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CONTROVERSIA
CONCLUSIVA
Por Pablo Arce C.
Luciano
Berio afirmaba a la prensa presente, poco antes del estreno mundial
-en versión de concierto en el Festival de Canarias 2002- de
su nuevo final para "Turandot", que el final de Alfano es
"un happy end, al estilo de los musicales americanos, sin apercibirse
de que la obra de su maestro es mucho más compleja y sutil".
El compositor italiano, fallecido el pasado 27 de mayo, explicaba entonces
que su propuesta "no depara un final feliz, rápido y rimbombante,
sino al contrario, termina en una especie de interrogación que
deja al público preguntarse sobre lo que ha visto, sobre lo que
hay ahí y completar de alguna manera la solución a ese
enigma que es Turandot".
Riccardo Chailly, el director de orquesta encargado de encabezar aquel
debut defendió acérrimamente esta nueva conclusión:
"En efecto, un amigo personal del compositor, Salvatore Orlando
contaba a uno de los grandes críticos italianos, Leonardo Pinzauti,
que en 1923 Puccini lo invitó a su casa de Viareggio y le tocó
al piano el final de Turandot, y, lamentando que no hubiera magnetófono
en la época, le confiaba '¡qué dulce era el final
in morendo de la ópera!'".
"En ese sentido ha trabajado Berio -continuaba Chailly antes del
mencionado estreno-, sin complacencias ni triunfalismos fuera de lugar.
Y Pinzauti ha escrito que probablemente en eso Berio se acerque más
que la versión que se ejecuta tradicionalmente (la de Alfano,
tras la muerte de Liù) a la voluntad de Puccini. El coro sólo
comenta con un 'ah', casi en un suspiro y no en primer plano, y así
el final queda más abierto, más libre, más abstracto,
menos bombástico. No hay una solución, no puede haberla,
tan fácil, después del suicidio de Liù".
En los lugares en que se ha estrenado, si bien se ha reconocido el esfuerzo
de Berio al usar del libreto sólo los pasajes delineados por
Puccini en sus bocetos, no han caído muy bien otras soluciones.
Sobre todo el hecho de que las melodías puccinianas no consiguieron
agradar a los más puristas al verse acompañadas de disonancias
cromáticas propias de la Segunda Escuela de Viena.
También ha resultado muy comentado el largo interludio orquestal
que compuso como marco para el beso de Calaf a Turandot. Y, definitivamente,
el reemplazo del coro triunfal de Alfano, con sus remembranzas de "Nessun
dorma" por un final más parecido al de "Tristán
e Isolda" en su intimidad, tampoco ha estado exento de polémica.
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