pero faltan testimonios definitivos. Parece ser que había otras formas análogas al beso, por ejemplo, el restregarse las mejillas que si lo pensamos, entre los chilenos del presente existe todavía”.

-Menciona el doble estándar y también el machismo imperante de la época. ¿Era así en las dos culturas?
“El contingente español que llega a América es muy machista y patriarcal, se impone y las indígenas sufren eso siendo abusadas. Por otro lado, los mapuches son polígamos y parece un mundo muy sexista pero en realidad era una relación de otro tipo. No tenemos que evaluarla con nuestros ojos actuales. De hecho, en la ruca, el hogar en sí estaba dividido entre las distintas esposas y el hombre jugaba un papel bastante menor. Las que llevaban la batuta eran las mujeres. El mundo mapuche es aparentemente patriarcal, pero estaba bastante equilibrado”.

-¿Con su investigación, se percató de la existencia de hechos históricos que hayan surgido de este libertinaje que describe?
“Por ejemplo, Pedro de Valdivia se vino con Inés de Suárez, su sirvienta, del Cuzco. Son amantes, aunque él tenía su esposa en España. Los dos fundan la Colonia y viven juntos largos años. Todo el mundo sabía que los fundadores del país eran dos seductores que vivían juntos de facto, pero el mundo oficial se hacía el loco. De ahí en adelante, los chilenos viven en esta especie de doble estándar. Hay otros personajes como ‘el mestizo Alejo’. Él fue hijo de una cautiva española -los mapuches secuestraban españolas y las llevaban a su territorio-. Él nació de la unión romántica de una cautiva con un toqui, un mapuche. Pero después, ‘el mestizo Alejo’ y su madre fueron rescatados y los llevaron a la ciudad, donde sufrieron el estigma de haber estado en territorio mapuche. A ella se la percibió como mancillada y él era un mestizo. Por eso termina rebelándose y rompiendo con la sociedad hispánica y fue uno de los grandes líderes de las insurrecciones mapuches”.

-¿Qué sucedía con el disfrute sexual? En su libro menciona un condón de crin de los mapuches como un accesorio para provocar dudoso placer.
“En el caso español, parece que no se preocupaban mucho del tema y en el de los mapuches, existía esta especie de preservativo artificial, hecho de crines, que no debe haber sido muy grato. pero los mapuches tenían una serie de recursos para propiciar el buen sexo. De hecho, la idea de ellos era que el sexo tenía que ser involucrado, comprometido y con una participación activa de ambas partes. No podía ser un trámite”.

-¿Qué hay de La Quintrala y todos los mitos que la rodean, que hablan de promiscuidad, además de la maldad?
“Es ambigua la visión de La Quintrala porque hay una que la condena y un prontuario asociado a ella. Se supone que cometió muchos desmanes y asesinó a varias personas, y se la asocia con cierta perfidia, con una herencia maldita, una estirpe maldita. Pero también hay otra versión que sugiere que ella era muy libre en lo sexual y que de ahí vinieron los estigmas; que se le ha cargado la mano por ser una mujer que vive su sexualidad con mucha libertad. De hecho, la caza de brujas en Estados Unidos siempre ha estado relacionada a eso, a la sanción que el mundo patriarcal le da a ese comportamiento, colgándole el rótulo de brujería”.

-Dadas las torturas que se le atribuyen, ¿podría decirse que es casi la primera sadomasoquista de la historia del país?
“Sí, de hecho, Sor Imelda Cano, que era una estudiosa de la mujer en el mundo colonial y en Chile, hizo un retrato de ella y sugirió que era una mujer que derivó el placer de esas prácticas sádicas, del sufrimiento que ocasionaba a sus esclavos, por ejemplo, clavándole agujas entre las uñas de los pies. Incluso se sugiere que había un componente de satanismo en muchos de esos rituales”.

-En su libro menciona, a propósito de la libertad sexual, a doña Manuelita Rebolledo. ¿Quién fue exactamente?
“Fue esposa de Joaquín Toesca, el arquitecto que en el siglo XVIII llegó a Chile, contratado para hacer grandes obras, como La Moneda y los Tajamares del Mapocho. La élite local estaba como a la guaite, porque era un muy buen partido en la época. Así que de alguna manera le hacen una especie de emboscada y se casa Toesca con esta chica, pero el matrimonio resultó un desastre. Nunca se entendieron muy bien y él se convirtió en el cornudo más célebre del reino. Manuelita le puso los cuernos hasta que se cansó. También ahí hay una visión doble del personaje. Está la oficial, que sugiere que ella es una fierecilla domada incontrolable, pero hay otra que dice que esta chica, guapa, fogosa y vital, no quiso ceñirse al corsé en el que vivían las mujeres de la sociedad criolla. Así que al tiempo se aburre de Toesca y empieza a hacer su vida, cayendo inmediatamente bajo el estigma de la mujer suelta de cascos”.

-¿Con el pertinente castigo social?
“Claro, Manuelita pasó como 7 años de su vida en sucesivos conventos, en un encierro forzoso. La mujer infiel tenía que ser muy valiente, porque las consecuencias eran claras. De hecho, hay casos en que los maridos las mataban cuando las descubrían y las leyes de la época eran muy blandas al respecto”.

-¿Cuál es su vicio privado?
“Yo tengo un huerto en mi patio, y cultivo tomate, lechuga, ajo, romero... Me gusta la idea de tener cierta autonomía. De hecho, me paso todo el verano comiéndome mi propia verdura. Es un vicio muy hippie”.
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