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El placer del sabor marginal

La última década en Chile, ha sido la del jaguar. Por todos los medios posibles han tratado de meternos en la cabeza la idea de que nuestra copia feliz del edén es un país modelo, una tierra de oportunidades... futuras, que sólo necesita un poco de trabajo mancomunado para llegar a ser una nación en desarrollo.

La historia es bonita y dan ganas de creerla, pero basta dar un par de vueltas por Santiago para descubrir nuestra triste realidad de gatitos.

Esa cruel verdad es la que da vida al debut como director de León Errázuriz, quien a través de las historias de Carlos (Juan Pablo Ogalde) y Pedro (Mauricio Diocares), muestra la vida en las poblaciones del Chile marginal.

Desde el primer garabato hasta la última puñalada, la película ofrece una cruda versión de la vida en las poblaciones periféricas de Santiago. Drogas y violencia se mezclan, en las dosis justas para no caer en la exageración y la truculencia, para servir como telón de fondo y mostrar la vida de los protagonistas, quienes intentan un fallido negocio con pasta base y deben devolverle la plata a un peligroso traficante de su población.

Como suele pasar con los directores debutantes, a Errázuriz en algunos momentos lo traiciona la ansiedad y alarga demasiado algunas escenas, pero eso no afecta su excelente trabajo al crear el ambiente opresivo y angustiante en que se desarrolla la historia.

En la creación de la atmósfera, también juega un papel importante el juego de cámaras que realiza el director. Al usar el sistema de cámara en mano en muchas tomas, la estética de las escenas se vuelve más real porque se crea la sensación de que hay una tercera persona acompañando a los protagonistas.

Otra de las fortalezas de la película son las actuaciones. Pese a la insistencia de la campaña promocional de darle a Adela Secall una gran importancia dentro de la historia, el peso de la trama está sobre Ogalde y Diocares, quienes ofrecen un trabajo sólido y convincente. La actriz también aporta lo suyo -sensualidad y una cuidada dosis de erotismo- al interpretar a una desinhibida colegiala que logra el momento más acalorado de la película.

Sus personajes son creíbles y logran proyectar una imagen de jóvenes marginales que convence, porque utilizan correctamente las jergas y modismos de las personas a quienes están representando.

Alejandro Herrero S.