Michelle y Barack Obama:
Los señores de la Casa Blanca
Ella le obliga a sacar la basura, a recoger los calcetines del suelo y, de vez en cuando, ha hecho un par de comentarios sobre las grandes orejas que caracterizan al Presidente de Estados Unidos. Él, por su parte, no duda en mostrar frente a las cámaras y actos públicos el amor y respeto que siente por ella, su Primera Dama.
Michelle y Barack Obama son la pareja más famosa y admirada del último tiempo, sobre todo tras, la investidura presidencial, en enero pasado, cuando por primera vez una pareja afroamericana llegaba a la Casa Blanca.
Su historia de amor parece un cuento sin grandes sobresaltos, sino más bien de un apoyo mutuo y madurez romántica.
La pareja se conoció en 1989, cuando Michelle debió supervisar al nuevo interno de Harvard, en la firma de abogados Sidley & Autin, en Chicago, Illinois. “¿Barack?, ¿quién le pone a su hijo Barack?”, se preguntó la joven titulada de Derecho, poco antes de conocer al hombre que estaría cerca de un mes pidiéndole una cita.
Pero “él tenía este aire interesante y era guapo”, comentó la actual primera Dama, así que no tardó en aceptar la invitación de Obama, hasta que él le ofreció comprarle un helado en un picnic de la compañía. “Ahí es cuando ella dijo: ‘este hombre sabe cómo tratar a una mujer”, ha declarado el Presidente.
Luego vendría una romántica salida al Instituto de Arte, un almuerzo, una caminata y el cine, a ver “Do the right thing” y a tomar algo en el 99° piso del edificio John Hancock.
El golpe maestro vendría en un acto comunitario, donde Barack hizo una demostración de su don para acercarse a la gente y dio una charla acerca de la necesidad de disminuir la brecha entre el mundo como debería ser y el mundo como actualmente es. Para el final de la charla, Michelle ya se había enamorado.
El matrimonio se celebró en octubre de 1992, en la Trinity United Church of Christ, y fue presidido por el reverendo Jeremiah A. Wright Jr., quien fuera el cercano guía espiritual de Obama por más de 20 años, hasta que comentarios del religioso como que el gobierno estadounidense había creado el virus del sida para aniquilar a la “gente de color” y que en vez de cantar “God bless America”, los aframericanos debieran cantar “Dios maldiga a América”, por el racismo que aún seguiría latente en el país, terminaron separándolos.
