|
EL ENIGMA DE LA OTRA TURANDOT
Por Juan Antonio Muñoz H.
Puccini y Busoni murieron el mismo año: 1924. Ambos, además,
con años de diferencia, se lanzaron a la tarea de crear una ópera
acerca de la leyenda de Turandot, de Carlo Gozzi,
que centra su atención en la figura de una misántropa
princesa china que goza cortando la cabeza de quien aspire a su mano
o a cualquier otra parte de su cuerpo.
Aunque
referidas a un mismo asunto, tanto en lo dramático como en lo
musical ambas obras son opuestas: lo demuestra grabación del
controvertido Kent Nagano (Virgin 1993, con la soprano Mechthild Gessendorf
como Turandot) para la partitura de Ferruccio Busoni (1866-1924), que
enfrenta las muchas que hay de la obra de Giacomo Puccini (1858-1924).
La
historia comienza en 1905 cuando Busoni escribió música
incidental para una producción de la obra original del dramaturgo
italiano Carlo Gozzi (1720-1806). El compositor había considerado
ampliar su trabajo hacia una ópera de gran escala, pero fue sólo
diez años después, cuando necesitó compañía
para su Arlecchino, de un acto, que se decidió
a completar la tarea. Compuso la obra, libreto incluido, en cien días,
y el estreno de ambas tuvo lugar en Zürich, en 1917, con el propio
compositor en el podio.
Las dos óperas fueron presentadas bajo el título de La
nuova commedia dellarte, ya que Busoni consideraba
importante en la commedia su deliberada artificialidad, donde encontraba
un espacio para derramar su forma de teatro musical.
Busoni ya había escrito sobre la falta de credibilidad de la
palabra cantada en el escenario, y sintió que el único
modo de evitar ese problema era presentar una ópera que se asociara
poco o nada con el supuesto realismo (verismo) de Puccini y muchos otros
compositores de la época.
En Arlecchino, la situación estaba más
o menos dada, ya que el personaje central, por su propia naturaleza,
se dirige al público. Sin embargo, con Turandot
la solución era más compleja, ya que el tono general del
asunto era, de porsí, increíble.
Siete años después, Puccini iba a convertir Turandot
en algo muy distinto: el compositor de La Boheme
no podía olvidar a sus mujeres débiles ni a los amantes
impetuosos. Además, la referencia chinesca tendría lugar
en muchos momentos de la música.
A pesar del rótulo de commedia, en la obra de Busoni la historia
de amor siguió siendo central, pero la mirada de este compositor
sería mucho más sombría. Más incluso que
aquella procesión de faroles diseñada por Puccini para
sacar el cadáver de Liú del escenario.
Busoni creyó que uno de los elementos fundamentales en el drama
narrado era el problema de la lección aprendida. Así,
siguiendo a Gozzi, hizo que uno de los elementos clave de la trama fuera
el antagonismo entre la Princesa Turandot y su padre, Altoum. Este último,
en Puccini, es apenas un exangue anciano venerable que soporta con estoicismo
los gritos de su pequeña.
Si bien en Busoni no se trata de que el padre de la muchacha quiera
verla humillada, sí espera que ella sienta que no es todopoderosa
y que el poder es algo que un día se tiene y otro no. La conversación
entre ambos, cuando Altoum quiere convencerla de que acepte al nuevo
aspirante, es decidora al respecto. Ella terminará por aceptar
que papá tenía razón.
El tratamiento de luces y sombras en cada personaje, la ironía
y la mejor manera de abordar la naciente sexualidad de la princesa,
hacen de esta obra un fenómeno interesante, más completo
en lo teatral que el atractivo cuadro pintado por Puccini. A este último,
de hecho, no le alcanzó el tiempo para hacer comprensible el
drástico cambio que sufre la mujer al término de la ópera.
Busoni entrega el balance cómico a un personaje de repertorio,
el eunuco Truffaldino. Mientras que en Puccini lo pone en manos de Ping,
Pang y Pong, que no dejan de aportar manidas disquisiciones filosóficas,
un poco de nostalgia y, qué duda cabe, un complejo ensamble musical.
La música de Busoni siempre ha llevado aparejada la calificación
de ecléctica y los dos actos de Turandot
contienen mucho de ello. Desde los acordes que inician ambos actos queda
claro que el ritmo es importante y que el músico, en lo que respecta
a tonalidad, quería volver al principio de los principios. Además,
el trabajo de texturas podría ser evocador de las sangrientas
Salomé y Elektra,
de Richard Strauss. Por más, hay atractivas alusiones a temas
chinos y árabes.
Puccini seguirá venciendo la prueba y nuevas poderosas Birgit
Nilsson subirán a diario a escena para cortar cabezas con los
enigmas, pero la chinería de Busoni hay que conocerla, para comparar,
discutir y no perder la paciencia.
|