Es muy posible que le haya pasado a más de algún lector. Una persona mayor les comenta que detesta los autitos de ahora porque tienen una latita que con cualquier cosa se abolla... No como los tanques del pasado, grandotes y pesados, con una lata gruesa, que no importaba contra qué chocaran, no les pasaba nada... y eso los hacía sentirse seguros.
Bueno, evidentemente eso es un mito. En 1965, Ralph Nader, un abogado estadounidense, publicó un libro de importancia histórica llamado “Inseguro a cualquier velocidad”, que aunque dedicaba un capítulo a los defectos del Chevrolet Corvair, fue un torpedo bajo la línea de flotación de numerosas marcas que por entonces hacían autos con latas muy gruesas (entre otros defectos), pero que eran un desastre en materia de seguridad.
La verdad es muy diferente, pues para decirlo en breve, son precisamente esas latitas que se abollan con cualquier cosa las que en conjunto con otros sistemas y dispositivos, hacen que los autos de hoy sean, en general, mucho más seguros que los de los años 60 o 70 del siglo pasado, por ejemplo.
Cuestión de disipación de energía
¿Por qué? Pues porque cuando un auto impacta contra algún otro objeto, se modifica bruscamente un estado de gran energía (cinética), que será más grande en cuanto mayor sea la velocidad que llevaba el auto.
Si el auto se desplazaba a 100 km/h e impacta contra un árbol o un muro o una roca, significa que en un instante y en una distancia casi nula, la velocidad pasará de 100 a 0 km/h. Entonces, por culpa de la imperturbable física, esa desaceleración se transfiere a las personas que van dentro, porque estas tienden a mantener el movimiento del automóvil.
Y ahí viene la tragedia, porque ese desplazamiento provoca golpes contra el volante, por ejemplo, pero también provoca que nuestros órganos se desplacen en la misma dirección del movimiento. Y ahí se tiene al cerebro aplastándose contra las paredes internas del cráneo, por no mencionar los efectos en el hígado, los pulmones, etc.
Es evidente que si la lata es muy gruesa y presenta resistencia al impacto, todos esos órganos terminan hechos puré. Por tanto, la idea de los autos modernos –esos de latita más delgada- es que se deformen progresivamente para disipar la energía desatada en el impacto. Por lo tanto, las latitas blandas que se abollan con cualquier toponcito, de hecho hacen al auto más seguro.
En general, claro, porque de cuando en cuando todavía aparece algún modelo nuevo cuyo desempeño disipando energía es mediocre.
Lo normal, hoy en día es que los autos protegen bastante bien a sus pasajeros. De hecho, estas estructuras deformables trabajan en conjunto con el habitáculo, que sí es capaz de resistir mucha energía.
Para demostrarlo, en 2009, la Insurance Institute for Highway Safety de Estados Unidos efectuó una prueba de impacto entre un Malibu de ese año y un Bel Air de 1959. Y como queda dramáticamente claro, los autos de antes eran mortales.