Quedarse sin gasolina puede parecer un simple descuido, pero sus efectos pueden ir mucho más allá de un retraso en el camino y una molestia. Conducir hasta agotar el combustible no solo pone en riesgo la seguridad del conductor, sino también la salud del motor y del sistema de alimentación del vehículo.
La gasolina, publica una nota de Jalopnik.com, cumple una función doble: alimenta el motor y también ayuda a enfriar varios componentes del sistema de combustible. Uno de los más afectados es la bomba de combustible, encargada de llevar la gasolina del tanque al motor. Cuando el nivel de combustible es bajo, la bomba empieza a succionar aire, lo que provoca sobrecalentamiento y desgaste prematuro.
En autos antiguos, el problema puede ser aún peor. Con los años, se acumulan sedimentos y suciedad en el fondo del tanque. Cuando el combustible se agota, esa mezcla de impurezas puede ser absorbida por la bomba y llegar al sistema de inyección, provocando obstrucciones costosas de reparar.
El riesgo no se limita a la bomba. Si el motor recibe una cantidad insuficiente de gasolina, la mezcla de aire y combustible se altera, provocando fallos de encendido que pueden dañar los cilindros y los convertidores catalíticos.
Además, los vehículos modernos están diseñados con sistemas computarizados que regulan con precisión el rendimiento del motor. Cuando el combustible escasea, estos sistemas pierden su calibración óptima, lo que puede derivar en un funcionamiento irregular o incluso en averías electrónicas.
En resumen, agrega el reporte, conducir con el tanque vacío no solo compromete el desempeño del vehículo, sino que también puede generar reparaciones costosas.
De ahí que la recomendación es intentar mantener al menos un cuarto del tanque lleno, medida que prolonga la vida útil del motor y evita, por lo demás, contratiempos mayores en la carretera.