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La
Tirana del TamarugalCuentan que en el otoño de 1535 salió del Cuzco, rumbo a Chile, el conquistador Diego de Almagro, con unos 500 españoles y diez mil indígenas. Entre ellos llevaba, como rehenes, a Huillac Huma, último sumo sacerdote del culto del sol, con su hermosa hija de 23 años. La valiente princesa Huillac Ñusta logró huir y dominó en esas pampas con gran crueldad. Todo prisionero que caía en su poder era decapitado y por ello se hizo conocida como la bella tirana del Tamarugal. Hasta que un día apareció un joven y apuesto portugués, Vasco de Almeida, que trabajaba en el mineral de plata de Huantajaya. La Ñusta se enamoró perdidamente y no sólo evitó su muerte sino que se convirtió al cristianismo y él la bautizó. Acusada de traición, fue ultimada junto a su apuesto enamorado bajo una lluvia de flechas. Dice la leyenda que mientras la bella princesa agonizaba le pidió a sus guerreros incas que en su tumba colocaran una cruz, simbolizando su nueva fe. Ésta fue la que encontró, en 1540, el fraile mercedario Antonio Rondón, quien levantó allí una ermita, que luego se transformó en iglesia donde se venera a la Virgen del Carmen de La Tirana en recuerdo del escapulario carmelita que llevaba Vasco de Almeida. En el lugar, a 72 kilómetros al suroriente de Iquique, cada 16 de julio se celebra la fiesta de religiosidad popular más masiva del norte chileno que reúne en la actualidad a más de 220 mil fieles que bailan durante días a la Reina del Norte. Versión de Fernando Emmerich El Mercurio, 10 de enero de 2001 |