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Durante
los primeros meses de vida, la conducta de una persona está determinada
exclusivamente por una cuestión biológica y las necesidades
vitales de comer, dormir e ir al baño. Sin embargo, a medida que
va pasando el tiempo, todo se vuelve más complejo y comienzan a
agregarse requerimientos afectivos, y las actitudes derivadas de la experiencia
y el aprendizaje de los familiares.![]() No obstante, existe otro aspecto del cual los progenitores deben ocuparse: la educación. Una vez ahí comienza un proceso que implica una difícil prueba tanto para niños como para adultos. La etapa escolar es testigo de los procesos cognitivos y de aprendizaje, que hacen posible la comprensión del orden y de los procesos de la sociedad por parte del niño. Durante los años de colegio aparecen las primeras amistades y los primeros deseos por obtener algo más que el afecto de la familia. Al mismo tiempo, se experimentan las primeras desilusiones y problemas. Todas estas características terminan conformando la base de la personalidad de un individuo, que después se desarrollará completamente en la etapa juvenil. La vida escolar puede dividirse en dos grandes períodos: uno que se extiende entre los 6 y los 11 años, y otro que va desde los 11 hasta los 18 años. En ambos tienen lugar importantes procesos para el desarrollo humano. Etapa escolar Producto de un creciente deseo de independencia y separación del mundo familiar, entre los 6 y 11 años los niños comienzan a integrarse a la sociedad y al mundo exterior. ![]() Sin embargo, para que sean un proceso exitoso es necesario haber experimentado previamente un desarrollo social y psicológico que permita adaptarse a nuevas experiencias, para lo cual es fundamental la educación preescolar, pues, en caso contrario, existe la casi absoluta seguridad de que lo que va a encontrar el niño lo pueda tomar por sorpresa. "La educación preescolar está diseñada para preparar al niño para el colegio, por eso es importantísimo que los padres los envíen ahí", sostiene la psicopedagoga Constanza Bilbao. De todas formas, con experiencia o sin ella, es fundamental que el niño siempre reciba el apoyo de su familia, debido a que el miedo a lo desconocido siempre está presente en la naturaleza humana y ¿qué más desconocido que dejar tu sustento diario por hacer algo que de buenas a primeras no es tentador? "Nosotros pensábamos que lo mejor era dejarla sola, pero tal parece que cometimos un error porque a medida que pasaba el tiempo se ponía más y más rebelde", cuenta Rebeca, mamá de una adolescente de 15 años. Cuando están en su casa, los niños reciben ciertas normas referidas a comportamiento. Sin embargo, en el colegio las reglas son mucho menos flexibles. Asimismo, el niño se enfrenta a la situación de no poder hacer lo que desea y de tener que aceptar que otro adulto, que no es ni su padre ni su madre, lo evalúe según una escala de metas que no siempre son claras para él. "Recuerdo que cuando mi hijo estaba en la básica, llegaba a la casa con pataleta a decirnos que qué se creía el profesor para mandarlo a hacer cosas. Afortunadamente le explicamos y entendió", cuenta Alberto, papá de otro adolescente. Una de las principales áreas donde los niños experimentan un desarrollo es en la cognitiva, puesto que el objetivo fundamental de que asistan a la escuela es que logren un pensamiento enfocado en la realidad. Surge un interés por el mundo que nos rodea, que se manifiesta en una gran inquietud por saber más. En este punto, los docentes cobran una gran importancia, ya que deben lograr relacionar el concepto de profesor con el de una persona que guía, ayuda y que es fundamental para diferenciar lo lúdico de lo que es trabajo. ![]() En cuanto al proceso de desarrollo afectivo y social, lo más importante es que el niño se integre a sus pares, puesto que así puede encontrar su rol dentro de un grupo y conocer sus capacidades. Esto es muy importante para el desarrollo de la autoestima. Es acá donde los padres suelen buscar la ayuda de los psicopedagogos y de los psicólogos, pues el fracaso en las relaciones sociales para un niño es tan frustrante que suele provocar una gran disconformidad consigo mismo. Ricardo tiene tres hijos de 17, 21 y 22 años, por lo que experimentó, sin muchos intervalos, la entrada de éstos a clases. "Ninguno necesitó ayuda. Por supuesto hubo alguno que fue más tímido que otro pero, quizás debido a la influencia de sus hermanos, siempre lograban adaptarse". En caso de que los niños tengan éxito en sus relaciones sociales, experimentan un estado de ánimo optimista y de buen humor. De la misma forma, hay una sobreestimación del poder y de la capacidad física. Ahora bien, siempre existe el riesgo de que el niño tome la escuela como una fuente de angustia y malos ratos, pudiendo desencadenar una timidez excesiva, inhibición frente a sus capacidades y, finalmente, el clásico miedo o resistencia a ir a la escuela. "De su rebeldía inicial, mi hija pasó a un pánico por relacionarse con las demás personas, que hacía que el colegio fuese un sufrimiento demasiado grande para ella. Estuvo años llendo a psicólogos y psicopedagogos", explica Rebeca. En este proceso es muy importante la identificación que puede sentir el niño frente a las personas que interactúan con él. Esto trae consigo el deseo de querer actuar y pensar como ese modelo. Obviamente, al principio ese modelo son los padres, pero a medida que pasa el tiempo son reemplazados por los profesores y los compañeros de clase. Aunque tampoco se puede descartar una identificación con algún héroe o heroína de la televisión. No obstante lo anterior, es muy importante que los padres preparen a su hijo en el desarrollo de las siete funciones cognitivas: lenguaje, personalidad, psicología, percepción, atención, concentración y memoria. La forma de hacerlo es, por ejemplo, inculcándoles la lectura desde temprana edad. "Si esto no sucede, existe un gran porcentaje de probabilidades de que el niño se aísle cuando ingrese a primero básico. Esto provocará un retraimiento y una temprana timidez que le traerá muchos problemas para el futuro", explica Bilbao. "Nosotros no somos lectores, nunca lo fuimos y por consiguiente, nuestros hijos tampoco. El problema es que los tuvimos que tener con profesora particular hasta avanzada edad, porque simplemente no podían aprender", explica Ricardo. Esta medida, aunque suene difícil de creer, es la forma más efectiva de prevenir los trastornos de aprendizaje de sus hijos. Sí, leyó bien, se pueden prevenir. Etapa Juvenil El período de transición entre la niñez y la adultez se caracteriza por ser un proceso de profundos cambios en distintos ámbitos. ![]() Se pueden distinguir dos períodos: la pubertad (11-14 años) y la adolescencia (14-18 años). La principal característica de la pubertad es, nada más y nada menos, que el desarrollo biológico. Se produce el llamado "estirón", lo que altera la imagen corporal. Aparecen los primeros impulsos sexuales genitales, y se marcan considerablemente las diferencias entre hombre y mujer. Los púberes experimentan un gran progreso en la forma de memorizar las cosas y en la capacidad de aprendizaje. El conocimiento adquirido les permite tener muchas alternativas para solucionar los problemas. Los cambios físicos repercuten en la autoestima de los escolares. La conducta se torna inestable e impulsiva. Los intereses cambian y hay mucha inseguridad que, por supuesto, no demuestran. El púber quiere y necesita tener su propio espacio y al no tenerlo toma una posición crítica frente a los profesores y padres. La contradicción es que su personalidad es tan inestable en este momento, que necesita el apoyo de esas personas. "Cuando una ve que su hija no quiere ni verte, es muy doloroso. Yo intentaba por todos los medios acercarme pero ella me rechazaba. Lo extraño era que una vez que la dejé de buscar, ella comenzó a acercarse. Consulté a un amigo psicólogo y me dijo que era normal.", cuenta Rebeca. Esta etapa se conoce como la "edad del pavo", en la cual no se sienten ni niños ni jóvenes y muestran muchas inseguridades en su personalidad, en sus estados de ánimo y en su forma de tratar a las demás personas. En la adolescencia se terminan todas estas dudas y se define, por fin, la personalidad de hombres y mujeres. Tanto en lo biológico como en lo cognitivo y social viven una restauración de la armonía. Comienzan las primeras relaciones sexuales, que son vividas con deseo, pero al mismo tiempo miedo y culpabilidad. Acá es cuando los padres deben abocarse a tratar el tema de la educación sexual. En el plano cognitivo, se puede observar un desarrollo del pensamiento deductivo, que, por el momento, es al servicio del propio desarrollo del joven. En esta etapa, los escolares buscan diferenciarse unos de otros. Así surgen las formas de vestir, los cortes de pelo y la forma de hablar no tradicionales. La tendencia social de esta etapa es la de acercarse a los grupos y mostrar una gran actividad afectiva. Ahora bien, esa actividad muchas veces es superficial y responde más a la necesidad de conocer nuevas experiencias que a profundizar una relación. "Uno los ve con muchos amigos, especialmente los fines de semana. Pero si tienen un problema no confían en ellos, ni tampoco en uno, ni mucho menos en el profesor. Mi hijo ahora se acuerda y se ríe de lo extraño que era", recuerda Alberto. En el ambiente familiar pasan por una etapa en la que no comparten con sus seres queridos, claro signo de que buscan su espacio y su independencia. Si usted nota que estas actitudes están pasando el límite de la normalidad y están afectando en demasía el rendimiento y la vida de su hijo, sólo queda una solución: acudir lo antes posible a un psicopedagogo. Por si acaso, no viene mal recordar que el profesor también debería tener las herramientas y el conocimiento para ayudar a sus alumnos en los trastornos de aprendizaje y también de personalidad. |