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Ayuda a víctimas de delitos graves: Qué fue de la vida de uno de los grandes ídolos de Everton y su anécdota con Massú

Edgardo Geoffroy estudió trabajo social en la universidad. Estuvo cuatro años en el conjunto viñamarino.

03 de Febrero de 2023 | 11:16 | Redactado por Felipe Santibáñez, Emol
Agencias/Emol
Cuando Edgardo Geoffroy llegó a Chile, llevaba melena y bigote. Era 1982. Acá nadie lo conocía, venía de la Patagonia argentina a probar suerte, a ver si acá podía vivir del fútbol o definitivamente se tenía que dedicar a otra cosa. Ocho años después se fue. Para ese entonces, era un ídolo de Everton.

Geoffroy era un diez con garbo, pegada y facilidad para llegar al gol. En el fútbol nacional, aparte de Everton, defendió a Deportes Linares, O'Higgins, Unión Española y Rangers de Talca. Sus últimos días como jugador los pasó en el equipo de su pueblo, el Club Atlético Germinal, y se retiró por un accidente. En medio de un festejo, se cayó un vidrio en el camarín y le cortó el tendón de Aquiles.

"Geo" había hecho el curso de entrenador en Chile y trato de ejercer en Argentina. Pero tenía que ser utilero, canchero y dirigente también. Se cansó.

"Dije que no esta no era para mí. Previo a eso digo: tengo mucha teoría en cuanto a lo que es trabajo en equipo, pero no tengo un marco teórico que me avale para poder trabajar con grupos. Por eso estudio psicología social. Hago trabajo con equipos especializados de policías, comandos, infantería, charlas a empresas. Pero ese título no era reconocido en todos lados, por lo que ingresé a la Universidad para estudiar la licenciatura en trabajo social. Logré recibirme e ingresé a trabajar en el poder judicial, trabajo en el Servicio de Asistencia a la Víctima de la Provincia del Chubut", le cuenta a Emol.

El ex jugador, de 65 años, está a cargo del área pro comunidad. Va a hospitales y comisarías a dar charlas sobre cómo tratar a víctimas de delitos penales, explicar qué derechos tienen y qué preguntas no deben hacerse.

Ha escuchado muchas historias. Violencia de género, abuso sexual infantil, maltrato infantil, lesiones graves, amenazas. "Lo más difícil es saber que estos delitos existen. La violencia de genero, que hoy está más a la luz, los delitos de abuso infantil, de maltrato, abusos intrafamiliares, son tremendos. Saber que esas cosas existen… Pero el poder ayudar a un bebé o un nene es muy satisfactorio", comenta.

A Geoffroy le costó agarrar el hábito de estudio. Recuerda que en Chile Arturo Salah y Manuel Pellegrini luchaban "por un jugador profesional capacitado". A veces hay prejuicios, se piensa que el futbolista solo puede patear una pelota y no pensar.

"Puede ser un prejuicio, pero puede ser que también nos hemos ganado esa fama. En el Mundial, a uno de los muchachos de Ecuador le preguntaron por los derechos humanos en Qatar y salió a defenderlo el técnico, Gustavo Alfaro, que me pareció muy bien, con mucha lectura lo sacó del atolladero. Pero también me hubiese gustado que el jugador estuviese con algunas condiciones mínimas para poder opinar. Yo no quiero que el jugador de fútbol sea el que roba las toallas en el hotel, si no alguien que pueda hablar de cualquier tema que esté en la agenda", expresa.

El error que lo ayudó a ser profesional, el paso por Chile y una anécdota con Massú


Geoffroy no es nostálgico. No guarda muchos recuerdos de su época de jugador. Le parece que fue otra vida, ya lejana.

Nació a más de 1400 kilómetros de Buenos Aires. En su pueblo todos lo conocen por "Hugo", su segundo nombre. Cuando se fue de la Patagonia a la pensión de Vélez Sarfield, no tenía teléfono y una carta demoraba 15 días en llegar. El choque cultural lo abrumó y se quiso devolver. Le mandó a pedir dinero a su mamá, la plata demoró dos semanas en llegar y no pudo cobrarla porque venía a nombre de Hugo. "Le digo a mi vieja 'mamá, no me llamo Hugo'. La carta demoró 15 días más, cuando llegó el giro ya había pasado la crisis, gracias a eso me hice profesional, si no me hubiese vuelto", relata

Cuenta que estando en Vélez vio "arreglos" e "intereses creados" que no le gustaron. Tomó el bolso y partió a su hogar. "No quería saber nada más del fútbol profesional", apunta. Se mantuvo jugando en equipos de la tercera categoría, como Racing de Trelew, Independiente de Trelew y Huracán de Comodoro Rivadavia.

En eso, llegó un llamado de Chile para venir a Linares. Lo recomendó un amigo. Nada seguro, solo una posibilidad. Pasó la prueba, no demoró en destacar en Primera B y llamó la atención de O'Higgins.

"En Linares me quedaron debiendo algo de dinero. En O'Higgins me ofrecen diez pesos. 'No sabemos si te vas a adaptar a Primera División', me dijeron. Cuando no me ponía Germán Cornejo, la gente empieza a pedir al extranjero, me puso un partido o dos y no me pudo sacar más. Vamos a la Copa Libertadores, querían renovarme, pero me habían ninguneado. Me fui a Unión Española", relata.

En Unión le fue bien. Pero el plantel lo escogió de vocero para reclamar por unos premios impagos, provocó la molestia de la dirigencia al hablar con la prensa y terminó saliendo. Hubo acercamientos con la U y la Universidad Católica, sin embargo, no se concretó ningún fichaje.

Desde Colombia lo contactaron para jugar en Unión Magdalena. Aceptó la oferta, estaba recién casado. Pero allá no aguantó mucho, apenas unos meses

"Era 35° grados todo el año y una humedad… Mi señora queda embarazada al mes de llegar y en una ve una matanza tipo mafia y cuando vuelvo de la concentración estaba llorando desconsolada. 'Vámonos, yo me quiero ir', me dijo. Nos vinimos", declara.

Tras un breve paso por el fútbol argentino, volvió a Chile para jugar en Rangers de Talca. Se convirtió en figura de los rojinegros, pero la dirigencia no le quería pagar los pasajes para ir a Argentina y se provocó un cortocircuito.

Everton de Viña del Mar aprovechó y lo incorporó. Acordó el contrato con el gerente del casino de la ciudad. Fue complejo el inicio en el conjunto oro y cielo. Revela que era un equipo de "muchos caciques y pocos indios".

Pero poco a poco encontró el acomodo. Everton fue el club en que el trasandino más tiempo estuvo. Fueron cuatro años. Entre 1987 y 1990 disputó 153 partidos con los ruleteros.

"Hubo una comunión. Con una parte social muy importante. Iba a las comisarías, a las cárceles, a los eventos. Hay una anécdota. Me llama una señora que era fanática de Everton que el hijo cumplía años, que estaba entre el tenis y el fútbol, que si podía ir a verlo, y fui al cumpleaños de ese chico, que terminó siendo Nicolás Massú. Íbamos a los cumpleaños, eso influyó mucho. La gente se sintió identificada, charlábamos con todo el mundo, no era ninguna estrella. Era uno más de la gente de Viña. A mí me dieron todo, no sé si lo merecía. Conmigo no se dio el pago de Chile, me siguen reconociendo, brindando cosas, no hay un olvido, para mí eso es un orgullo enorme", cierra.
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