El
proyector vuelve a correr
La
cerrarse el periodo del gobierno militar, la cantidad de cintas producidas
volvió a crecer. Gonzalo Justiniano dio que hablar con "Sussi"
(1988) y "Caluga o menta" (1990), mientras Silvio Caiozzi
reapareció con "La Luna en el espejo" (1990). Por esta
última Gloria Münchmayer ganó el premio a la mejor
actuación femenina en el Festival de Venecia. Pero la película
que realmente cambió la percepción del cine local, debido
a su gran factura técnica, fue "La Frontera" (1991)
de Ricardo Larraín. La cinta protagonizada por Patricio Contreras
y fotografiada por Héctor Ríos se convirtió en
uno de los mayores éxitos del cine nacional. Apoyada en taquilla,
elogiada por la crítica e incluso estrenada comercialmente en
otros países.
El
sello marcado que tuvieron épocas previas -en cuanto al género
de los filmes- se cambió hacia un espectro más amplio
en la década del noventa. La participación del Estado
en los proyectos fílmicos (el Fondart, creado en 1992, ha favorecido
a un 90% de los largometrajes chilenos) impulsó la creación
cinematográfica en suelo nacional. Se cuentan así películas
que no sólo
tuvieron buena respuesta de público, sino que también
apoyo de la crítica, tales como "Johnny cien pesos"
(1993) de Gustavo Graef-Marino; "Historias de fútbol"
(1997) del debutante Andrés Wood o "Gringuito" (1998)
de Sergio Castilla.
El
problema era que, si bien algunas cintas nacionales lograban un relativo
apoyo del público chileno, la competencia de las películas
extranjeras seguía siendo aplastante. Eso hasta que un nuevo
remezón sacude las butacas con el estreno de "El chacotero
sentimental" (1999), cinta de Cristián Galaz basada en el
popular programa radial homónimo, que rompió todas las
marcas existentes de taquilla y sacó a la luz una veta comercial
del cine chileno, que se expandió con películas como "Ángel
Negro" (2000) de Jorge Olguín y la infantil "Ogú
y Mampato en Rapa Nui" (2002) de Alejandro Rojas, ambas muy bien
respaldadas en la taquilla y con fuertes campañas de marketing
a sus espaldas.
Con este nuevo impulso, el cine chileno ha marcado una presencia más
constante en las competencias internacionales. "Coronación"
(2000) de Silvio Caiozzi destacó con trofeos en los festivales
de Montreal, Huelva, Cartagena y La Habana, siendo lejos la más
exitosa en este sentido. La película basada en la obra homónima
de José Donoso maravilló con una fotografía cuidada,
actuaciones sólidas (Julio Jung, Maria Cánepa y la debutante
Adela Secall) y una precisa banda sonora compuesta por Luis Advis, también
premiada internacionalmente en el Festival de Trieste.
Otras películas nacionales recientemente aplaudidas internacionalmente
han sido "La Fiebre del Loco" (2001) en Cartagena y Lleida;
y "Taxi para tres" (2001) de Orlando Lübbert, en Cartagena,
La Habana, Mar del Plata, Miami y San Sebastián.
El
año 2003 comenzó auspicioso para los cineastas chilenos
en el ámbito local. "Sexo con amor", de Boris Quercia,
película que mantiene el récord de espectadores en su
primer fin de semana, y "Los debutantes", de Andrés
Waissbluth, indagaron en el tema del sexo y acapararon la atención
de la crítica y los fanáticos del séptimo arte,
obteniendo un grandes éxitos. Hacia fines del 2003, otros dos
filmes llaman poderosamente la atención: "Sub Terra",
de Marcelo Ferrari, que tras su estreno se ubicó como la segunda
película más vista, tras el filme de Quercia. Es además
la segunda producción más cara del cine local. La otra
película catalogada como superproducción es "El Nominado",
de Ignacio Argiró y Gabriel López que se espera también
logre el éxito de las anteriores.
Una cinta a destacar es "B-Happy", de Gonzalo Justiniano,
que antes de estrenarse en el país, ya debutó internacionalmente
al ser invitada al Festival de Cine de Toronto, lo que le aseguró
una distribución mundial inédita para una película
chilena.
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