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Ford Nucleon: la historia del primer y único auto nuclear

En los años 50 la casa del óvalo abordó seriamente la posibilidad de fabricar un auto propulsado por un reactor atómico. Esta es su historia.

17 de Marzo de 2017 | 18:18 | Emol
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Una de las maquetas del diseño conceptual del Ford Nucleon.

Eran los años 50 y por entonces la energía nuclear era la solución para todo. En 1951 se terminaban los estudios del que iba a ser el primer avión de propulsión nuclear, el Convair X-6; en 1952 se botó el primer submarino nuclear, el Nautilus; en 1957 los rusos comenzaron a operar el primer rompehielos atómico, el Lenin; en 1958 se iniciaba la construcción del primer portaaviones propulsado por reactores de este tipo, en Enterprise...

En esta onda de hacer todo atómico, faltaba la industria del auto y de eso se hizo cargo Ford con el desarrollo conceptual del Nucleon.

La principal motivación de la marca del óvalo era aprovechar la enorme autonomía que suponía la propulsión nuclear. Por entonces, que un submarino o un portaaviones no necesitaran repostar combustible en décadas resultaba atractivo. De hecho, los primeros estudios indicaron que un auto atómico podría tener una autonomía de 8.000 kilómetros.

Los tableros de dibujo (no había pantallas CAD/CAM ni nada que se le pareciera) mostraban un vehículo con aspecto de camioneta, dividido en dos partes: cabina y unidad de propulsión.

Diseño estrambótico


La cabina de pasajeros se encontraba extremadamente adelantada (por delante del eje delantero) para alejar lo más posible a los pasajeros del material fisionable, así como para equilibrar algo el presumible enorme peso del sistema de propulsión.

Las líneas eran muy aerodinámicas para la época y recuerdan en parte a los modelos construidos en esos años, fuertemente influidos por el comienzo de era espacial, con aletas caudales en la parte posterior a modo de los cohetes. El chasis y la carrocería se estructuraban en varias partes: la trompa, la cabina de pasajeros y la zona de conexión con el módulo de potencia.

El módulo de propulsión se encontraba suspendido en la parte trasera entre los dos largueros con aletas aerodinámicas. Su esquema era similar al de un submarino nuclear, pero en tamaño juguete. Contaría con un pequeño reactor nuclear de fisión que generaría el vapor necesario para mover dos turbinas: una encargada de la tracción acoplada (mediante algún tipo de trasmisión) a las ruedas traseras y otra acoplada a un generador eléctrico para usos diversos.

El sistema de reabastecimiento era, en teoría, muy sencillo. Una vez instaurado este medio de propulsión, las “estaciones de servicio nucleares”, habrían sustituido a las tradicionales bencineras y el propietario sólo tendría que acudir a una de ellas y allí le sustituirían el módulo de propulsión de combustible gastado por otro de combustible listo para la fisión.

Viéndole el lado amable, el Ford Nucleon hubiese sido muy silencioso, no habría registrado emisiones contaminantes y su adopción masiva habría resultado en un favorable impacto en los niveles de CO2 de la atmósfera.

Pero el proyecto fue cancelado solo después de haberse hecho unas maquetas. ¿Por qué?

Los “pequeños” problemas


El primer problema era el del sistema de propulsión. No era tan sencillo miniaturizar un reactor nuclear que al mismo tiempo debe estar sólidamente aislado de los pasajeros para protegerlos de la radiación.

En el Convair X-6 por ejemplo, aparato que usaba un reactor muy pequeño de 3 megawatts, concluyeron que era poco práctico: la cabina de la tripulación pesaba 11 toneladas por culpa de gruesas capas de plomo y goma. Incluso las ventanas tenían más de 30 cm de espesor.

Entonces, incluso si el reactor del Ford Nucleon hubiese sido aún más compacto, las paredes de la cabina, las ventanas y el parabrisas habrían tenido un espesor enorme. De hecho, habría tenido que tener mayor protección que una central nuclear, porque los pasajeros habrían tenido que estar mucho más cerca del reactor. Y, claro, todo eso significaría mucho peso.

Y en la vida operativa, las cosas se habrían puesto realmente difíciles. Por ejemplo ¿cómo reaccionaría el auto en un choque? Por entonces las tecnologías en esta materia no existían o no se usaban. La gente moría en accidentes a 40 km/h y los autos se incendiaban con relativa facilidad, así que la dispersión de material radiactivo habría sido un riesgo elevadísimo.

Pero hay otro peor. Si se hubiera generalizado el uso de este sistema de propulsión, el resultado habrían sido miles, tal vez cientos de miles de pequeños reactores nucleares repartidos por todas partes y se habría perdido completamente el control sobre el material fisionable, generando toda clase de problemas medioambientales y de seguridad.

Por eso, el Ford Nucleon solo quedó en la galería de los proyectos anecdóticos de la industria del auto.

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