En un mercado automotriz marcado por la incertidumbre generada por la transición de la industria hacia la electromovilidad y los cambios regulatorios, el fabricante francés Bugatti vive una situación excepcional, ya que toda su producción de superdeportivos está agotada hasta 2029.
Así lo confirmó Frank Heyl, director de diseño de la automotriz, en conversación CarBuzz, oportunidad donde indicó que la demanda por los autos de la marca es tan alta que la compañía no tiene espacios disponibles para nuevos pedidos durante los próximos años.
El ejecutivo añadió que la transición entre el Bolide y el nuevo Tourbillon, ejemplar que comenzará a fabricarse en breve, mantendrá ocupada las líneas de producción de la automotriz de lujo durante al menos cuatro años.
Según Heyl, esta estabilidad financiera permitirá a Bugatti planificar con calma sus futuros proyectos y mantener una estrategia de exclusividad que la distingue en la industria.
El Bugatti Tourbillon es un hiperauto híbrido enchufable con un motor V16 atmosférico de 8,4 litros acompañado por tres motores eléctricos. En conjunto, los propulsores desarrollan 1.800 caballos de fuerza, lo que le permite alcanzar los 100 km/h en apenas dos segundos y llegar a 300 km/h en tan solo diez segundos.
Su precio de venta ronda los 3,6 millones de euros y quienes aún no lo han reservado, dijeron desde la marca, ya no tienen posibilidad de hacerlo, ya que las 250 unidades previstas para este ejemplar ya están reservadas, junto con futuras ediciones especiales del modelo.
Más allá de la potencia bruta, el Bugatti Tourbillon también ofrece una faceta de eficiencia, ya que puede recorrer hasta 60 kilómetros en modo 100% eléctrico, aunque por el momento el fabricante no ha revelado los tiempos de recarga de su batería.
El modelo es más ligero que el Chiron, su antecesor, y promete superar sus prestaciones en todos los aspectos. El propio Heyl destacó que, gracias a esta estabilidad, la compañía puede concentrarse en diseñar lo que vendrá después del Tourbillon, con la libertad de innovar sin la presión de ventas inmediatas.
El caso de Bugatti deja en evidencia un escenario inusual en la industria automotriz, ya que mientras los fabricantes generalistas se enfrentan a la volatilidad de los mercados y a las exigencias normativas, las marcas de lujo, como la de Molsheim, tienen su futuro asegurado por varios años gracias al interés de un reducido grupo de clientes dispuestos a pagar cifras millonarias por una obra de ingeniería extrema.