Irak fue invadido con el argumento de que era una gran amenaza para Estados unidos y sus aliados en la región debido a que tenía armas de destrucción masiva que podían ser desplegadas y utilizadas en cualquier momento.
Pero cinco años después, ya nadie se acuerda de que esas armas nunca fueron encontradas, y que incluso comisiones investigadoras impulsadas por el propio gobierno de Geroge W. Bush fallaron en descubrir la existencia de esos temibles arsenales secretos, cuya existencia no pasó de ser una información de inteligencia errónea que llevó al derrocamiento de Saddam Hussein y a la pérdida de miles de vidas, entre iraquíes y estadounidenses.
Los conflictos en Afganistán e Irak no hicieron sino exacerbar las odiosidades de fundamentalistas islámicos hacia Estados Unidos y sus aliados. Estos últimos sufrieron en sus territorios los golpes del terrorismo de Al Qaeda y sus células, que a esa altura ya se había convertido en una transnacional capaz de golpear en cualquier lugar desafiando a la guerra contra el terrorismo que impulsa Washington.
Bali (Indonesia, 12 de octubre de 2002, 187 muertos), Madrid (11 de marzo
de 2004, 191 muertos), y Londres (7 de julio de 2005, 50 muertos y 700 heridos),
se encargaron de recordar, junto a una larga lista de ataques, que la guerra
contra el terrorismo está lejos de terminar.
Así, la sensación de amenaza creció con fuerza y muchas personas, entre ellos connotados expertos, no creen que hoy el mundo sea un lugar más seguro. Esa es la principal conclusión de un estudio realizado por la conocida revista "Foreign Policy" y el Centro del Progreso Americano, que en conjunto encuestaron a 100 de los expertos más destacados en política exterior de Estados Unidos.
Del total consultado, el 84% estima que Estados Unidos no está ganando la guerra contra el terrorismo, el 86% piensa que la realidad actual implica un mayor peligro para la seguridad del país, y un 91% considera que es probable que ocurra un ataque similar a los de Madrid y Londres, pero en suelo estadounidense.