Cuando General Motors comunicó el mes pasado su audaz decisión de llegar al año 2035 fabricando sólo vehículos eléctricos no solo marcó una ruptura con más de un siglo de fabricación de motores de combustión interna, sino que también nubló el futuro de 50 mil trabajadores de sus plantas, cuyas habilidades - y trabajos - podrían volverse obsoletas mucho antes de lo que pensaban.
El mensaje de los ejecutivos del gigante automotriz fue claro: a medida que se acerca una economía estadounidense más verde, GM quiere una fuerza laboral de fábrica que eventualmente construirá solo vehículos de cero emisiones.
Este cambio evidentemente no será de la noche a la mañana. Pero es cada vez mayor la probabilidad de que legiones de trabajadores automotrices que se capacitaron y trabajaron durante décadas para construir máquinas que funcionan con petróleo deban hacer un trabajo bastante diferente en la próxima década, o es posible que no tengan trabajo.
Con la acelerada salida de los autos a combustión y la constante llegada de nuevos modelos cero emisiones, los trabajos que ahora implican la fabricación de pistones, inyectores de combustible y silenciadores comienzan a ser reemplazados por el ensamblaje de paquetes de baterías de iones de litio, motores eléctricos y pesados arneses de cableado, componentes que además se fabrican en el extranjero.
Hace unas semanas el presidente Joe Biden anunció un ambicioso programa para cambiar toda la flota de vehículos de los servicios públicos de EE.UU. por unidades eléctricas fabricadas por empresas locales, con el objetivo de potenciar esta tecnología y generar 1 millón de nuevos puestos de trabajo.
Sin embargo, para los trabajadores de GM y otros fabricantes de automóviles, este prometedor futuro podría ser peligroso. Las plantas del futuro más centradas en el medio ambiente necesitarán menos trabajadores, principalmente porque los vehículos eléctricos contienen entre un 30% y un 40% menos de piezas móviles que los vehículos que funcionan con petróleo.
Además, muchos de los buenos trabajos sindicales que han traído un estilo de vida sólido de clase media podrían cambiar a salarios más bajos a medida que los fabricantes de automóviles compran piezas de vehículos eléctricos de compañías de suministro o forman empresas separadas para construir componentes.
Los más vulnerables en esta transición, agregan los expertos, serán los miles de operarios que trabajan en plantas que fabrican transmisiones y motores para vehículos de gasolina y diesel.
Un documento de United Auto Workers de hace dos años cita a ejecutivos de Ford y Volkswagen diciendo que los vehículos eléctricos reducirán las horas de trabajo por unidad en un 30%.
"Hay menos piezas, por lo que, por supuesto, es lógico pensar que habrá menos mano de obra", dijo Jeff Dokho, director de investigación de la UAW.
"Estamos en el comienzo de esa transición", dijo Teddy DeWitt, profesor asistente de administración en la Universidad de Massachusetts Boston que estudia cómo evolucionan los trabajos con el tiempo. "No será solo en el espacio del vehículo".
La cantidad de empleos de la industria que se perderán en la transición probablemente llegue a miles, aunque nadie lo sabe con precisión. Y esas pérdidas serán compensadas, al menos en parte, por empleos creados por una economía más verde, desde trabajos relacionados con la construcción de repuestos para vehículos eléctricos y estaciones de carga hasta empleos creados por la generación de electricidad eólica y solar.
De hecho, el cambio de mayor alcance en la fabricación desde que comenzó la producción comercial de vehículos de combustión interna en 1886 se extenderá a equipos agrícolas, camiones pesados e incluso cortadoras de césped, quitanieves y desmalezadoras. Las industrias del petróleo y el gas también podrían sufrir, ya que el debilitamiento del motor de combustión interna reduce la demanda de petróleo.
Por lo pronto, los vehículos totalmente eléctricos ahora constituyen menos del 2% de las ventas de vehículos nuevos en Estados Unidos, aún cuando los fabricantes de automóviles enfrentan una intensa presión para abandonar los motores de combustión interna como parte de un impulso global para combatir el cambio climático.