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El desconocido chileno que jugó con el histórico Prosinecki... El drama que lo obligó a irse de Croacia y sus recuerdos del ex Real Madrid

Juan Carlos Muñoz llegó al Dinamo Zagreb por pedido del crack que jugó en el cuadro merengue. Pudo quedarse largo tiempo allá, pero una serie de desafortunados eventos lo impidió.

21 de Junio de 2020 | 11:00 | Redactado por Felipe Santibáñez, Emol
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Archivo J.C. Muñoz
Hace 22 años, el Dinamo de Zagreb viajó desde Croacia a Chile para jugar un torneo de verano. La cálida noche del 27 de enero el rival fue La Serena en La Portada y la visita ganó 2-1. Una vez terminado el partido, el puntero Juan Carlos Muñoz se acercó a Robert Prosinecki, el crack balcánico que brilló en el mundial juvenil de Chile y que luego jugó para el Real Madrid. Como pudo, le hizo entender que quería una foto.

Muñoz había sido el mejor del cuadro granate en ese encuentro. Convirtió el gol y complicó a los balcánicos con sus carreras centelleantes por las orillas. Recibió elogios y unas cuantas palmadas en el hombro. Nada extraño. Cuando volvió a entrenar el lunes siguiente, se preocupó al escuchar que el presidente quería hablarle.

"Me dice: ¿Te gustaría ir a jugar a Europa?. A quién no, le respondí. Me dijo dúchate y te espero porque tenemos que ir a conversar con los dirigentes de Croacia. Te quieren llevar para allá. ¿En serio? le dije. Yo decía qué va a ir un huaso como yo a Europa", le cuenta Muñoz a Emol.

El duro camino recorrido para hacerse un nombre


Muñoz es un hombre que parece surcar la vida de perfil, de costado. Impulsado por una corriente de aire, entra siempre por la ventana, nunca por la puerta. Habla en susurros y le sienta el anonimato.
Oriundo de Peralillo, se inició en la B con Santa Cruz a fines de los ochenta, pero como jugaba poco y nada partió a la ríspida Tercera División. Estuvo en Juventud Ferro de Chimbarongo y luego en Unión Veterana de Peumo. En un campeonato de la zona, lo vio jugar el presidente de Colchagua y se lo llevó junto a su hermano Osvaldo de vuelta a Segunda.

En San Fernando volaba como una flecha y un viejo relator lo apodó el "Hijo del Viento", tal como a Franz Arancibia. Con el elenco de la herradura fue goleador y estuvo en dos ocasiones peleando el ascenso. No lo logró, pero esas buenas campañas no pasaron desapercibidas. Everton lo quería en 1996.

"Prosinecki era buen futbolista, para qué le digo, buena persona. Por lo que supe él pidió que me llevaran y estando allá siempre pedía que me dejaran. Le gustaba cómo jugaba yo"

J.C. Muñoz
Jorge Castillo recién había asumido la testera del elenco viñamarino. No solo prometía devolver al cuadro ruletero a la división de honor, si no que también ganar la Copa Libertadores en dos años como máximo. Contrató a figuras como Daniel Morón, Jaime Pizarro y Marcelo Fracchia. Juan Carlos entendería rápidamente por qué le apodaban "Loco".

"Él nos compró a mí y a mi hermano Osvaldo. Llegamos a un gimnasio y estaban descargando sillas de un camión. Preguntamos por Castillo y justo cachamos que era un viejito chico. 'Ustedes vayan a acarrear todas las sillas del camión y las tiran', así nos dijo. Nos quedamos mirando con Osvaldo. 'Sí poh, si vienen a trabajar. ¿Cómo se llaman ustedes?'. Osvaldo y Juan Carlos de Deportes Colchagua le dijimos. 'Chuta, cabros. Disculpen'. Ahí recién se dio cuenta. Después se le ocurrió pintar de azul y amarilla toda la calle en la que estaba la sede. Tuvo que sacar la pintura porque lo querían multar de la Municipalidad, no le pidió permiso a nadie. Era más loco que la miercale", relata Muñoz.

En Everton estuvo solo una temporada y fichó por Rangers. En Talca por fin consiguió el ascenso a Primera A, pero no lo gozó. Apenas jugó un puñado de minutos en la campaña. Finalizado el torneo, el técnico Raúl Toro lo llamó a su oficina y le dijo que lo querían de La Serena. No le dio demasiadas vueltas. Por primera vez se separaba de su hermano Osvaldo.

Cuenta que a su arribo al elenco nortino le pasó "otra talla". Rangers venía a Santiago y lo pasaron a dejar, ya que Serena también tenía un compromiso en la capital. Espero al lado del bus, pero con la timidez que lo caracteriza no se animó a subirse hasta que alguien lo invitó.

"Me presenté con Gustavo Huerta y me dijo que tomara asiento en cualquier lado. Cuando veo que aparece Raúl Aredes. Y me dice: 'Amigo, ¿qué está haciendo aquí? Bájese, no doy autógrafos y vengo muy cansado. Me está ocupando el asiento'. Yo me iba a bajar y entonces apareció Gustavo Huerta: 'No, Raúl. Es Juan Carlos Muñoz va a ser parte del plantel'. Disculpa, boludo repetía Aredes. Le dije que no se preocupara", narra.

Así llegó el verano del ’98. Iban a jugar un torneo contra Colo Colo, el Legia Varsovia de Polonia, Ferencvaros de Hungría, el Dinamo Zagreb y el Hajduk Split, también de Croacia. Ya tenía 29 años y ni en sus mejores sueños imaginaba que en menos de una semana iba a estar sacando a la rápida los pasaportes para irse a Europa con su esposa y su hija recién nacida. Solo quedaban seis meses para el Mundial de Francia.

En Zagreb andaba con una traductora para todos lados y un frío lacerante le calaba hasta los huesos. Recuerda que los entrenamientos empezaban cuando se derretía la nieve y que por las mañanas compartía un café con Prosinecki.

"Conversábamos harto era una persona muy agradable a pesar de todas las historias que se hablaban de él e Iván Zamorano, que se peleaban. Era buen futbolista, para qué le digo, buena persona. Por lo que supe él pidió que me llevaran y estando allá siempre pedía que me dejaran. Le gustaba cómo jugaba yo. Lo acompañaba mucho en el juego también. Yo era rápido y a él le gustaba meter pelotas profundas. Era como un 'Mago', como Jorge Valdivia. En cualquier momento te dejaba solo", apunta.

Debutó con un gol en el clásico contra el Hajduk Split y se terminó consagrando campeón con una ventaja de diez puntos sobre su más cercano perseguidor. Nunca había jugado con 40 mil personas en el estadio. Sin embargo, esa felicidad se resquebrajó de golpe. Un día, su esposa le comentó que la niña no miraba cuando le hablaban. La llevaron al doctor y el diagnóstico fue lapidario: padecía cataratas congénitas y si no la operaban iba a quedar ciega.

Muñoz partió a hacer la pretemporada a Italia y su hija junto a la mamá a Viena, Austria, para la cirugía. Antes de que iniciara un entrenamiento, se le acercó Prosinecki, que hablaba español: "Tienes que irte, tu hija se está muriendo".

"Lo que pasó es que a mi señora los médicos le explicaron que no tenía que darle leche, pero como no entendía el idioma, ella le dio no más. Fue en la madrugada y después le colocaron la anestesia. La leche se le fue a los pulmones a la niña y cuando yo llegué la tenían intubada. Una pena muy grande, Dios santo. Me acuerdo como si fuera ayer, la lograron salvar afortunadamente y hoy está terminando de estudiar psicología", rememora.

A Muñoz le ofrecieron un contrato de cuatro años en Croacia, pero tras lo sucedido con su hija y el recrudecimiento de la guerra en Bosnia decidió devolverse. En La Serena estaban furiosos, les había arruinado un muy buen negocio.

Con los papayeros bajó y subió de categoría. En el 2001 ya no quería más. Le debían varios sueldos y una lesión crónica en los gemelos lo tenía a maltraer. Se retiró.

Las dificultades de la vida sin fútbol


No pasó mucho tiempo para vivir otra situación "dramática". A su esposa le detectaron lupus y una insuficiencia renal. Poco después desarrolló un cáncer.

"Yo en ese tiempo no tenía trabajo, no tenía plata, no tenía nada. Se operó. Estuve encalillado harto tiempo", expresa.

Encontró trabajo en la minería y pudo pagar sus deudas, pero a fines del año pasado quedó cesante y luego la crisis sanitaria redujo sus posibilidades. Su esposa sigue con el lupus, sin embargo, no hay plata para los exámenes.

"Me he enterado de la polémica del Sifup. Nosotros nos comimos las huelgas, no teníamos para pagar las pensiones y nos quedaban debiendo los clubes. Siempre dijimos que no era para nosotros, si no para las generaciones futuras. A uno le gustaría una vuelta de mano", declara.

Al terminar de contar su aventura en Croacia, Muñoz se sorprende a sí mismo. Todavía le parece irreal. Fue el primer chileno en jugar para el Dinamo Zagreb y con el tiempo llegarían jugadores como Pedro Morales, Junior Fernandes, Ángelo Henríquez o Bryan Carrasco. Pero lo de él es distinto. Puede decir que fue el socio de Prosinecki.
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