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De cómo llegó la música a Frutillar

Ya se acostumbraban los oídos chilenos a los apellidos Kaschel, Niklitschel, Kuschel, Winckler, los olfatos al característico olor a kuchen de la zona, y los ojos a la neogótica iglesia Luterana y las casitas alemanas alrededor del Llanquihue.

Habían sido 47 familias de colonos alemanes las que el 23 de noviembre de 1856 fundaron oficialmente la “Villa de Frutillar”. Venían por disposición del Presidente Manuel Montt, y luego de las gestiones de Bernardo E. Philippi y Vicente Pérez Rosales en Europa.

Construyeron personalmente sus casas con roble pellín, las tejuelas de alerce; mañío y ciruelillo en los interiores… Se dedicaron al campo y a manejos de molinos, destilerías, curtiembres y algunos almacenes. Y no demoraron en hacer su colonización personal las primeras “Bierstube”.

Pronto impondrían los recién llegados la costumbre de reunirse en alguna casa a tocar el violín o un acordeón traído de Sajonia, y más tarde se juntarían en torno a la música cien personas en el Club Alemán. El contagio no paró: en 1894 unas treinta personas fundaron el Coro “Liederkranz” para presentarse cada mes de julio; durante 20 años el pedagogo y director musical Roberto Dick hizo relucir coros y órgano en la Iglesia Luterana. Fue su amistad con Arturo Junge, director del grupo “Singkreis” en Santiago la que los hizo reunir aficionados en un verdadero “Camping Musical” de veraneo en Frutillar. Descubrían la magia del lugar para descansar y la primera casa de vacaciones construida por un santiaguino se levantaba en 1914, siete años después de haber llegado hasta allá el ferrocarril.

Y como nadie paró la música en Frutillar, en 1867 Junge y sus músicos, entre ellos Waldo Aránguiz, formaron un Comité Organizador, apoyados decididamente por el vecino Alfredo Daetz, quien llegó a presidirlo por once años. “Carmina Burana’’ de Orff, el “Réquiem’’ de Verdi, la “Consagración de la Primavera’’ de Strawinsky, la Misa Solemnis y la Novena Sinfonía de Beethoven, pasaron a tener rango oficial en las ya bautizadas “Semanas de Frutillar”, que en 1979 se convirtió en Corporación Cultural, con personería jurídica y sin fines de lucro, presidida hasta hoy por la profesora de Educación Musical de Osorno y Gestora Cultural, Flora Inostroza.

Desde 1981 tienen como coorganizadores oficiales a la Corporación Cultural “Semanas Musicales” de Frutillar, la Fuerza Aérea de Chile y el Centro de Extensión Artística y Cultural de la Universidad de Chile. Se cuenta, además, con el Auspicio Institucional de la Municipalidad de Frutillar y el apoyo económico de importantes empresas privadas nacionales. Sí, ahí están las cecinas, las cervezas, los molinos y los kuchenes de 1856, aplaudiendo la música del 2004.